Arte

Andares en el tiempo

La exposición 'Andares en el tiempo', de la artista Sanzsoto, es expresión de silencio, pausa y armonía en unos momentos en los que esa categoría que conforma nuestra identidad personal parece entenderse vertiginosamente, inscrito en la velocidad de nuestra cambiante actualidad; y María Jesús Soler la reseña aquí.

Andares en el tiempo

/una reseña de María Jesús Soler/

Sanzsoto (d)

El tiempo, ese término tan claro a la vez que enigmático, nos envuelve a lo largo de la vida y después también. La pintora Sanzsoto titula Andares en el tiempo una exposición que desde el 17 de enero exhibe la galería valenciana de arte contemporáneo Alba Cabrera, puntera y con casi treinta años de arraigo en la ciudad gracias al ímpetu especial, el gran amor por el arte y el buen criterio de su directora, Graciela de Vincenzo. Y es ese Andares en el tiempo expresión de silencio, pausa y armonía en unos momentos en los que esa categoría que conforma nuestra identidad personal parece entenderse vertiginosamente, inscrito en la velocidad de nuestra cambiante actualidad. Pues no: hagamos una pausa, cojamos un fragmento de nuestro tiempo y recreémonos en él.

En esta ocasión, prácticamene inaugural de un nuevo espacio, Gabriela ha conformado una nueva sede para su galería; un espacio diversificado, diáfano, que permite una cómoda convivencia de diferentes géneros: pintura, escultura, orfebrería, libros de artista… En definitiva, una apuesta importante en los tiempos que corren, pero apoyada en el proyecto vital en el que De Vincenzo realmente cree.

En esta exposición, artista y galerista se funden para mostrar una decena de obras de gran formato; una muestra de los últimos diez años de Sanzsoto, artista expresionista cuyos temas se refieren a cuestiones sociales o a sentimientos; a emociones de su yo interior o a los acontecimientos que acaecen.

El silencio, díptico, acrílico/tela, 116×89 cm.

Un silencio envolvente, compartido por un doble espacio en ocres y texturas de una gran riqueza, se sumerge en los laterales en ese fondo negro que es el silencio propiamente dicho. Esto lo plasma muy bien la crítica de arte gallega Ánxeles Penas:

Circunloquios, rodeos, giros, volteretas, espirales… ondean indetenibles, del mismo modo que lo hacen astros y galaxias en el espacio. Están presentes también el núcleo, el germen, el ser en potencia desplegándose, buscando su lugar en la tierra y en el cielo; igualmente, las sugerencias de viaje, de devenir y de suceso anímico: la poesía del acontecer que no tiene fronteras, sino que es crecimiento continuo, y, por lo mismo, ruptura continua con lo que cierra, impide, amputa o limita.

Todo ello lo expresa a través del trazo: tránsito de la mano que sigue el ritmo pautado del anhelo íntimo y que es amplio, generoso, en una gestualidad enriquecida de texturas y de complejas irisaciones, fundidas en una unidad cromática de base, a la búsqueda imposible de abarcar el todo inabarcable (valga la paradoja).

Como ya dije en mi libro Sanzsoto, de rocas y espumas (2013),

es a partir del lenguaje como podemos interpretar al sujeto, la verdad y la historia. Esos tres conceptos que cobran relevancia ineludible en cualquier análisis sobre el ser humano, en este caso sobre la pintora Sanzsoto,  forman una malla cuyos nudos se hacen más sutiles por medio del inconsciente que emerge y se muestra en el deseo, motor de acción de lo que realmente queremos hacer. El tándem inconsciente-deseo articula dialécticamente a Sanzsoto consigo misma y con lo que ella no es en la búsqueda de su identidad personal. Son ideas reguladoras de su praxis artística que se decanta por unas cosas y no por otras, tanto en la forma de pensarlas como de plasmarlas.

Es así, como «la verdad demuestra su razón y su forma en un tejido ajeno que se urde de formas y razones de poder y de control. Pero también de las formas de subjetivación: aquéllas que nos dicen de qué manera llegamos a ser lo que somos, a tener los problemas que tenemos o percibirnos como nos percibimos […] preguntándonos por la historia de nuestra constitución como sujetos con la problematización de nuestro tiempo» (C. Thiebaut).

Sólo con este tipo de sensibilidad se pueden entrelazar la introspección y la mirada al exterior; sólo así pudo salir de sus pinceles el políptico Homenaje al pueblo saharaui (2010) en unos momentos en que acaecían sucesos no deseables en esa comunidad.

Homenaje al pueblo saharaui, políptico

Es ese ir y venir del interior al exterior y viceversa, una de las características de esta artista es que nunca olvida el todo social en el que está inmersa y que utiliza el lenguaje pictórico para plasmar sus inquietudes, protestas, deseos… Los espacios de la Galería Alba Cabrera permiten mostrar en todo su esplendor estas obras de gran formato en las que Sanzsoto se explaya: unos registros de color variados en función de lo que se quiere expresar, lo cual es de agradecer, pues se evita la sucesión de una paleta monocroma en la que dominara por ejemplo el ocre, gris, azul, etcétera. Aquí, no. Sanzsoto, bajo la impronta de su potente gestualidad, va desgranando una multiplicidad de matices que hacen que la obra hable por sí misma y se instale en nuestro interior: de ahí la importancia de sus títulos. Lenguaje y obra se complementan ineludiblemente. Tanto en La espera como en Movimiento circular, podemos observar la cantidad de registros cromáticos y gestuales diferentes; gestualidad que no emborracha la superficie visual. Siempre hay reservas; espacios para que el núcleo de la obra respire encajada en colores planimétricos o complementarios.

