/ por Antonio Costa /
Un anuncio sobre la catedral de Compostela me dice: «Mira el Pórtico de la Gloria como nunca lo has visto». Y veo unas figuras chillonas como prostitutas repintadas, de un voluntarismo colorista que me aplana. Es verdad, nunca lo había visto así. Nunca se había cambiado lo suave y lo tenue por lo estridente y lo sensacionalista. Y la sutileza por la vulgaridad. Me quedo angustiado, decepcionado. Me lo están destrozando todo.
Durante treinta años me apasioné por el Pórtico de la Gloria, lo visité miles de veces, lo estudié, antes de escribir mi novela (LITERARIA, no histórica) Mateo, el maestro de Compostela. Entré allí sin pagar miles de veces, imaginé que Mateo buscaba el absoluto, inventé que san Francisco se entusiasmaba con aquella fiesta delirante. Y ahora resulta que hay que pagar por ver ese cromo. No es solo la trivialidad, es la pijería de entregar ese pórtico a una élite económica de pasmones a los que importa un pimiento la cultura. Nos secuestran las obras de arte, aparte de pasarlas por la estridencia tecnológica de nuestra época, y se las dan a los ricos. En la Edad Media las catedrales eran refugio de todo el mundo, de desamparados y muertos de hambre, mucha gente hacía su vida allí. Y ahora las reservan para los pijos.
Pero lo más deprimente es mirar esas caras pintarrajeadas, esas figuras que parecen trazadas en plan agresivo por ordenador, esa charlatanería insolente de los colores. La suave elegancia sugestiva que tenía el Pórtico después de los siglos ha quedado en este sensacionalismo, en esa cursilería insultante, en esta estética de los prostíbulos baratos. Y que tengamos que alabarles la hazaña. Y todo el mundo cantando aleluya, no se permite ni una voz crítica. ¿Qué han hecho con ese Pórtico que me inspiraba todas las nostalgias? ¿A dónde van con esa estética de anuncio, con ese chillar hinchado?
En general me parecen muy discutibles todas las restauraciones y su legitimidad. Más que restauraciones son instauraciones. Son obras del restaurador, no del autor original. El restaurador impone su imagen teórica a la población, lo quiera o no. Muchas veces llegan al disparate manifiesto, pero siempre son manoseos e imposiciones artificiales. Al teatro romano de Sagunto lo convirtieron en una imagen galáctica. En las ruinas de Cnossos acusaron a sir Arthur Evans de falsificación total (aunque no es para tanto) y se ven mucho más auténticas las de Festos. En la Capilla Sixtina (yo la vi cuando se veía la mitad restaurada y la mitad sin restaurar) sustituyeron lo ambiguo y sugestivo por lo chillón y estridente. Viollet Le Duc hizo lo que le dio la gana en el siglo XIX. Puso en Carcasona unas torres cónicas totalmente falsas basadas en su visión personal de la Edad Media. Rehizo prácticamente Notre Dame de París, aunque eso hay que reconocer que quedó sugestivo.
Pero te dicen: Viollet Le Duc era un romántico que fantaseaba, pero ahora usamos métodos científicos. Pero el arte no se apresa con métodos científicos. ¿Quién sabe cómo era concretamente el Pórtico cuando se inauguró en 1188? Creen que lo saben con sus métodos científicos, pero la ciencia maneja datos brutos y fórmulas, y eso no se aprecia con datos y fórmulas. Es cuestión de atmósfera, de espíritu, de sutileza, es algo tan ambiguo y palpitante que los instrumentos de los cirujanos no pueden captarlo. Igual que no captan la manera de ser de una persona manipulando entre sus intestinos y sus vísceras. Cómo era de verdad el Pórtico en el siglo XII solo lo podría captar aproximadamente la literatura de la época. El mismo Marx, con toda su sesudez de economista y sociólogo dijo que se captaba mucho mejor la sociedad del XIX en las novelas de Balzac que en todos los tratados científicos. Pero hay tan poca literatura a nuestro alcance del siglo XII.
