Arte

Sobre el arte como «tekné»

La arbitrariedad de lo que es (o no) arte.

/ por Sergio Ferreiro Yanes /

Durante la década de 1980, la Facultad de Bellas Artes estaba todavía impregnada de las palabras que en su claustro se habían pronunciado unos años antes para decidir cómo designarla. ¿Debía ser definida como una Facultad de Bellas Artes o de Artes Plásticas?; lo de Artes visuales aun ni se contemplaba. A muchos de los profesores de entonces ni se les ocurría considerar Arte, los happenings, performances, instalaciones y demás manifestaciones artísticas de la vanguardia europea y americana de aquellos años. Hoy esta es una discusión fuera de lugar, si bien el estado de la cuestión sobre la práctica artística necesita que se aborde desde una perspectiva revisionista que la vuelva a fundamentar en esta tardía postmodernidad, tan llena de post-verdad.

Cuando se describe una situación es necesario dar referencias y destacar los elementos que acompañan a los hechos que se relatan. En este sentido, todos los argumentos tienen alma de reflexión práctica, en mi caso la de pintor que nunca ha estado de acuerdo, ni ha colaborado, con un mundillo que, en su mayor parte –en todo colectivo hay excepciones– vive del excesivo marketing publicitario, de la explotación de los artistas y de una arbitrariedad descomunal a la hora de presentar como Arte (lat. Ars, artis), gestos que no pueden definirse sino como poco más que ocurrencias poco afortunadas y en nada originales, en cuyo origen no está sino la práctica del modelo comercial de los artistas elegidos por cada galería a los que hay que dotar de significado a posteriori, a pesar de su, en muchos casos, mala praxis material o vació insondable de ideas.

En líneas generales, el conocimiento de la Historia del Arte por parte de los artistas de las últimas décadas suele ser tan superficial como escaso e inexacto, salvo honrosas excepciones. No es mucho mayor el conocimiento general de los estudiantes de las Facultades de Bellas Artes sobre la Historia del arte contemporáneo; éste se limita al relato vacuo y repetitivo de los patrones establecidos por determinadas manifestaciones artísticas, algunos hechos sociales y, demasiados recursos político-culturales.

Pero, lo que es mucho más sorprendente, y revelador, es que estos nuevos creadores parecen seguir fielmente las consignas ideológicas establecidas por los lobbys de presión que dominan a la gran masa adormecida. Sí, ellos también nutren sus discursos con ingredientes tales como: consumo, igualdad de género, ecología, igualdad social, energías renovables, algo de nacionalismo para alimentar un ego de superioridad intelectual, mucho de deportes de masa, y unas gotas de calentamiento global como marco de otros “calentamientos” de parejas famosas de la actualidad; en definitiva, capitalismo contestatario de disidencias de rive gauche, temas y motivos sociológico-políticos de amable pensamiento social-neo-liberal que están siendo emitidos ininterrumpida e incansablemente en todos los medios de comunicación y redes sociales hora tras hora cada día. Estos son los temas a los que el poder mediático y político ha decidido otorgar la denominación de Cultura. Los nuevos artistas siguen fervorosa y animosamente este patrón como si fuese la panacea de la new-rebellion artística.

Antes de comenzar mis estudios de “Bellas Artes”, pasé unos años en la Facultad de Filosofía, ya entonces allí se reflexionaba desde la lógica de enunciados sobre los términos lingüísticos más acertados para ser utilizados en los ensayos y argumentaciones. Aprendí allí que había que introducir supuestos y jugar de modo hegeliano para, a diferencia del pensador de Stuttgart, llegar a conclusiones fenomenológicas dufrennianas, en las que las estructuras triádicas siempre dejan la libertad de seguir desarrollando, con renovados supuestos, las argumentaciones planteadas. Intentaré explicarme: tan sólo voy a intentar responder a la siguiente pregunta: ¿Por qué es tan difícil encontrar en las manifestaciones artísticas contemporáneas unas Bellas Artes con mayúsculas?

Las Bellas Artes a las que me refiero son: la Pintura y la Escultura, y no por menosprecio de otras, como la Música, la Poesía (a quien ya Horacio regaló su comparación con la pintura) y la Arquitectura o las Artes escénicas y visuales: el Cine, el Vídeo, la Fotografía, la Danza o el Teatro, sino porque uno habla de lo que sabe, y el saber es limitado para el artista.

