Arte

La Redonda, guarida de la belleza

La fotógrafa y pintora Estrella Sánchez ha dedicado una década a retratar los jardines del Museo Evaristo Valle, en Gijón, y el resultado es una serie de fotografías que muestran el diálogo del arte y la naturaleza domesticada en uno de los parajes más hermosos de los territorios atlánticos.

Si Claude Monet hubiese conocido los jardines de La Redonda, en el barrio gijonés de Somió, es posible que su mirada sobre la naturaleza hubiese sido otra. Ni mejor, ni peor: distinta. Su Giverny normando y el asturiano jardín del Museo Evaristo Valle comparten la sentimentalidad atlántica y el diálogo que la naturaleza domesticada establece con la creación artística. Esa atmósfera es la que ha retratado durante casi una década Estrella Sánchez (Santander, 1952) y su testimonio es la exposición Susurros y secretos, una antología de las muchas fotografías que ha ido tomando en el lugar. La pintora y fotógrafa convirtió en un hábito cotidiano las visitas al centro museístico gijonés para adentrarse en el legado del pintor asturiano Evaristo Valle, uno de los artistas españoles que a caballo entre el XIX y el XX logró trasladar al lienzo el fulgor y la emoción de lo que se resiste a ser visible. Estrella Sánchez aprendió de Valle cómo captar la emoción de esta guarida cantábrica de la belleza, que un cónsul del Reino Unido en Asturias, William Perlington McAlister, diseñó a mediados del siglo XIX y que después cultivaron el banquero José María Rodríguez y su esposa María Rodríguez del Valle, sobrina del pintor. Guillermo Basagoiti y su familia, guardianes de este singular espacio de armonía entre naturaleza y arte, ha continuado esta labor durante los últimos 35 años.


Mira, vuelve a mirar…

/por Carlos Vara Sánchez/

Mira. Vuelve a mirar. Ahora, otra vez, vuelve a mirar. Incluso lo aparentemente más inmutable ha cambiado. Sí, quizá no de un modo ostensible, pero lo ha hecho. Allá donde hay vida no existe la quietud. Tan sólo es cuestión de ajustar la mirada. Incluso aquellos lugares que conocemos íntimamente, que podríamos recorrer con los ojos cerrados —guiados por olores, sonidos y recuerdos—, se renuevan a cada instante. Secretos y susurros nos rondan sin cesar. La mayoría de las historias no se desarrolla en ritmos que coinciden con los de nuestra propia existencia. Exigen una atención distinta. Lo que ocurre a nuestro alrededor no siempre es cortés con nuestros torpes sentidos. veces hay que cambiar la perspectiva, tumbarse en el suelo y mirar desde otro ángulo; en ocasiones es necesario aguantar la respiración hasta que nuestros ruidos desaparezcan; por momentos necesitamos olvidar el lenguaje y sus reglas, que se mezclen lo que ha de ser y lo imposible.

Esta exposición es ejemplo de este ir contracorriente. Sólo alguien que conoce perfectamente el jardín del Museo Evaristo Valle y que, a la vez, es capaz de acometer ese difícil ejercicio de querer volver a ver de nuevo puede llevar a cabo esta tarea. Aquí no encontraremos instantáneas, aquí no hay felices casualidades captadas por azar y coincidencia. Cada imagen es la invitación a participar de un relato. Cada fotografía de Estrella Sánchez se entreteje e ilumina un escenario de relaciones, equilibrios y constelaciones; dramas cotidianos e historias privadas protagonizados por estatuas, esculturas, árboles, plantas y pájaros que se revelan como los verdaderos habitantes del jardín. La precisión del enfoque y la intuición para exponer ciertos encuadres abren diálogos insospechados. La piedra y las hojas se transforman en sentimientos y pensamientos; las ramas y el acero laten con una vida que desborda el papel y nos alcanza.

Mira, mira ahora al ensimismado Espinario. Ahora, otra vez, vuelve a mirar cómo aquella estatua persigue a aquélla que se esconde y sueña. ¿Y ese rincón? Verdes que se funden bajo los colmillos de un ser, a buen seguro gigante, que mora en el jardín. Y allí está el minotauro que llegó de Asia para recordarnos los requiebros de la vida por seguir viva. Un poco más allá, la mente de un dios cansado se enreda en las ramas de la luz de una tarde que es ésa y que desde entonces fueron todas. Y los pétalos, que son para estar ahí, en un detenerse hasta el desaparecer. Porque, sí, aquí hay estaciones. Pero ni lineales ni cíclicas. Hay días en los que el verano ahoga pero que estallan en primavera. No es rara la tarde que comienza de invierno pero que nos consiente un poco de otoño. Incluso hay rayos de luz inequívocamente de noviembre en pleno mes de junio. Secretos y susurros de unas fotos cuyos protagonistas quizá no se sabían fotografiados, pero que fueron captados en la pura afirmación de su ser.


Fotografías de Estrella Sánchez


Carlos Vara Sánchez (Santander, 1983) es doctor en humanidades. Actualmente vive en Venecia, donde lleva a cabo un proyecto de investigación en el que combina sus intereses en estética y biología. Como escritor ha publicado relatos en la revista Granta.

Estrella Sánchez (Santander, 1952) trabaja en diferentes disciplinas artísticas, tales como dibujo, pintura, fotografía, grabado, ilustración o collage, habiendo participado tanto en exposiciones individuales como colectivas. Poseen obra suya diferentes entidades, como la Consejería de Cultura del Principado de Asturias o la Fundación Museo Evaristo Valle.

 

 

 

 

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