Mirar al retrovisor

La didáctica no puede ser aburrida

Un artículo de Joan Santacana sobre el valor del juego en la enseñanza.

Mirar al retrovisor

La didáctica no puede ser aburrida

/por Joan Santacana Mestre/

Dicen que Charles Darwin, cuando era estudiante de teología en Cambridge, pasaba muchas horas cazando pequeños escarabajos e insectos. Su padre, hombre recto y sin duda alguna preocupado por su hijo, desaprobaba aquellas aficiones de su hijo, entendiendo que ciertamente no le habían de conducir a un futuro brillante y provechoso como la teología o la medicina. Sin embargo, el pobre chaval tenía algunos campesinos que vivían cerca de la Universidad a los que pagaba algunas monedas por cualquier bicho extraño que le trajeran. Para él, aquella colección de escarabajos era como un juego; un desafío a su mente juvenil.

Pasaron los años y aquel niño, mal estudiante de medicina pero aprendiz de teólogo y que no llegó a terminar ningún estudio académico de provecho, escribió algunos de los textos mas brillantes y esclarecedores de su siglo. Todavía seguimos aprendiendo de él. Sus teorías se han convertido hoy convertido en algunos casos en leyes de la biología.

Y es que aquel niño aprendía jugando, como todos los niños del mundo. El juego era y es la primera y más importante forma de acercarse al conocimiento en algunas etapas de la vida. A pesar de esta evidencia, nosotros, en nuestros sistemas educativos, insistimos en el aburrimiento sistemático como método. Repasen ustedes los currículos académicos de la educación primaria o secundaria e intenten leer las largas listas de competencias que la pedagogía intenta embutir en sus cabezas. No descubrirán el juego ni por asomo. Nuestros niños y niñas en las escuelas juegan muy poco; el juego no les es una herramienta educativa: es simplemente una válvula para aliviar la presión en sus cerebros. Y aun cuando sabemos que sobre el aburrimiento y el tedio es muy difícil construir conocimientos válidos para la vida, seguimos sin apostar por una pedagogía lúdica.

El juego, como fórmula didáctica y como método pedagógico, no está de moda. Sin embargo, al margen de la sociedad adulta y a veces en contra de ella, nuestros niños y niñas juegan. Y juegan con los juegos prohibidos de la informática, del smartphone y de todo aquello que se escapa del control adulto. Nosotros, como el padre de Darwin, vemos con preocupación sus juegos, procuramos disuadirles y queremos que practiquen cosas útiles. Muy a pesar nuestro, ellos, como hizo el sabio británico, tienen su propia colección de escarabajos.

En el mundo de los adultos no siempre se comprende que el juego es la antesala de la vida adulta. Jugamos de pequeños a aquello que nos reserva la sociedad cuando seamos adultos: yo jugaba a soldados y como casi todos los chavales de mi generación, fui soldado. Mi hermana jugaba con muñecas y a cocinas y como muchas niñas de su generación, fue madre y hoy cocina extraordinariamente bien. Y es que con el juego, los adultos, sin saberlo, pretenden encaminar a niños y niñas hacia la vida adulta. Y además el juego suele ser una simulación de la vida, pero sin riesgo. Es la vida real la que comporta riesgos.

Por ello, la didáctica fue definida hace siglos por Comenius, en su Didactica magna, como un artificio universal para enseñar cualquier tipo de conocimiento, a todas las personas que quieran aprender, de una forma eficaz y divertida. Es por ello que es lícito pensar que cuando un didacta aburre, es que es mal didacta. Kilómetros de textos sobre didáctica inundan nuestras bibliotecas; miles de webs tratan de la enseñanza; las consejerías de educación de casi todos los gobiernos del mundo intentan meter en la cabeza de los maestros y maestras los complejos sistemas conceptuales que tratan de objetivos, competencias y procedimientos para enseñar y aprender, y sin embargo es frecuente que olviden algo muy elemental, puro sentido común, y es que el aprendizaje es un acto de la voluntad: hay que querer aprender para poder aprender; y el juego es la herramienta más poderosa que han tenido todas las culturas para educar a sus niños y niñas.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

Acerca de El Cuaderno

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1 comments on “La didáctica no puede ser aburrida

  1. SALVADOR SOLER LUZ

    Benvolgut Joan.

    Article escrit per tu, excel.lent. Em complau saber que sobre didactica i el marc que la soste, la «Pedajodia», penso igual que tu, SAVI.

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