Cito todas estas disciplinas artísticas porque en este post-eclecticismo relativista del “todo vale” desde mi punto de vista, lo que se está acometiendo es la fusión acrítica y antinatural de la expresión artística, que no alcanza aquella Gesamtkunstwerk wagneriana, la obra de arte total, sino que, antes bien, compone monstruos remendando un patchwork inarmónico, que no puede ser sino frankensteniano, de ideas y realizaciones materiales híbridas. Pero lo cierto es que la experiencia nos alcanza con tozudez y Frankenstein puede llegar a ser objeto de consumo artístico si se publicita adecuadamente con sólido apoyo crítico y teórico y proyectando su sombra sobre este ecléctico, híbrido y enredado mundo, bien pagado por quienes ponen en marcha el negocio del arte. En definitiva, y de acuerdo con la paremia de la Castilla más profunda: ¡culo y témporas!, bien adornados por la crítica artística. De este modo, muchos pagarán para consumir tan postmoderna y triste receta gourmet. Bien sabemos que la buena publicidad es el verdadero arte de la segunda mitad del siglo XX, como ya demostró Andy Warhol.

Andy Warhol (Pittsburgh, 1928 – Nueva York, 1987)

Escribía Ortega y Gasset a comienzos del pasado siglo que el Arte era una actividad de liberación, y se preguntaba: ¿de qué nos libera? La respuesta era irrefutable: de la vulgaridad, de ese cúmulo de hechos insignificantes, y alguno significativo, “(…) que son urdimbre de nuestras vidas, y que sueltos, desperdigados, sin más enlace que el de la sucesión, no tienen sentido.” Les invito a sustituir “nuestras vidas” por “nuestro arte contemporáneo”. Curioso, ¿verdad? No creo que pueda haber arte en su noble acepción que no radique en las realidades profundas del ser humano, “…el doliente corazón silencioso del Uno-Todo.” según nuestro universal filósofo.

A finales del siglo XIX se pensó que la fotografía acabaría con el dibujo y con la pintura. Años después se dijo que la televisión terminaría con la radio. Pero ahí siguen y seguirán, ya que las creaciones humanas, como la energía, nunca desaparecen, tan sólo, se transforman. Pero hay una diferencia sustancial entre la transformación en el Arte y la transformación de la energía einsteiniana.

Físicamente parece ser cierto que E=mc2, la energía se transforma siguiendo la ecuación de masa por velocidad de la luz al cuadrado, pero en arte, la energía que lo transforma es igual a la motivación artística “m” del artista, multiplicada por “crear muy poco a poco” (cpp)2 ¿al cuadrado?; mejor dicho: en el cuadro. ¿Ejemplos? Miles. Ahora sólo voy subrayar dos: por un lado, las caras de los evangelistas que aparecen en los Evangelios de Weltenburgo, que fueron realizados hacia la mitad del siglo IX – se pueden contemplar en la Biblioteca Nacional de Viena -, y que son muy semejantes a los rostros de los grabados que Picasso hizo en su serie: La Suite Vollard. La transformación formal y plástica de esos rostros es casi igual a cero. Por otro, los toros también de D. Pablo, que por su rotundidad, monumentalidad, expresión y gesto no difieren casi en nada de los voluminosos bisontes de Altamira.

Grabado de La Suite Vollard (1950), Pablo Picasso.

Todas las creaciones pictóricas, escultóricas o científicas realmente bellas tienen y han tenido siempre las mismas características en cuanto al saber pensar, saber hacer y saber jugar del creador con relación a la Historia y su tiempo. Los techos de Altamira o el de la Sala XX de los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, realizada por M. Barceló, quizás, sólo difieran en los milenios que separan sus instantes de creación (momento pregnante, que diría Lessing); pero artísticamente son dos claros valores de una “transformación mínima” de lo que significa pintar sobre un techo bajo el que se reúne a una determinada sociedad.

