Música y danza

Chet Baker

Belén Suárez Prieto y la banda El Tiempo Delicuescente dedican un concierto homenaje a Chet Baker este viernes en la sala La Salvaje de Oviedo.


El tiempo delicuescente que Cortázar nos enseñó en el capítulo 8 de Rayuela se escribe con mayúsculas en Oviedo para nombrar a un grupo musical formado por Aitor Herrero, Jorge Viejo, Jacobo de Miguel, Javi San Marcos y Manu Molina. Esta semana han presentado en Alta Fidelidad, una mítica tienda de discos de su ciudad, el concierto homenaje a Chet Baker que ofrecerán hoy en la sala La Salvaje. Belén Suárez Prieto es la promotora de esta cita con la música de un clásico desdentado y eterno en el mundo del jazz. / El Cuaderno /




El tiempo delicuescente y Chet Baker

¿Por qué Chet Baker?, me preguntan. ¿Por qué El Tiempo Delicuescente?, pero, sobre todo, ¿por qué Chet Baker?

No recuerdo cuándo empecé a escuchar a Chet Baker. Y mi falta de memoria no se debe a que haya sido hace ya demasiado tiempo. Simplemente, no lo recuerdo, pero sí que la música de Chet está unida a la noche de Reyes, cuando la casa se pone en silencio y las criaturas duermen, y a la leche templada y las galletas María, esas que se dejan en la mesa para los reyes y los camellos. Podría aquí el chiste fácil, Chet Baker y los camellos, tan presentes en la vida de Chet desde bien joven y hasta su muerte. ¿Prematura? ¿Cuál es la medida de lo antes de tiempo que llega la muerte? Baker tenía 58 años cuando su cuerpo se rompió en la acera, bajo la ventana de su hotel en Amsterdam. No le quedaba vena que picar y conoció la cara partida, el despojo en otra acera tras una paliza. Qué más da la medida del tiempo prematuro en la muerte. Qué más da, lo terrible es la madre huérfana, esa madre que buscó salvarse, muy joven, en Chettie, hijo único y hermoso, en la belleza perfecta de los años cincuenta del siglo XX, y viajaron, con el padre Chesney Baker, como Chet, Chet como su padre, de Oklahoma a California, llena de arena y de olas y de colinas y de sol y de música y de racismo en la ciudad de Los Ángeles.

A veces, quiero vivir en el tiempo delicuescente, descubierto en el capítulo 8 de Rayuela, «era el tiempo delicuescente, algo como chocolate muy fino o pasta de naranja martiniquesa, en que nos emborrachábamos de metáforas y analogías, buscando siempre entrar». Julio Cortázar, el autor de Rayuela, amaba el jazz y tocaba la trompeta. El jazz está en el Club de la Serpiente, personajes expatriados, de un territorio, de sí mismos, que deambulan por París, que ocupan Saint-Germain-des-Prés y las orillas del Sena, que sobreviven y lloran y se enamoran y hablan en sus discadas. Y beben vodka, solo y malo. Y se emborrachan, de vodka, de soledad.

Por qué Chet Baker y el tiempo delicuescente.

En Rayuela están Bix Beiderbecke y Stan Getz.

Y en Las armas secretas está «El perseguidor», y Charlie Parker y Chet Baker tocaron juntos en el Trade Winds, un trompetista de 22 años, blanco, hermoso, delicado y con una voz distinta a todas, y dicen que Parker avisó a Davis y a Gillespie, «eh, cuidado con el trompetista blanco…».

Chesney Baker, el padre alcohólico, músico ocasional, estaba fascinado, dice James Gavin en la biografía del hijo, por Bix Beiderbecke, «un cornetista de ricas tonalidades, ejecución escueta y una intensidad poco frecuente en el jazz de los primeros tiempos».

Por qué el tiempo delicuescente y Chet Baker, no es algo premeditado:

«— Bix, qué loco formidable. Poné ‘Jazz me Blues’, viejo.
— La influencia de la técnica en el arte —dijo Ronald metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas—. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delante del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zás, se acabó. Lo que habría rabiado cuando grababan discos».

Stan Getz, el saxofonista que volvió a tocar en Europa con Chet, años más tarde de ser jóvenes, y que puso como condición no cruzar las aduanas junto a él, junto al hombre adorado por el público europeo, junto al trompetista que tuvo que tocar la trompeta sin un diente de chico, con la boca reconstruida de adulto, junto al cantante de voz alejada de la norma masculina, junto al hombre que toca la trompeta mientras Van Morrison canta Send In the Clowns, en una interpretación tan hermosa de ambos que estremece de dolor.

El tiempo delicuescente, Chet Baker, el jazz, la música por encima de etiquetas, siempre abrazada a la literatura, el sufrimiento, el amor, el consuelo de un vaso de leche tibia y galletas, que se pueden tomar aun sin dientes.

2 comments on “Chet Baker

  1. Pingback: El tiempo delicuescente y Chet Baker - Belén Suárez Prieto

  2. Pingback: Concierto Conozco a Chet Baker - Belén Suárez Prieto

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo