Poéticas

Jack Spicer y García Lorca: el amor es un intercambio de lenguas

"A la manera de Lorca" (Salto de Página, 2018) de Jack Spicer.

Mediante un volumen que incluye cartas, traducciones e imitaciones de su poesía, Jack Spicer (Los Ángeles, 1925 – San Francisco, 1965) rinde homenaje a Federico García Lorca elaborando una densa malla de mitos, reflexiones personales y metáforas que tienen como destinatario al poeta andaluz.  A la manera de Lorca (Salto de Página, 2018) es por ello un libro singular que cuestiona ideas preconcebidas en torno a la autenticidad y la autoría.
Autor de una poesía austera en lo formal e intensa en la imagen, Jack Spicer concibió a partir de la escritura de este libro un sistema literario basado en dos principios. El primero consiste en lo que él mismo llamó “la poesía por dictado”, es decir, un método a través del cual intenta escribir poesía al dictado de una voz externa, que está más allá de su propia experiencia, carencia o necesidad. El segundo se basa o en un entramado formal de estructura serial, cuya potencia expresiva y simbólica estaría en la propia interacción de todos los poemas.

La suya ha sido considerada como una de las poéticas de mayor relevancia en la poesía estadounidense de los años sesenta, junto con las de John Ashbery, John Giorno, Allen Ginsberg o Alice Notley. Ganador del American Book Award en 2009 con este libro, la reciente reedición de su poesía reunida ha sido considerada uno de los acontecimientos editoriales de los últimos años en Estados Unidos.

Martín Rodríguez-Gaona, autor del prólogo y de la traducción al español de After Lorca (White Rabbit Press, San Francisco, 1957) en la edición que ahora publica Salto de Página, contextualiza para El Cuaderno el mundo poético de Spicer y selecciona un extracto de las cartas y poemas que forman parte del volumen.


Federico García Lorca

/ por Martín Rodríguez-Gaona /

“De alguna forma el infierno existe en la distancia / Entre lo que se recuerda y lo que se ha olvidado. / El infierno de alguna forma existe en la distancia / Entre lo que sucedió y lo que nunca sucedió / Entre la luna y la tierra del instante / Entre el poema y el ojo amarillo de Dios”. Al leer estos versos de las Elegías imaginarias, parte de los hermosísimos poemas que el poeta estadounidense Jack Spicer rehusó al iniciar la segunda etapa de su obra, un inteligente amigo llegó a una conclusión rotunda: “A veces, la poesía experimental demuestra una profunda vocación autodestructiva”.

En efecto, se suele entender que la poesía es un arte para minorías y, dentro de ella, que toda propuesta que desafía abiertamente lo comunicativo –desde posiciones gráficas, lúdicas o intelectuales- está condenada, por esa ligereza, a la oscuridad más absoluta, al desprecio o el olvido de los lectores. Sin embargo, para Jack Spicer, el extraordinario poeta-lingüista de San Francisco, aquel riesgo resultaba inevitable, pues estaba en juego encontrar una vía para que la palabra recuperase su condición de productora de sentido (una idea amenazada en la modernidad por las aportaciones de Mauthner, Wittgenstein y Sapir, que niegan la referencialidad natural del lenguaje, su capacidad para traducir lo real). Consecuentemente, Spicer asumiría este reto desde lo más profundo de su personalidad, con el dramatismo del ludópata y la obsesión del hincha –el bridge y el béisbol eran otros de sus juegos favoritos- porque, finalmente, la poesía debía ser algo más que la expresión del deseo o la frustración de un individuo. La tarea era lograr que los poemas trascendiesen su condición de asuntos de una sola noche, que llegasen a ser más significativos que el sexo en las saunas públicas.

Esta decisión, asumida en 1957, cuando Allen Ginsberg, Jack Kerouac y otros escritores Beatniks asaltaban la escena poética estadounidense, lo hizo emprender A la manera de Lorca, un conjunto de cartas, traducciones e imitaciones, dirigidas al fantasma del poeta andaluz. En este libro, Spicer hace participar a García Lorca como autor de textos apócrifos y destinatario epistolar de reflexiones poéticas y personales, incidiendo en que toda lectura crea una comunidad espiritual, al menos por un verano, al menos de forma efímera. De esta audaz manera, Jack Spicer lograba cuestionar conceptos tradicionales asociados a lo poético, como la autenticidad y la autoría.

A partir de aquel momento su obra, continuada en pequeños conjuntos de poemas como A textbook of Poetry, The Holy Grail o Language, se basa en dos principios fundamentales: la escritura surgida como consecuencia de un dictado externo –proceso ajeno por completo a la voluntad del autor- y la creación constante de sistemas, de poemas en serie, con los que supera las limitaciones del lirismo decimonónico. Esta fe en una aproximación casi ocultista al lenguaje lo relaciona con las poéticas de Yeats, Rilke y Stefan George, y en gran medida, su inusual mezcla de intelectualismo e irracionalidad ha hecho de la poesía de Spicer una de las más apreciadas e influyentes de la poesía estadounidense contemporánea.

Pero Jack Spicer, fuera de sus logros, demostró siempre un extraordinario talento para llegar muy temprano o muy tarde a todas las citas donde se encontraba el éxito. Después de haber sido uno de los responsables de la creación de la Six Gallery, un inoportuno viaje le impidió participar allí en la lectura de  Aullido (1955) con la que Allen Ginsberg dio el pistoletazo inaugural a la poesía de su generación. Más grave sería aún la deserción que su amigo Robert Duncan hiciera del pequeño grupo que conformaban con Robin Blaser, paródicamente llamado Berkeley Renaissance, en búsqueda de la notoriedad de otros proyectos como el Black Mountain College o los propios Beats.

El golpe decisivo, no obstante, fue mucho más concreto, lento y artero: Spicer rechazó, en plena caza de brujas McCarthysta,  un juramento de fidelidad a la constitución de los Estados Unidos, por mantener sus vínculos con la Sociedad Mattachine, organización pionera en discutir el papel de los homosexuales en la sociedad contemporánea. Este gesto le costaría dañar irreparablemente su carrera universitaria, hasta llegar al desempleo, por lo que los últimos años de su vida se convirtieron en una academia improvisada en bares para jóvenes poetas, largas horas en la playa, escuchando béisbol y sugiriendo versiones de un lenguaje marciano para el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, y grandes dosis de alcohol y poesía.

La seriedad del jugador nato llevada a todas las esferas terminaría, inevitablemente, por pasar a Spicer una última factura.  La poesía experimental demuestra una profunda vocación autodestructiva: “Mira lo que mi vocabulario me ha hecho”, alcanzó a decir Spicer a Robin Blaser en el hospital de caridad, entre el sopor del coma alcohólico. “Sólo tu amor te permitirá seguir”. Hace cincuenta y tres años, un verano, como García Lorca, Jack Spicer inició su diálogo infinito con los muertos, y sus cenizas están enterradas en una tumba sin nombre.


Extracto

Sobre una lectura de los poemas de amor del año pasado

El corazón es una cosa saltarina y martillea de prisa.
La palabra es lenta y rígida en su paso.
Pero, si parten a la vez, deben finalmente coincidir
Como cuando compitieron la tortuga y el conejo.
Las palabras siguen a los latidos, arrogantes y lentas
Como si tuvieran una eternidad a su disposición,
Como si la carrera tuviese ganador, como si fueran
A dar en el camino con un conejo agonizante.
Entonces, paso a paso, las palabras se convierten en sí mismas.
La tortuga se desliza para recibir el premio.
Pero, ah, la suave caricia, el velocísimo favor
Se ha perdido para siempre con el conejo muerto.

 

Asunto de una sola noche

Escucha, bastardo con corazón de seda,
Dije en el bar anoche,
Usas esas ropas de ensueño
Como un cisne fuera del agua.
Escucha, tú, bastardo emplumado de lana,
Mi nombre, sólo para el registro, es Leda.
Me puedo recordar fingiendo
Que tu corbata de seda roja es un verdadero corazón
Que tu traje de lana cruda es carne real
Que podías flotar a mi lado con la caricia del cisne
De la satisfacción fortuita,
Pero sin su sangre.
Mañana al despertar, apenas recordaré
Las plumas de alguien y su corazón arrugado
Envuelto plácidamente sobre mi lecho.

 

Querido Lorca:

Estas cartas son tan temporales como nuestra poesía ha de ser permanente. Ellas expondrán los borradores, lo accesorio que mis congestionados contemporáneos exigen para que se les permita tragar y digerir la palabra pura. Usaremos nuestra retórica aquí para que no aparezca en nuestros poemas. Dejaremos que se consuma párrafo a párrafo, día a día, hasta que nada de ella quede en nuestra poesía y nada de nuestra poesía quede en ella. Es precisamente porque estas cartas no son necesarias que deben escribirse.

En mi última carta hablé de la tradición. Los tontos que lean estas cartas pensarán que por esto nos referimos a lo que la tradición parece haber significado últimamente- Una histórica labor de retazos (elaborada con citas isabelinas, callejeros del pueblo natal del poeta, u oscuras insinuaciones sobre oscuras muestras de magia publicadas por Pantheon) empleada para cubrir la fragilidad de la palabra desnuda. La tradición significa mucho más que eso. Significa generaciones de distintos poetas en países distintos pacientemente narrando la misma historia, escribiendo el mismo poema, ganando y perdiendo algo en cada transformación- pero, por supuesto, nunca realmente perdiendo nada. Esto no tiene que ver con la quietud, el clasicismo, cierto temperamento o cualquier otra cosa. La invención es meramente enemiga de la poesía.

Mira qué débil es la prosa. Invento una palabra como invención. Estos poemas pueden ser traducidos, transformados por una cadena de cincuenta poetas en cincuenta idiomas, y todavía seguirían siendo temporales, falsos, incapaces de entregar la sustancia de una sola imagen. La prosa inventa- la poesía revela.