En todo caso, Marguerite Yourcenar escribió un libro fascinante, El tiempo, gran escultor. Y yo creo que el tiempo también es un gran artista en general. Lo que creó alguien y luego recrearon los siglos alcanza un resultado muy sugestivo. Muchas veces ese resultado es más sugerente que la obra original (si es que alguien puede acceder a ella). Nos dicen que el Partenón estaba pintado, pero a mí me parece mucho más sugestivo en su desnudez actual. También las ruinas, con su dramatismo lleno de vida, con su toque melancólico y trágico repleto de sugerencia y vitalidad, son a menudo mucho más sugestivas que una obra completa. Estuve hace tiempo en la abadía de Tintern en Gales. Esas arquerías góticas sin techo, esos muros rotos en mitad de la naturaleza y junto a un río, esos trozos de muro que señalan entusiasmos, me parecen fascinantes. No me gustaría nada que alguien restaurara la abadía de Tintern. Y la Iglesia Rota de Berlín es sugestiva y llena de fuerza porque está rota y la han dejado así. Incluso diría que los trozos retorcidos y animados de las obras de Scopas dicen más que si la obra estuviera entera. En todo caso, quién querría que alguien los restaurara, a no ser el mismo Scopas.
Porque encima los restauradores no son artistas, no son creadores. Son tipos que manejan datos académicos y estudios analíticos, y con eso pretenden sustituir el entusiasmo creativo. Son analizadores sin espíritu que quieren remedar obras llenas de espíritu. Pero claro: la época actual es mecanicista, no cree en el espíritu.
Por otro lado ahora viene un Xacobeo, que en realidad no es más que una gran operación económica, de turismo vulgar de masas, de turismo como industria para hacer los monumentos lo más rentables posible. Y algo que antes era gratis y para todo el mundo ahora se convierte en selección para pijos con dinero; ahora hay que pagar una entrada bastante cara por ver ese manoseo y ese artificio. La cultura en la época actual, tan poco progresista, se vuelve cada vez algo solo para élites económicas exclusivas (se confunde la élite económica con la élite cultural, cuando a menudo el que puede pagar no tiene ni idea de nada). Es como cuando reforman un restaurante y lo convierten en algo frío y de diseño, de diseño internacional igual en todas partes, y te cobran el triple por lo que tomes.
Pero hay una dictadura cultural absoluta. No he podido publicar una crítica de esta operación económico-cultural con el Pórtico en absolutamente ningún medio de Galicia, todos se asustan. Solo una vez colé de contrabando una crítica en un suplemento literario y la reacción oficial fue violenta, me llenaron de insultos, quisieron aplastarme y arrancarme la lengua, quitarme la voz y la crítica con descalificaciones totales. La furia oficialista no admite réplicas ni cuestionamientos. Tenemos que tragarlo todo como niños buenos y portarnos bien, si no viene el coco y nos come. Pero el coco es el Estado que se lo traga todo para los ricos de diseño. Lo diseñan todo tanto que incluso se diseñan la cara como Berlusconi, y en lugar de personas parecen monigotes. Así nos va.
Antonio Costa Gómez, nacido en Barcelona en 1956, afincado actualmente en Salamanca, se crió en Galicia desde muy pequeño. Estudió filología hispánica e historia del arte y hoy es profesor de literatura en enseñanza media. Ha publicado libros en todos los géneros literarios: Revelación, El tamarindo, Las campanas, La reina secreta, La seda y la niebla, etcétera, con los que ha sido galardonado con numerosos premios: la Estafeta Literaria en 1976, el del Ministerio de Cultura en 1981 o el de Amantes de Teruel en 1985. Con Las campanas llegó a la última votación del Premio Nadal en 1994 y del Premio Planeta en 2001. Colaborador en más de una treintena de diarios y revistas, ha viajado por los cinco continentes.
¿De verdad no sabe que estos son los colores originales que han salido a la luz después de años de suciedad y polvo? ¿Tanto estudiar sobre el pórtico y no sabe qué tiene hasta 5 capas de policromías de diferentes épocas? De hecho, no han añadido ni una sola mota de color (si se fija, las policromías están incompletas, con el más absoluto respeto a la preservación de lo que ha quedado)
En serio, nunca he visto una afirmación tan temeraria y tan basada en la ignorancia… (si es una velada alusión a que la preferia sucia, pues cada cual con sus gustos pero podría guardarse sus prostitutas pintarrajeadas y demás descalificaciones para lo que realmente conozca)
En serio…
Le remito a “Elogio de la sombra” de Tanizaki.