Una obra de la prehistoria, otra del medievo, y dos del siglo XX. En cada uno de estos tres tiempos históricos, los artistas que crearon esas obras han utilizado: un soporte, unos pigmentos, un aglutinante y la ecuación propuesta: E= m.(cpp)2. Fórmula sencilla y que fue aplicada por los grandes artistas en la creación de sus obras con rotundidad, claridad y poderosa intención. Entonces, ¿Por qué se ha complicado el discurso y el método en el arte contemporáneo? ¿Por qué se ha llegado a tanto sinsentido? ¿Cómo cada año una new-rebellion compite con la re-new rebellion del año anterior?

¿Por qué la verdadera Pintura y la verdadera Escultura, con sus propios ingredientes -materiales reales en 3D- se han ido diluyendo en mezcolanzas eclécticas de tan vacuo y vago discurso pseudovirtual? La respuesta es tan sencilla como explicar la metáfora.

La receta de una fabada de calidad consiste en: primero, utilizar buenos ingredientes: un agua pura, mejores fabes, un estupendo compango y un cariñoso fuego. Después, hay que cocinar todos estos ingredientes siguiendo el método tradicional, es decir: “a fuego lento”; empleando mucho tiempo y un gran cuidado. Parece sencillo, pero a la hora de la verdad ¿Dónde encontrar una buena fabada?

Les invito, a sustituir términos para poder reconocer y disfrutar de una buena Pintura. Para que exista son necesarios estos ingredientes: un soporte bien preparado, un aglutinante puro, y unos excelentes pigmentos. Después hay que cocinarla con mucho tiempo y un gran cuidado (al igual que hace el científico en cada uno de sus experimentos) mediante la investigación, la reflexión y con la responsabilidad de asumir el resultado.

¿Mucho tiempo? ¿En esta sociedad de “lo quiero para ayer” y además ¡ya!? ¡Qué imprudencia la mía!, y gran cuidado, ¿cómo el que se disfruta en los fast-food de cualquier franquicia? Me temo que no estoy en la onda.

Adoro las definiciones y como a veces se olvidan, recurro al diccionario para que me auxilie. Casi siempre me responde acertadamente. Por eso releo ahora en el de la RAE que el “arte” no es sólo la virtud, disposición o habilidad para hacer bien alguna cosa, sino que también es sinónimo de cautela, maña y astucia. En las “Bellas Artes”, es el acto mediante el cual, el ser humano, valiéndose de la materia, de la imagen o del sonido, expresa lo material o lo inmaterial, copiando o fantaseando sobre lo real o lo irreal.

Definición que debería concluir, en mi opinión, con las palabras: siguiendo un método, ya que la Tekné (ars, artis latino) de la Antigua Grecia era la palabra con la que se definía el arte manual, el “oficio” de alguien que “sabía su arte” por tener una habilidad particular y notoria en él, y que por ende seguía el método o conjunto de reglas de su disciplina. Muy importante es recordar que en la Tekné no se podía obviar que en el “hacer” debía estar incluido el “pensar”.

He aquí una de las posibles respuestas a las siguientes preguntas: ¿Por qué se han perdido las fronteras en cada una de las “Bellas Artes” tradicionales? ¿Por qué se ha perdido la pureza en su campo de acción? ¿Por qué se ha olvidado el “Pensar” o el “Hacer” y en algunas obras expuestas con abrumadora solemnidad en las ferias de arte contemporáneo han desaparecido totalmente el “Hacer” y “El Pensar”?

Hace ya más de un siglo que el pintor y el escultor fueron introduciendo en sus obras elementos no pictóricos y no escultóricos: fotografías, vídeos, juegos de luces, movimientos corporales, danzas, sonidos, teatralizaciones y otros muchos artificios que si en sus comienzos fueron un modo de abrir y explorar nuevas rutas para la propia evolución de las Artes Plásticas y Visuales, su exceso de uso hizo que se olvidaran los cimientos y las estructuras de la disciplina concreta que se realizaba: Pintura o Escultura.

He aquí el porqué es tan difícil encontrar Bella Pintura y Bella Escultura hoy en día. Se olvidó la receta simple y sencilla de la Academia. Aquella que debería tener muy bien aprendida todo artista de las Bellas Artes, y que consistía en: primero, aprenda a mirar, después, sepa ejecutar con los métodos propios de la disciplina; y, más adelante, reflexione sobre qué ha contemplado y cómo lo ha ejecutado; para terminar, piense, investigue y trabaje en el modo de transmitir artísticamente -me atrevo a decir poéticamente- aquello que es humano desde su propia humanidad como creador.

