Mirar al retrovisor

Las lecciones del coronavirus y el futuro

«Venceremos al virus, sin duda alguna, pero todas las epidemias empiezan y acaban; pero nos quedará el otro virus, la madre de todos los virus». Un artículo de Joan Santacana.

Mirar al retrovisor

Las lecciones del coronavirus y el futuro

/por Joan Santacana Mestre/

Corría la primavera del 1969; yo estaba estudiando en el viejo edificio de la Facultad de Letras de la Universidad de Barcelona. En las escasas lecciones de filosofía que la policía del régimen permitía impartir al profesor Xavier Rubert de Ventós, se hablaba de casi todo y en especial de la filosofía del pensador de la nueva izquierda, Herbert Marcuse, que indagaba en cómo el sistema capitalista alienaba la conciencia de la gente. Recuerdo, en una de las muchas charlas de café en los sótanos de aquel venerable edificio, cómo discutíamos sobre el aumento de la productividad que se estaba dando y las máquinas —todavía no eran robots— que ahorraban trabajo. Todo ello conduciría a la humanidad, en un futuro no muy lejano, a liberarnos de horas de trabajo y podríamos dedicar más tiempo al ocio. Los hombres y mujeres trabajaríamos cada vez menos horas gracias al progreso tecnológico. ¡Era posible!

Ha transcurrido medio siglo; las máquinas han cumplido con creces su función, ha surgido algo impensable entonces, Internet, y nuestros sueños utópicos no se han cumplido, sino todo lo contrario: nuestros hijos viven más agobiados por el mañana que nosotros, la gente trabaja más horas y se le exige más productividad y la ansiedad, el desasosiego y el miedo son moneda corriente. Es el resultado del sistema; no da más de sí. Hoy unos pocos —cada vez menos— se enriquecen hasta extremos inimaginables mientras una inmensa mayoría sufre de una crisis casi permanente. Y es sobre esta crisis permanente, estructural, que tan sólo deja tomar oxigeno de vez en cuando para que la gente no se muera, que aparecen las crisis globales, la pandemia del coronavirus, los ataques terroristas o la crisis climática.

Es un buen momento para plantearnos qué significa todo ello. La gente, en cada vez más países del mundo, se encierra en sus casas. Intentamos blindarnos frente a la infección, mientras las pequeñas empresas, las que habían resistido las otras crisis, obligadas a cerrar durante un largo periodo de tiempo, simplemente no resisten; otras, más grandes, intentan despedir trabajadores para no asumir los graves costes de la crisis; y todo ello sin olvidar que en las fronteras de nuestros países se agolpan los desesperados del sistema, los refugiados, aquéllos que, sin tener culpa de nada, son excluidos de todo e incluso de los más elemental: la vida.

La lección es evidente: cuando más nos hemos reinventado, cuando hemos adoptado tecnologías para ser más productivos, cuando más ideas han surgido, cuando más preparada está nuestra juventud, más ha crecido la desigualdad hasta extremos escandalosos, como nunca había ocurrido. Y es que el sistema no da para más. Hoy, mientras unos están en sus maravillosas y espaciosas casas haciendo compras por Internet, con grandes pantallas, gozando de terraza o jardín, con teletrabajo y sabiendo que su capital quizás disminuya algo, pero no hasta límites preocupantes, otros se hacinan en espacios reducidos, con niños, sin capacidad de resistir, incluso con míseras reservas de comida que no se atreven a aumentar porque han perdido sus precarios empleos. Ésta es la realidad; y frente a ella, los gobiernos intentan responder con parches, con medidas urgentes para afrontar unos problemas para los que no estaban preparados. Monarcas y presidentes de gobierno intentan aparecer en las pequeñas pantallas con la infantil idea de que la gente creerá que sirven para algo. Dicen que habilitarán más dinero, que nadie perderá el empleo, que «venceremos al virus», pero mucha gente se pregunta a qué virus se refieren, porque el auténtico virus es el que afecta al sistema, que, pudiendo hacerlo, ha seguido la lógica implacable del capital, cuya aspiración es crecer y crecer. Todo el que ha podido, sea industrial, banquero o monarca, se ha enriquecido hasta alcanzar cifras infinitas. Y cuando se les pregunta, en el fondo dicen: «¿Qué podíamos hacer? ¡Es el sistema!». Por eso la gente aplaude al personal sanitario y saca cacerolas cuando habla el Rey.

Venceremos al virus, sin duda alguna, pero todas las epidemias empiezan y acaban; pero nos quedará el otro virus, la madre de todos los virus. Tarde o temprano será necesario recomponer el sistema; ponerlo en un reset. ¿Será por la vía de la renta básica incondicional? ¿Será un sistema que emule el mundo feliz de Huxley? El tiempo nos dirá, pero no transcurrirá mucho. Ahora recuerdo una frase de Marcuse que, más o menos, rezaba así: «Sí, todavía existen los héroes de la revolución, aquellos que podrán derrotar a la televisión; viven en los países miserables del mundo». ¿Son los nuevos proletarios del mundo?


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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2 comments on “Las lecciones del coronavirus y el futuro

  1. Interesante todo lo que planteas. Momento de pensar… Saludos 🙂

  2. Como siempre, esclarecedor artículo. Aprenderemos esta vez?. Gracias por él.

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