Pero como soy tan ignorante (y la única cultura es la técnica) no le contesto con aburridos tecnicismos.
Esto es la barbarie tecnocrática, el único saber posible es el técnico.
Por cierto, algo científico : el que estudia una cosa modifica al hacerlo esa cosa.(Werner Heisenberg)
Los todopoderosos técnicos (que saben más que nadie) quitaron todas las capas de pintura y llegaron a la original sin romperla ni mancharla.
Se merecen por lo menos una estatua de platino en la Plaza del Obradoiro.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
Antonio Costa Gómez, le aconsejo que se edique a sus novelitas y se deje de hacer críticas absolutamente vacías de rigor. Ese Pórtico de la Gloria del que habla cuando se proyectó y se construyó tenía una riqueza y potencia cromática impensable para nosotros actualmente. En la restauración recientemente terminada solo se ha eliminado la suciedad de siglos, no se ha utilizado ni un solo pincel , ni un solo color solo son los restos de los diferentes policromados HISTORICOS y documentados que aún conserva. El pórtico está actualmente cerrado porque es necesaria su estanquidad para su conservación en el tiempo.
No hace falta que nadie l descalifique ni le corte la lengua por sus críticas, se descalifica usted solo.
Aconsejo que tenga más cuidado el Cuaderno Digital con los artículos que publica
Mercedes Cortazar
Salen en manada como lobos mecánicos a defender sus dentelladas.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
Este texto tão lúcido de António Costa revela felizmente um novo horizonte de pensamento e uma nova atitude de energia contrária à comum cegueira que vigora.
Se agradece que especifique que su novela no es histórica. La documentación sobre el período de la construcción del pórtico no le importa, que estaban policromadas y luego se repitió la pomicromia en otras ocasiones, no le importa, las modificaciones arquitectónicas que se produjeron más tarde que afectaron al pórtico no le importan. Ve la recuperación y dice que eso no es….. Supongo que ante una pintura de algún gran artista dirá que el blanco lienzo o la superficie donde se realizó la pintura era más bonita. No estoy de acuerdo con el autor de este despropósito en absoluto.
Lo mismo de siempre en los oficialistas.
Es tan previsible y tan mecánico que uno cree que habla con robots.
Prefiero los seres vivos que piensan por sí mismos.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
Rubén Eyré
Interesadas razóns haberá para facer este tipo de comentarios. É só cuestión de gustos. Non se necesita tanta palabrería ilustrada. Estou case convencido que se a Venus de Milo lle puxesen brazos, e fose esa tolería respaldada polo oficialismo, vostedes sacarían de argumentario para caer enriba de quen sentise diferente.
Pois, abrevio, haberá na historia un Pórtico de bo gusto e outro, agora, de mal gusto. Así deberá dividirse este asunto. Os dous se escribirán có tempo, se é que ese brillo cegador (de bonecos chinos) non mata a nosa ollada.
EL REGISTRO CIVIL NO TIENE NUESTRA PERSONALIDAD
Ninguna documentación capta el alma de una obra o de una época; igual que nuestra personalidad no está en el Registro Civil.
Se capta mucho mejor el arte con sensibilidad y sentido artístico; no con tecnicismos muertos.
Pueden soltar millones de tecnicismos; pero a muchos nos decía mucho más el Pórtico suave y sutil antes de la “restauración” que ahora chillón y estridente después de la “restauración”.
Me consuelo con las noches de van Gogh; por favor, que nadie me “restaure” a van Gogh.
No contestaré más; como soy tan ignorante me voy con Shakespeare y toda su vitalidad.
(Esto que acabo de hacer se llama paralelismo en Literatura; pero los técnicos ignorantes no lo saben).
ANTONIO COSTA GÓMEZ
Coincido con el autor. Han restaurado las chapuzas de siglos pasados. Han retirado la pátina que daba uniformidad al conjunto.
Nadie dice ahora que separándolo del resto de la catedral lo han sacado de su contexto.
Y para rematarlo, tras encerrado en una caja, nos cobran por la entrada.