Y es que Sanzsoto compone por el color, generando unas armonías cromáticas por la conjugación de uno dominante que va mutando con otros complementarios que potencian el aparentemente dominante en un principio. Sin embargo, esto no lleva la obra a un simple juego de colores complementarios, sino que hay matices propios de la gama de ciertos tonos conciliadores que precisamente van a constituir el punto de inflexión de la obra, pues dirigen la mirada a ese violeta o gris manchado que va a producir la atmósfera deseada. Ello lleva a la artista a acentuar elementos de contraste totalmente integrados en la obra y que transmiten al espectador sensaciones únicas, según la mirada.

Para mí, esto constituye uno de los valores de esta exposición, epítome del expresionismo abstracto de Sanzsoto, capaz de mostrar la unidad y diversidad de un movimiento aparentemente difuso, pero que construye y constituye la obra dotándola de armonía.

Sueños de cama (116×89 cm)
Consciencia (116×89 cm).

Un ejemplo de lo anterior podemos observarlo en estas dos obras, de factura similar con el color blanco como dominante, pero trabajado con la gama de ocres amarillos y una dispersión de grises y negros que llevan la imaginación a un terreno insospechado según la mirada que se dirige a ellos. Y es que la pintura de Sanzsoto, pese a la intensidad cromática que con frecuencia utiliza, siempre transmite una sensación armoniosa no exenta de ser inquietante; pero la armonía preside la obra teniendo generalmente como consecuencia una abstracción emotiva que no excluye la racionalización e intencionalidad en la técnica. Kandinsky racionalizó esta práctica al escribir en De lo espiritual en el arte, cuando dice claramente cómo el efecto físico del color produce una vibración anímica que, a su vez, potencia otros sentidos. Está claro que el color ejerce una influencia no sólo en el artista que lo usa, sino en la mirada que lo contempla; de ahí que en el expresionismo se dé la racionalización en la técnica, pero permanezca presente la percepción sensorial, el placer o displacer al contemplar la obra. Hay un peso sensorial, emotivo, que despierta vibraciones anímicas ante la obra y esto no es generalizable a todo el mundo. Es personal. Al menos, yo lo pienso así.

Fricción (130×130 cm).

Contemplando esta potente obra que, sinceramente, me emociona, me viene a la cabeza lo que (reseñado por Estrella de Diego) dijo el artista checo Kupka (1871-1957), uno de los primeros cultivadores de la abstracción, quien en un artículo de 1913 escribió: «El hombre crea la exteriorización de su pensamiento por medio de la palabra. ¿Por qué no habría de poder crear en pintura y en escultura con independencia de las formas y de los colores que lo rodean?».

No le falta razón en ello, pero además dentro del expresionismo abstracto hay un plus interior: va de dentro a fuera, pues se centra y sigue haciéndolo en el ser humano y en su estar-en-el mundo, angustiosa o desesperanzadoramente. Es así que puede expresar tanto problemas personales, mostrando de esta forma su interior, como problemas sociales más o menos coetáneos.

En el expresionismo abstracto de Sanzsoto se advierten estas claves que, recurrentemente, han estado presentes en muchos artistas expresionistas desde sus inicios. Cada cual con su lenguaje, composición y paleta cromática. Cada cual con las claves de su tiempo. En el caso de esta artista, muchas de sus obras son conmovedoras, y no lo digo en el estricto sentido de la sensibilidad, sino más bien en el territorio enigmático de la conmoción que genera su contemplación. Son obras que hablan, como diría Kupka, y que nos hablan.

Tempo primo (100×100 cm).

María Jesús Soler es una artista multidisciplinar consolidada con un amplio historial de exposiciones de pintura y grabado en España y en el extranjero. Licenciada en bellas artes en la especialidad de escultura por la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la Universidad Politécnica de Valencia, es asimismo doctora en filosofía y ciencias de la educación por la Universidad Literaria de Valencia, catedrática de filosofía y licenciada en filología hispánica. Recibió formación en grabado calcográfico en la Escuela de Artesanos de  Valencia y en la Facultad de Bellas Artes de Urbino (Italia), así como cursos especializados de fotograbado solar no tóxico en PMP Grafix, de grabado en color al carborundo y de grabado sobre pulpa de papel impartidos por José Fuentes Esteve. Ha participado en talleres sobre libros de artista y encuadernación con Albertina Tafolla. Ha estado presente en importantes ferias de arte, como las de Shanghái o Estampa. Ha realizado proyectos escultóricos como El Hilo del Tiempo, ubicado en la plaza Julio M.ª Orozco, en Elche. En el ámbito literario ha publicado las obras Meninas: mito, invención y realidad (2004), Rigoberto Soler de cerca (2011) y Sanzsoto: de roca y espumas (2013). Ilustra con sus grabados la obra Els camins i la mirada, del poeta valenciano Marc Granell.

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