En la última edición de Arco se presentaron miles de obras, “lo excelente”, como es tradición, era muy escaso; de Pintura, tal y como yo la entiendo – este sería tema para un largo texto-, excepto algún clásico, muy poco, nada que reseñar aquí; de Dibujo, la delicadeza y el buen hacer de Fabien Merelle o Mark Ryden; en fotografía, los fantásticos mundos creados por Lucia Koch dentro de sus cajas de cartón y, en Escultura la sutileza de las construcciones de Antonio Crespo Foix. Eso sí la obra “Matrícula de honor cum laude” de este Arco 2018 fue la monumental y maravillosa “Alepo” del escultor gallego Leiro, a la que, curiosamente, nadie hacía caso.

Alepo, Francisco Leiro, ARCO 2018

Resumen intenso y muy breve de una feria que aquí recuerdo para mostrar, primero; que estas pocas obras son buenos ejemplos de la Tekné definida con anterioridad, y segundo; para subrayar que estas obras quedaron anuladas por un Poder establecido al que sólo le interesaba subrayar y destacar lo que apareció en todos los medios de comunicación: el autor “SS”, con su obra titulada “PP”… ¡No piensen mal!, son sólo las iniciales del nombre y apellido del autor, y las iniciales de las dos palabras de su título. Una obra: ¡tan!, ¡Tan!… ¿rebellion?… como deseaba que fuese el mundillo al que hice referencia al comienzo de estas líneas.

Al mismo tiempo que la Feria Internacional de Arte madrileña, en las salas temporales del Museo del Prado se podían contemplar las obras de dos pintores que son claro ejemplo de la idea que deseo transmitir aquí. Por un lado, nuestro maravilloso y fantástico Fortuny ¡Ay, si hubiese sido francés!; y, por otro Cai Guo-Qiang, a quien los del “mundillo” quieren definir como nuevo gran genio de nuestro siglo. Un lobby poderoso que, como dije antes, vive del marketing publicitario y la arbitrariedad que en cada momento interesa para presentar como “Arte”, gestos y discursos que no son más que “ocurrencias” poco afortunadas y “discursos” repetidos hasta la saciedad en los medios de comunicación.

Cai Guo-Qiang (Quanzhou, China, 1957)  ante su obra Day and Night © Museo del Prado

Cai Guo-Qiang, un artista que, con la obra presentada en nuestra pinacoteca nacional, demuestra sin tapujos ni vergüenza (aunque se grabó un vídeo para disimularlo) que ni ha sabido mirar, ni ha comprendido a los grandes clásicos de nuestra pinacoteca. Un pintor cuyo saber hacer consiste en hacer explotar pólvora de colores sobre soportes de enormes dimensiones para crear gigantescos “petardos” de colores en los que relata de un modo vacuo y repetitivo un discurso inventado para la ocasión con raíces de ecológica naturaleza.

En este discurso con el que quiero subrayar el tiempo que lleva todo buen hacer, debo resaltar que mucho más tiempo lleva el querer hacer un excelente “Buen Hacer”. El otro día escuchaba a un reputado y magnífico tenor decir que hasta dentro de dos años, como mínimo -subrayaba-, no estaría en disposición de cantar un determinado papel en una de las óperas de Wagner. ¡Ven ustedes! lo que es ser responsable y honesto con un excelente “Buen Hacer”.

Tiempo y sumo cuidado. Sin proceso serio y coherente no se ha creado ninguna de las grandes obras de referencia universal en la Historia del Arte. Pero, tristemente, esta máxima, como la de reconocer una buena fabada, se ha olvidado ya hace demasiado tiempo. No olviden que ya hace décadas que la venden enlatada.

A lo largo del siglo XX el artista se fue convenciendo de que sus únicas funciones sociales, si es que el arte ha de tenerlas, eran hacer la revolución y provocar el escándalo. Alentado y apoyado en esta actitud por unas estructuras comerciales muy poderosas, se conseguía creer él mismo como el más transgresor y “vanguardista” de todos los vanguardistas. A la vez, las campañas de marketing organizadas en torno a él hacían creer a los revolucionarios burgueses de salón que, aplaudiendo con admiración lo mostrado, ellos mismos también participarían de ese reino de los cielos tan transgresor y revolucionario, tan new-rebellion de hoy en día. Eso sí, sabiendo que nunca perderían su acomodado y terrenal sillón burgués.