Un enajenado habla consigo mismo en la habitación vecina. Habla en prosa. Dentro de poco puedo ir a un bar y allí uno o dos poetas me hablarán y yo hablaré con ellos y trataremos mutuamente de destruirnos o atraernos e incluso hasta escucharnos, pero nada sucederá porque estaremos hablando en prosa. Me iré a casa, ebrio e insatisfecho, y dormiré- y mis sueños serán prosa. Incluso el inconsciente no tiene la paciencia necesaria para la poesía.

Tú estás muerto y los muertos sí que son pacientes.

Con amor,

Jack

 

 

Balada del escape

Una traducción para Nat Harden

 

Me he perdido muchas veces a lo largo del océano
Con mis oídos cubiertos de flores recién cortadas
Con mi lengua llena de amor y agonía
Me he perdido muchas veces a lo largo del océano
Como me pierdo en los corazones de algunos chicos.

No hay noche en la que, dando un beso,
Uno no sienta las sonrisas de la gente sin rostro
Y no hay nadie que tocando algo recientemente nacido
Pueda olvidar por completo las calaveras inmóviles de los caballos.

Porque las rosas buscan siempre en la frente
Un duro paisaje de hueso
Y las manos de un hombre no tienen otro propósito
Que el ser como las raíces que crecen bajo los campos de trigo.

Como me pierdo en los corazones de algunos chicos
Me he perdido muchas veces a lo largo del océano
Deambulo a lo largo de inmensidades de agua buscando
Un final para las vidas que intentaron completarme.

Querido Lorca:

Me gustaría hacer poemas a partir de objetos reales. Que el limón sea un limón, y que el lector pudiese cortarlo, o exprimirlo o probarlo- un limón auténtico como el periódico que en un collage es un periódico auténtico. Me gustaría que la luna en mis poemas fuese una luna real, una que pudiese ser de pronto cubierta por una nube que nada tiene que ver con el poema- una luna completamente independiente de las imágenes. La imaginación pinta lo real. Me gustaría mostrar lo real, desvelarlo, hacer un poema que no tenga en sí sonido, salvo la señal de un dedo.

Ambos hemos intentado librarnos de las imágenes (tú desde un inicio y yo sólo cuando maduré lo suficiente como para cansarme de intentar que los objetos conectaran), haciendo a las cosas visibles en vez de pintar cuadros con ellas (phantasia non imaginari). Qué fácil es en fantasías eróticas o en la más cierta imaginación de un sueño el inventar un muchacho hermoso. Qué difícil llevar al muchacho en bañador azul que había observado casualmente como a un árbol y hacerlo visible en un poema como es visible un árbol, no como una imagen o una pintura, mas como algo vivo- atrapado para siempre en una estructura de palabras. Lunas vivas, limones vivos, muchachos vivos en ropa de baño. El poema es un collage de lo real.

Pero las cosas decaen, la razón argumenta. Las cosas reales se convierten en basura. El trozo de limón que pegas en el lienzo empieza a desarrollar hongos, el periódico cuenta eventos increíblemente antiguos en una jerga olvidada, el muchacho se hace abuelo. Sí, pero el desperdicio de lo real alcanza todavía al mundo presente convirtiendo a sus objetos alternativamente en visibles- el limón llama al limón, el periódico al periódico, el muchacho al muchacho. Al decaer las cosas brindan vida a sus equivalentes.

Las cosas no conectan, se corresponden. Eso es lo que hace posible a un poeta el traducir los objetos reales, traerlos a través del lenguaje tan fácilmente como puede traerlos a través del tiempo. Ese árbol que tú viste en España es un árbol que yo nunca pude haber visto en California, ese limón tiene un aroma distinto y un diferente sabor, PERO la respuesta es ésta- cada lugar y cada tiempo tienen un objeto real que corresponde con tu objeto real- ese limón puede convertirse en este limón, o puede incluso convertirse en este pedazo de alga, o este específico color gris del océano. Uno no necesita imaginar el limón, uno necesita descubrirlo.

También estas cartas. Ellas corresponden con algo (no sé qué) que tú has escrito (quizá de una forma tan poco aparente como ese limón que corresponde con este trozo de alga) y, a su vez, algún poeta futuro escribirá algo que corresponda con ellas. Ésta es la manera en que los hombres muertos nos comunicamos unos con otros.

Con amor,

Jack


A la manera de Lorca y otros poemas
Jack Spicer
Traducción y prólogo de Martín Rodríguez-Gaona
Salto de Página, 2018
232 páginas; 16.50 €

2 comments on “Jack Spicer y García Lorca: el amor es un intercambio de lenguas

  1. gracias por compartir!!

  2. Pingback: Jack Spicer y García Lorca: el amor es un intercambio de lenguas — El Cuaderno – Una Simple Secretaria

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