Mirar al retrovisor

La productividad, la Universidad y el futuro

Cuando no se tienen grandes recursos naturales ni se quiere sacrificar a la población laboral con salarios miserables, escribe Joan Santacana, sólo hay una opción: hay que fomentar la investigación. Pero, ¿qué sucede cuando el trabajo de los investigadores se precariza?

Mirar al retrovisor

La productividad, la Universidad y el futuro

/por Joan Santacana/

Hace unos años, un amigo, al ver el crecimiento espectacular de algunos países asiáticos, como China, me decía en tono guasón: «¡Hay que ver con los chinos! Hace cuatro días recogíamos para ellos en el Domund monedas y papel de plata mediante huchas y hoy, ¡mira como han crecido!». Yo, hoy quisiera reflexionar sobre el futuro.

Nadie sabe cómo va a ser el futuro, pero hay tendencias que podemos valorar. Hoy, en los países llamados desarrollados, las clases medias son cada vez más pobres. Se dice que la distribución de la riqueza es similar a la de finales del siglo XIX, cuando una pequeñísima proporción de ricos era cada vez más rica y las inmensas multitudes de las clases medias se empobrecían de forma acelerada. Al mismo tiempo, algunos países, como China y algún otro, a los cuales se consideraba hasta hace poco en vías de desarrollo, están asistiendo a un proceso mediante el cual, eliminadas las hambrunas que secularmente asolaban al campesinado, las clases bajas acceden al estatus de clase media: pueden tener automóvil, pueden viajar y han ingresado en la sociedad de consumo. Su inversión en tecnología es brutal; disponen incluso de investigaciones espaciales propias. Ya no necesitan copiar a nadie.

Hace unos años, no muchos, algunos economistas afirmaban que desarrollo y subdesarrollo eran las dos caras de una misma moneda y que no era posible que existiera el desarrollo sin que hubiera subdesarrollo. No sé si esto es cierto hoy, pero es posible. De hecho, ya ha sucedido en el pasado que sociedades consideradas ricas y equilibradas, después de procesos complejos, se transformaran en miserables. No hace falta retroceder a los tiempos de los califas de Damasco o de Bagdad para comprobar que esto es cierto.

El problema es si esto se puede revertir hoy. Las causas son tan diversas que da pánico relacionarlas. Pero si hacemos un intento, hay que decir que, a menudo la clave está en la productividad: (p). En realidad, este parámetro se calcula dividiendo el total de la producción (P) por el total de trabajadores (t). El resultado es sencillo de calcular: p= P/t. Es obvio que los países compiten en los mercados mediante tres fórmulas. La primera es que tienen acceso fácil a materias primas fundamentales y estratégicas. Es el caso de algunos países como los Emiratos Árabes, con su control de amplias bolsas de petróleo. La segunda estrategia es la de aquellos países que, sin tantos recursos naturales, compiten en conocimiento y en alta tecnología: invierten tanto en investigación que su productividad es altísima, pudiendo vender a otros el conocimiento, imprescindible para crecer. Éste es el caso de muchos países europeos, de Israel y de los propios Estados Unidos o China. Finalmente, hay una tercera estrategia. Hay países que ni disponen de grandes recursos naturales ni se preocupan de invertir en investigación. La única forma que tienen de competir es con salarios muy bajos. ¿Adivinan en qué grupo nos situamos cara al futuro?

No quisiera hoy plantear la primera opción, que se basa en la existencia de grandes recursos naturales. En la Península ibérica fueron ya explotados por los romanos —excepto el petróleo, claro—. Tampoco quiero plantear el tema de la baja calidad de nuestros salarios. Naturalmente, sí que hay que recordar que aquellos países o sectores que compiten con su alta tecnología cada vez disponen de mayor productividad, y por lo tanto sus trabajadores son cada vez mas rentables. Frente a ellos, los países o sectores que compiten con salarios bajos tienen que bajar los salarios continuamente.  Y cuando descienden los salarios, el poder adquisitivo se reduce con las consecuencias sabidas por todos.

Cuando no tienes grandes recursos naturales ni quieres sacrificar a la población laboral con salarios miserables, sólo hay una opción: hay que fomentar la investigación. Por esta razón, es importante plantearse cuál es la base de nuestro sistema de investigación.

Obviamente, la piedra angular de la investigación en España suele ser el sistema universitario y algunos pocos institutos creados ex profeso para ello. Pero nuestro sistema universitario hoy funciona mucho peor que ayer. Está en manos de un profesorado joven cuyos ingresos se sitúan alrededor de los quinientos euros. La carrera investigadora en este país es muy difícil, llena de obstáculos burocráticos —que son crecientes—, sin reconocimiento de ningún tipo y casi sin financiación. No quiero dar cifras; no es necesario cuando sabes que más de las tres cuartas partes de tus colegas cobran menos de quinientos euros. Sin incentivos de ningún tipo, su productividad es muy baja, al limite de la subsistencia. ¿Están ustedes viendo cual es el futuro que nos reserva el destino? ¿Se dan cuenta de por qué la China es un país desarrollado y nosotros no?


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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2 comments on “La productividad, la Universidad y el futuro

  1. Juan Miguel Sánchez Vigil

    Sencillamente sublime. Aguza clara… Gracias

  2. Joan Santacana

    Muchas gracias Juan Miguel. Me das ánimos.

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