Mirar al retrovisor

La implacable lógica del capital

«¡Ojalá vivas tiempos históricos interesantes!», reza, dicen, una maldición china; y Joan Santacana la ve cumplida en estos días de preocupantes convulsiones geopolíticas.

Mirar al retrovisor

La implacable lógica del capital

/por Joan Santacana Mestre/

Dicen que existe una maldición china que reza así: «¡Ojalá vivas tiempos históricos interesantes!». No sé si es cierto, pero sin duda alguna vivir tiempos históricos interesantes tiene algo de maldición. Nuestros padres vivieron ciertamente una época interesante en los años treinta; y nuestros tiempos también son interesantes. Desde hace un cierto tiempo, vemos convulsionar un buen número de países de nuestro entorno: crisis importantes amenazan a una democracia consolidada como el Reino Unido con el fantasma del Brexit; tampoco Italia vive libre de convulsiones, con una estabilidad política conseguida hoy a base de difíciles equilibrios parlamentarios y amenazada por el previsible triunfo de partidos xenófobos y racistas. Francia se ve afectada por un movimiento popular de contestación general; España sufre un endémico problema de cohesión territorial con graves problemas internos y amenazas provenientes de una ultraderecha fascistoide y no hay que olvidar que una buena parte de Europa del Este se halla sumida en oscuros marasmos ideológicos de naturaleza racista, que hacen peligrar el sistema democrático en países como Hungría o Polonia. Todos estos problemas locales, de cada país, confluyen en un grave diagnostico sobre la salud de la propia Unión Europea, que es hoy todavía el mayor centro de riqueza y de libertades del planeta.

Vemos asimismo cómo la mayor democracia del mundo, que ha liderado el Occidente durante más de medio siglo, hoy tiene al timón a un anciano millonario con megalomanía galopante y problemas graves de corrupción; la mayor democracia de América Latina tiene también por timonel a un personaje autoritario que desprecia los más elementales derechos humanos; y desde Río Grande a Magallanes, una fiebre recorre los países latinoamericanos, aquejados de unos dirigentes rechazados por las masas. Tampoco parece que Asia esté mejor situada: China, la gran potencia asiática, destinada a sustituir a las superpotencias de antaño en el control del mundo, no promete precisamente un porvenir democrático y de libertades; y África se desangra en medio de países que se desestatalizan, con sordas luchas civiles y hambrunas endémicas en una buena parte del continente.

Parece como si después de la grave crisis económica sufrida a principios de nuestro siglo, las teselas del mosaico mundial no se hubieran asentado correctamente.  La profunda crisis del capital arrastró tras de si a un importante sector de las clases medias del mundo a situaciones de ruina y de carestía, al tiempo que depauperaba todavía más a las clases populares; las grandes corporaciones bancarias, aparentemente amenazadas por la crisis, salieron reforzadas, acumulando un poder jamás visto. Como suele ocurrir en estos casos, el pez grande se comió al chico. La crisis dejó un panorama dramático de un mundo más injusto, más desigual; las clases trabajadores salieron debilitadas, con los derechos laborales menguados y un retroceso en prestaciones y derechos asustó a los sindicatos. Regiones y países enteros fueron castigados por la crisis más grave de la posguerra fría.

Nunca como en estos tiempos la ofensiva de los poderosos se había realizado con tanta desvergüenza; parece como si, viendo el resultado del gran seísmo económico por ellos desencadenado y contemplando el miedo reflejado en los rostros de la gente, se dispongan a repetir la lucrativa experiencia.

A veces, analizando estos tiempos interesantes, viene a la memoria una etapa lejana de la historia de Europa, en 1848, que se conoció como la primavera de los pueblos. Entonces, también después de una grave crisis del capital, durante la cual los grandes se comieron a los medianos y pequeños, estalló la revolución en Paris, en Berlín, en Roma e incluso en la capital de la contrarrevolución, Viena. Una ola de esperanza recorrió los pueblos mientras los ejércitos parecían retroceder, y se reunieron congresos para discutir y resolver los problemas, pero, al cabo de muy poco tiempo, todo había terminado. Una oleada de conservadurismo y de represión se extendió sobre el continente y hubo que esperar a décadas de lucha obrera y de resistencia popular hasta alcanzar algunas libertades y ventajas. La historia no se repite, pero la lógica del dinero, del capital, sigue siendo la misma.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

1 comments on “La implacable lógica del capital

  1. Totalmente de acuerdo. Y si la historia no se repite, al menos intentemos aprender algo de ella.

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo