Crónicas ausetanas

García Márquez y el sabio catalán

Xavier Tornafoch escribe sobre Ramon Vinyes, el 'sabio catalán' mencionado por el escritor colombiano en 'Cien años de soledad' y que fue un personaje real cuyo magisterio fue importantísimo para Márquez.

García Márquez y el sabio catalán

/por Xavier Tornafoch/

En uno de los pasajes de Cien años de soledad, la insigne novela de Gabriel García Márquez, aparece un personaje al que el autor colombiano bautiza como el «sabio catalán». Aunque las situaciones y protagonistas de García Márquez parecen increíbles —de ahí lo de realismo mágico— acostumbran a ser verdades que las mentes occidentales no pueden concebir como tales porque la realidad latinoamericana acostumbra a ser desmesurada, cruel e injusta, hasta extremos inverosímiles.  En el caso del sabio catalán, al que la ficción de García Márquez sitúa como su maestro, se trata de un personaje real que efectivamente fue no sólo su maestro, sino el del grupo de escritores colombianos que se reunieron alrededor de la revista Voces, el llamado grupo de Barranquilla. Se trataba de Ramon Vinyes (1882-1952), dramaturgo, poeta y narrador originario de Berga, una pequeña ciudad situada al norte de la provincia de Barcelona, que se trasladó a Colombia por primera vez en 1913. Allí desempeñó diversos trabajos, primero en Ciénaga y más tarde en Barranquilla, que él siempre consideró su ciudad de adopción, mientras frecuentaba tertulias literarias y proyectaba una librería, Ramon Vinyes & Cía, en la que se fraguó Voces (1917-1920) y trabó amistad con García Márquez. Al proclamarse la Segunda República en 1931, Ramon Vinyes decidió instalarse definitivamente en Cataluña, donde permaneció hasta la derrota de las tropas republicanas en 1939, siendo en esa época que colaboró estrechamente con el PSUC, el partido comunista catalán, al que se había adherido en el momento de su fundación en 1936. Antes de volver a Barranquilla, permaneció en el sur de Francia junto a muchos otros exiliados españoles.

Ramon Vinyes

En Colombia, definitivamente cerrada su etapa como librero, se dedicó a la docencia, trabajo que compaginó con numerosas colaboraciones literarias en la prensa local. En 1950 volvió a Barcelona para reencontrarse con viejas amistades y permanecer allí durante una temporada. Su intención de volver al Caribe para pasar sus últimos años se vio truncada por una muerte repentina. En esa época, el escritor catalán efectuó visitas frecuentes a su pequeña ciudad natal, en la que su genio literario no era reconocido por una sociedad absolutamente acorralada por el franquismo. Su desaparición se produjo ante la indiferencia general y tuvo mucha más repercusión en Colombia que en España. Sin embargo, las huellas que había dejado en uno de sus mejores alumnos, el joven Gabriel, no se habían borrado, hasta el punto de que el genio de Barranquilla, ya un gran escritor en ciernes, le dedicó una emotiva despedida al enterarse de su muerte. La influencia del sabio catalán sobre García Márquez fue determinante para que en el momento de abandonar Colombia para trabajar en Europa decidiera ubicarse, aún en pleno franquismo, en Barcelona, la ciudad de la que tanto le había hablado su maestro.

En la capital catalana, a la que acudió gracias a la agente literaria Carmen Balcells, García Márquez escribió El otoño del patriarca y La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Durante su estancia en Barcelona, García Márquez se codeó con la intelectualidad del momento, formando parte de lo que se dio en llamar la gauche divine, aquella oposición antifranquista que se reunía en la discoteca Bocaccio para conspirar contra el dictador. En 1975, García Márquez marchó de Barcelona y se instaló en México, huyendo de las incertidumbres que el final del régimen de Franco proyectaba sobre un escritor que había demostrado ser muy crítico con los tiranos. De esta manera, abandonaba la ciudad de su viejo amigo catalán, aunque regresó con mucha frecuencia, entre otras cosas porque en ella disponía de una vivienda a la que no renunció nunca.

Con la democracia, la figura de Ramon Vinyes, uno de los mejores escritores catalanes del siglo XX, fue recuperada. Se reeditaron algunas de sus mejores obras, en catalán y en castellano. Se volvieron a poner en valor sus magníficas piezas teatrales. Al final, incluso el Ayuntamiento de Berga reconoció su magisterio bautizando con su nombre a la biblioteca municipal y colocando un busto del escritor en la calle principal de la ciudad con una inscripción en la que se reproduce el pasaje de Cien años de soledad en el que García Márquez hace referencia a su maestro catalán. Previamente a la recuperación institucional de la figura histórica tuvo lugar el rescate intelectual. En esa tarea el pionero fue Pere Elies Busquets, al que siguió Jacques Gilard, estudioso francés residente en Toulouse, donde el autor catalán vivió en su huida de España en 1939. Allí, en una sórdida pensión, escribió algunos de sus mejores relatos, todos ellos ambientados en su añorada Colombia. Fue a partir de esos textos que Gilard recorrió el periplo literario y humano de Vinyes. Más tarde vendría Jaume Huch, editor y escritor de Berga, que divulgó la obra del sabio catalán entre sus conciudadanos, a partir de sus trabajos académicos y de la editorial L’Albí que dirigía, a lo que también contribuyó la compañía teatral La Farsa, dirigida por Daniel Tristany, que representó en su ciudad natal dos de sus obras emblemáticas: Viatge (Viaje) y Ball de titelles (Baile de títeres). Más difícil fue su retorno a la escena de Barcelona, que se resistió a programar sus obras hasta bien entrado el nuevo siglo, aunque uno de los grandes dramaturgos de la capital catalana, Josep Anton Codina, se había interesado tempranamente por la obra de Vinyes. Quizás, como asegura el escritor Jordi Lladó, porque la obra teatral de este autor no gustaba por su formalidad vanguardista y por su temática antiburguesa. El Teatre Nacional de Catalunya, en aquellos tiempos bajo la dirección artística de Sergi Belbel, programó una obra suya, por primera vez, en 2012. Contrariamente, en Colombia fue precisamente su actitud abierta, liberal y socialmente comprometida lo que le valió ser considerado un icono de la cultura local.

En cualquier caso, el sabio catalán siempre tuvo el reconocimiento de Gabriel García Márquez, que allá donde fuera no dejaba de recordar siempre que buena parte de lo que sabía de literatura se lo debía a un escritor catalán con el que él, y un puñado de jóvenes escritores de Barranquilla, se reunía cada tarde en la trastienda de una humilde librería para hablar de libros, de política y de la vida.


Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s LiteratureRevista de Historia ActualHistoria Actual On LineL’AvençAusaDovellaL’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.

3 comments on “García Márquez y el sabio catalán

  1. saca vera

    «la figura de Ramon Vinyes, uno de los mejores escritores catalanes del siglo XX,» ¿en serio se atreve a hacer semejante valoración?

Responder a saca veraCancelar respuesta

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo