Creación

Las babas del líder

Un nuevo cuentín triste de Juana Mari San Millán, protagonizado por una secretaria enamorada.

Cuentinos tristes

Las babas del líder

/por Juana Mari San Millán/

Fue la secre, a secas y con minúsculas, durante casi cuarenta años de vida laboral. Ahí es nada lo del ojo. Cada vez que tenía ocasión comentaba que retrasó la edad de jubilación por culpa del pope, del jefe de La Organización con mayúsculas, del jerarca, del líder. El comentario no insinuaba una miaja de resquemor, aunque algunos interpretaran lo contrario, que expresaba la queja de una maltratada: paño de lágrimas, chacha, felpudo, confidente, barragana, aurora@chicaparatodo.es.

—Oye, Aurora, que ayer cumplí treinta años de casorio y se me pasó, se me fue el santo al cielo. Cómprame un sujetador y unas braguitas, o un picardías completo. Todo a juego, anda. Como si fuera para ti.

Aurora Suárez del Campo tuvo cinco novios formales con los que no llegó a nada serio. Y eso que los cinco eran buena gente, como solía reconocer sin asomo de empacho o recochineo. No encontraba explicaciones razonables ante ese quíntuple fracaso. Sí recordaba que allá de púbera, cuando le vinieron las primeras menstruaciones, juró por todos los santos y mártires de la cristiandad que no se conformaría con orgasmos normales, los reglamentarios, digamos; que aspiraría a alcanzar el vértigo del eretismo místico de Santa Teresa, como poco. De ahí quizá provinieran sus frustraciones y las de sus cinco novios formales en materia de sexo. Esa exigencia tan desmedida de la libido le producía una incontenible atracción hacia el líder, un ferviente deseo de proximidad, una pasión irresistible que nunca rebasaban la púdica barrera de platónicos escarceos amorosos. No ignoraba, por contra, que las malas lenguas propalaban que andaba perdidita por él y las viperinas aseguraban a pies juntillas que se acostaban juntos desde hacía la tira, si lo sabré yo.

—Escúchame, Aurora, que ayer cumplió años mi mujer y me olvidé. No puedo estar a todo. Cómprame una colonia rica o un fular o algo, anda. Como si fuera para ti.

El tiempo se escapa como una nube, como las aves, como una sombra, según se referencia en el Libro de Job. Dicho en plata: a Aurora se le pasó el arroz en un quítame allá esas pajas y el líder, a compás, se trastocó en reo para sorpresa morrocotuda de propios y extraños. Pero Aurora Suárez del Campo, la secre sempiterna, seguía bebiendo los vientos por el líder de sus entretelas. Le caía la baba ante su imagen, más que deplorable, en el banquillo de los acusados de la sala de justicia. Segregaba, frente al televisor, la misma espesura de saliva, la misma categoría y clase de baba que él, el líder, se quitaba de la boca a cada poco con un tembloroso pañuelo blanco.

Puro dispendio, puro derroche de ternura, lo de Aurora.

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