Recuerdo en este punto que en pocos años se llegó a crear, en la década de los ochenta, un movimiento mundial llamado Transvanguardia, en el que, entre otras cosas, los que pensaban eran los “críticos” y los que hacían creyéndose lo del saber hacer eran los artistas presentados por críticos tan excelsos como Acuille Bonito Oliva. Los artistas por “Él” elegidos eran los únicos y verdaderos creadores del momento, ningún otro movimiento que no fuese Transvanguardia podía ser atendido. El neo-expresionismo alemán de la época existió, pero….

¿Qué querían, realmente transgredir?, ¿Qué?, Si sólo “recalentaban” lo ya cocinado. Ya habían pasado setenta años de La Fuente de M. Duchamp, y no hacía más que veinte años que Piero Manzoni nos exponía enlatada su propia mierda.

«Merda d`artista» (1961), Piero Manzoni

En un taller que realicé -hace los mismos veinte años- con el artista Nacho Criado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, éste me dijo: ¡cuidado con la “mierda” que pudieses exponer, si tiene un tamaño muy grande todavía huele más.

¡Ay! si hubiese escuchado esto Cai Guo-Qiang. Por otro lado, quizás el Sr. Manzoni, ya conocía esa máxima, y por ello decidió presentar su producto enlatado. ¡Qué curioso! Como las fabadas enlatadas que, sin ningún rubor, come e interioriza la gente.

Como dije anteriormente, hace más o menos un siglo todas las disciplinas artísticas empezaron a mezclarse, la pintura incluía en ella fotografías, la escultura, cualquier elemento cotidiano como maletas, fregonas y paraguas; y poco a poco aparecieron un sinfín de happenings, performances e instalaciones que han quedado en gestos olvidados, pero que han transformado las Bellas Artes en un mercado de registros digitales y virtuales sustentados en una endeble materialidad que no tiene ningún sentido sin el espectáculo que proporcionan las nuevas tecnologías y el protagonismo que les otorga la publicidad en los mass- media.

La Pintura y la Escultura, son por definición “artes materiales”. Sin el tiempo y el cuidado metódico para transformar esta “materia” en “poesía”, una buena obra de arte, no es nada. Sin el necesario buen hacer a fuego lento, y sin la meditación sobre lo que transformamos después de una profunda investigación, cualquier obra que se presente no merece más espacio de presentación que el oscuro y frío cilindro que tiene la receta gourmet enlatada.

Las Bellas Artes en las que se sabía crear con los “santos” óleos; o se sabía tallar el mármol o modelar el barro con la más precisa y absoluta belleza, están desapareciendo por no conocer la Tekné, y esto lleva a que al no haber ni hacer ni pensar, no se sepa el porqué y el para qué se crea.

El maestro de Weltenburgo, Fortuny, Picasso, Leiro o Barceló aprendieron en la Academia. Allí aprendieron cómo mirar para llegar a contemplar; cómo hacer desde el método propio de su disciplina; cómo pensar desde la Historia del Arte que les ha precedido, y entonces engendraron, compusieron y crearon unas obras que desde la Tekné pueden considerarse verdaderamente artísticas (y metafóricamente poéticas) y desde las que manifestaron la Belleza por medio de la materia.

Si así se siguiese, quizás the new – rebellioners pudiesen alcanzar la categoría de artistas y engendrar y dar a luz obras artísticas que perdurasen en el tiempo y en todo tiempo. Como decían los romanos: IN AETERNUM. El artista, en este caso, habrá sabido mostrar con “R-elieve” y con “R-igor” la esencia de la NatuRaleza Humana desde su propia natuRaleza de aRtista. porque como decía Santo Tomás: aRs imitatur natuRam inquantum potest.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

2 comments on “Sobre el arte como «tekné»

  1. UNA LECTURA MUY INTERESANTE E INSTRUCTIVA

  2. Pingback: A – Poesía de la A a la Z

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo