El runrún interior

El runrún interior (62)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre un extraño gesto de Felipe VI en Colombia o la lectura de 'El torbellino rojo', una historia del PCE.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior (61)

Martes, 2/8/2022. En Vigo, a los treinta grados de este tórrido dos de agosto, el alcalde Abel Caballero inicia el montaje de sus afamadas y dispendiosas luces de Navidad, que quisiera uno saber con qué energía pretende encenderlas cuando los rusos nos corten el mexu del gas. Una de tantas imágenes grotescas de esta decadencia civilizatoria en la que vivimos inmersos.

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«Los carmenistas», leo, «anuncian ahora un nuevo proyecto político de izquierdas para 2023 sin Marta Higueras: “No me sumo”». La izquierda y su inagotable capacidad de seccionar un pelo en partes innumerables.

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La página web de Burger King me advierte de que la contraseña que he escogido tiene la seguridad débil, y me obliga a introducir en ella mayúsculas y simbolitos. Se conoce que todo es poco para evitar que los rusos me hackeen los nuggets. Seguidamente, para validar mi pedido de diecisiete euros con noventa y cinco, se me indica que debo entrar en la cuenta online de mi banco y certifique aquel introduciendo, uno, mi clave hexanumérica, y dos, un código que me mandan por SMS. Oh refalfiado Bizancio moderno, solo quiero un puto whopper.

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Leo en La revolución pasiva de Franco, de José Luis Villacañas, esta oración que resume en dieciséis palabras la receta del franquismo sociológico: «No todos podían comprar un Seiscientos, pero todos comprendían que no era imposible comprarlo algún día». La famosa clase media aspiracional.

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Leído por ahí: «Are you a white cis-het male or are you a porn category?». ¿Eres un varón blanco cisheterosexual, o una categoría del porno?


Miércoles, 3/8/2022. Publica el fascista argentino Marcelo Gullo, autor de un exitoso libelo titulado Madre patria, otra llantina rosalegendaria titulada Nada por lo que pedir perdón: la importancia del legado español frente a las atrocidades cometidas por los enemigos de España. Escasa sutileza la de este hombre. Y la fascinante capacidad de esta muchachada para escribir una y otra vez el mismo libro. La sinopsis es un poema:

«En este excepcional libro, Marcelo Gullo Omodeo demuestra que, en el “tribunal de la historia”, España ha sido juzgada por jueces parciales con testigos falsos. Y asevera:

Que América, antes de 1492, se asemejaba más al infierno que al paraíso, pues reinaban en el Nuevo Mundo los sacrificios humanos, el canibalismo, la esclavitud, el machismo y la prostitución.

Que Bartolomé de las Casas fue un mercenario disfrazado de sacerdote.

Que durante cuatro siglos, Gran Bretaña, Holanda, Estados Unidos, Francia y Alemania —sin ninguna autoridad moral— le han exigido a España que pida perdón por los supuestos pecados cometidos durante la conquista de América, cuando, en realidad, son esas naciones las que deberían hacerlo porque sus manos están manchadas de sangre.

Que España no tiene nada por lo que pedir perdón porque la conquista de América fue uno de los mayores intentos que el mundo haya visto por hacer prevalecer la justicia y los valores cristianos en una época brutal y sanguinaria.

Que ese intento exitoso convirtió a España en una excepción en la historia de la humanidad porque ni antes ni después una nación se comportó de esa manera.

Y que precisamente por eso mismo cuando el papa Francisco era el padre Jorge consideraba que no había nada por lo que pedir perdón».

Mi parte favorita es cuando brama que en la América precolombina reinaban el machismo y la prostitución (se conoce que en la España del momento no). La pátina feminista es una de las añagazas más características y curiosas de toda esta ofensiva propagandística de los últimos años. Purplewashing al servicio de la reacción. Cosas veredes.


Jueves, 4/8/2022. Me topo en Internet con un vídeo pasmoso emitido por el entorno del presidente ultraderechista brasileño, Jair Bolsonaro. Se inicia con una referencia a… Covadonga. «Há muito tempo, a Península Ibérica foi invadida por mouros muçulmanos. Se não fosse por uma pequena região, as Astúrias, no Norte, onde abrigava as famílias que fugiam dessa dominância muçulmana não haveria uma grande batalha de reconquista que durou séculos para que tornase a Penínsua Ibérica mais uma vez cristã»… Seguidamente, se compara con los astures del 718/722 a Bolsonaro, presentado como el caudillo de una nueva reconquista dramática de Brasil y Occidente. Brenton Tarrant, el terrorista neonazi que mató a 49 personas en una mezquita neozelandesa en 2019, llevaba escrito «Pelayu» en uno de sus cargadores. Ahora esto. Covadonga se internacionaliza, convertida en un fetiche del fascismo global. Y lo peor de todo es que, como dice Xandru Fernández, «la primer parte del clip tampoco desentona muncho colo que se-ys diz a los nenos y les nenes n’Asturies. Podía ser una producción de la TPA guapamente».


Viernes, 5/8/2022. Me topo con una curiosa estadística del consumo de televisión en España en los últimos años: muestra a las claras que no ha dejado de descender. En el mes de julio recién terminado, los españoles vieron 170 minutos de media diaria, por 188 el año pasado y  197 los dos anteriores. Pienso en mi propio consumo y me doy cuenta de que yo nunca fui muy de tele, pero antes encendía con alguna frecuencia el telediario de la 1 o de LaSexta, Los Simpson, El Intermedio, Salvados… Ahora, nada; literalmente nada. Mi consumo mensual de televisión es 0.


Sábado, 6/8/2022. Terminado La revolución pasiva de Franco, empiezo El torbellino rojo: auge y caída del Partido Comunista de España, de Fernando Hernández Sánchez, que me cautiva desde la primera página. Me topo en él con una imagen hermosa y trágica: tras el lanzamiento del Sputnik, los presos del penal de Burgos miraban al cielo «desde los ventanucos de sus celdas por si [veían] pasar un artefacto soviético por el cielo estrellado de Castilla».

Conmueve imaginarse la tormenta de sensaciones que debió de desencadenar la noticia y la esperanza de la contemplación de aquel bólido cosmonáutico en aquellos hombres aherrojados, emparedados, que en los años de su secuestro habían olvidado —como versificara uno de ellos: Marcos Ana— cómo era un árbol. Había más allá de los muros del presidio una patria a la vez proletaria y futurista capaz de arar en el firmamento el surco de su promesa. El país de los sóviets y la electrificación fabricaba su propio lucero de Belén. Tenía que estar cerca la parusía que derruyese los muros y aplastara con sus cascotes al sátrapa del Ferrol.

Como la caja de Pandora, lo habían perdido todo, salvo la esperanza; una ilusión de victoria que no había muerto con la derrota del treinta y nueve y puede cuantificarse contante y sonantemente. Recoge también Hernández Sánchez un informe de 1948 que consignaba que uno de cada cinco cuadros enviados a España a galvanizar el movimiento comunista acababan en la cárcel, y uno de cada cuatro perdía la vida. «El militante ilegal enviado al país conseguía mantenerse en actividad, como media, tres meses, tras los cuales le descubrían y venía la tortura y muy probablemente la muerte», comentaba a Carrillo, que lo recuerda en sus memorias, el número dos de la Comintern, Dimitri Manuilski. Era aquella heroica clandestinidad aquello de Ángel González: el éxito de todos los fracasos, la enloquecida fuerza del desaliento. Su gasolina, la certeza de un edén del espacio —la URSS— y otro del tiempo: el rojo porvenir ineluctable de una época en cuyo corazón alentaba aún el optimismo de la Ilustración.

La ética del sacrificio que impulsaba a los hombres y mujeres del PCE no arrastraba el lastre del pensamiento de que el martirio pudiera ser en vano. Y los comunistas, seguros de la victoria final, lo sacrificaban todo; incluso el reconocimiento de sus méritos individuales. Había —cuenta Hernández Sánchez— clandestinos dobles que ocultaban sus cruciales quehaceres incluso a sus camaradas. Manuel Rico, ajustador de los astilleros Bazán de Ferrol, lloraba en privado la rabia de ser acusado de esquirol por sus compañeros: no sabían que era el responsable de la imprenta clandestina de la que salía la propaganda del PC gallego y de Comisiones Obreras, ni que su abstención de participar en manifestaciones o huelgas tenía la justificación de no atraer sobre sí la atención de la Policía. La mano izquierda no debía saber de la faena de la derecha. «Si alguna vez se escribe la historia del partido se dirá gracias a Mengano, Fulano, Zutano y a etcétera, etcétera, etcétera. Pues en esos etcéteras estaremos nosotros», recuerda Manuel Gil que decía Silvano Morcillo.

Los etcéteras bolcheviques presos en la cárcel de Burgos no vieron el Sputnik. Tampoco vieron la parusía. Nadie, tampoco la URSS, vino a liberar a los españoles. No habría contrarrevolución triunfante para La revolución pasiva de Franco, ese «estrato histórico» del que Villacañas explica que, cuando se conquista, «solo sobre él crece la vida, que ya no puede florecer en los estratos subyacentes. Estos pueden dar nutrientes últimos a las raíces más profundas, pero sin luz no pueden alimentar la planta, hacer crecer la flor y dar el fruto»» Lo que un anhelo de emancipación pretenda plantar hoy en España, debe afincarlo en el suelo inhóspito, envenenado, que el franquismo legó: un limo temprana y perdurablemente envenenado con el there is no alternative thatcherista, que hasta el heroico PCE acabó aceptando. Solo prosperará esa planta necesaria con un ímpetu ardiente que clave largas raíces en la tierra como estiletes, bebiendo el agua y dejándose bañar por el sol de su tiempo, pero también la energía freática de aquella generación; libre, de tal modo, de dos ponzoñas mellizas: la nostalgia y el adanismo. La metáfora estratigráfica de Villacañas es tan certera como la constatación de que nunca está todo escrito en los manuales elementales de la jardinería insurreccional. Los arqueólogos saben que procesos geológicos como la solifluxión desbarajustan en ocasiones el orden de los estratos, estratos antiguos emergen a la superficie y se sobreponen a los más modernos. Y el vinatero corso Mark Angeli desató hace unos años una pequeña revolución enológica con la heterodoxia de plantar sus cepas muy juntas, apretujadas hasta el punto de no poder apenas caminar entre ellas, y obligar así a sus raigones a hundirse más, confiriendo al vino que de ellas se extrajese minerales inopinados y una mayor acidez.

No es tarde, no lo será nunca, para ver la estela ilusionante del Sputnik surcar el cielo quieto de la injusticia. No dejemos nunca de asomarnos a la ventana.

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La laboriosa conquista de la hegemonía. Cuenta Hernández Sánchez que

«En la factoría de Construcciones Aeronáuticas de Sevilla se producían grandes discusiones futboleras a la hora del bocadillo, en las que llegaban a congregarse doscientos o trescientos trabajadores. Se gritaba, se manifestaban posiciones, en definitiva: con el pretexto de los lances del juego, la gente se explayaba. La clave era cómo convertir aquella discusión banal en otra cosa. Se acabó logrando «con mucha paciencia, por tanteo, corrigiendo empachos verbales, introduciendo aquí y allá una opinión, dejando caer otro tema, con naturalidad, sin robarle descaradamente el tiempo al fútbol, siendo amigos de aquellos dirigentes, de los líderes deportivos, apoyándose en ellos, logrando que ellos también opinasen de otros temas, sin atosigar, dándole tiempo al tiempo, pero sin perder una sola oportunidad». Afloraron nuevos temas de controversia: el salario, los destajos, la jornada de trabajo, la carestía, el seguro de enfermedad, “de cómo los obreros franceses o belgas tenían otros derechos, del Sputnik o de Cuba”. El manejo de la conversación era un arte. Estos temas no surgían por generación espontánea, sino que se preparaban a conciencia: “Discutíamos quiénes y cuando se debía terciar en la conversación, incluso dónde deberíamos estar colocados, distribuidos estratégicamente entre la aglomeración, unas veces en el taller de montaje de alas, en el invierno; otras veces a la puerta de la sección de prototipos, en el verano”».

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«¡Cuántos amigos hemos perdido por culpa del modo de producción asiático!», leo que decía Javier Pradera, refiriéndose a las arduas discusiones ideológicas del movimiento comunista.

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Se acercan unas elecciones italianas en las que las perspectivas de la izquierda, más allá del templadísimo PD (una especie de PSOE en el que solo militaran pages, varas y lambanes), son absolutamente calamitosas. La opción antifascista que corte el acceso al Gobierno de Salvini y Meloni es aquí una alianza entre el propio PD, la derechista Azione —una escisión moderada del berlusconismo— y el estrambótico Movimiento Cinco Estrellas. Como he escrito en alguna otra ocasión, l’antifascismo non è bello. Es horror, desesperación y apretones de manos con gente siniestra en pos de la detención de gente más siniestra aún. Lo dice bien Juan Álvarez: «Si el fascismo tiene la oportunidad de vencer electoralmente, quiere decir que previamente se ha tenido que sembrar la semilla de la podredumbre en la sociedad, y eso significa que enfrente no está ni la virtud, ni la belleza». Es lo que hay. No hay cuanto peor, mejor que valga. Cuanto mejor, mejor. «Contra Franco, hasta con el diablo», que decía Carrillo.


Domingo, 7/8/2022. En una era barroca volcada hacia lo visual y amante del trampantojo, donde todo posee —decía Jesús Ibáñez— una «estructura de señuelo» (refrescos de limón con un 7% de limón, esas cosas), el rojipardismo en cualquiera de sus formas se acompasa estupendamente al Zeitgeist. Sería el rojipardismo la izquierda con un 7% de izquierda; un refresco rojo de un rojo pergeñado con colorantes intensos, pero falaz, absolutamente mínimo.

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Señala Carlos Hernández algo en lo que no se piensa mucho: esas regiones enteras de España en las que no hubo guerra civil ni represión republicana, sino, lisa y llanamente, la persecución casa a casa y el asesinato meticulosos de alcaldes, concejales, sindicalistas, maestros o incluso sacerdotes desafectos. Alguna vez leí en alguna parte una tesis provocadora pero sugerente: el franquismo como la última limpieza étnica de la historia de España. La izquierda española no era, obviamente, una etnia, pero de algún modo lo era para aquellos matarifes que clamaban contra una Antiespaña incluso genética (el «gen rojo» de Vallejo-Nájera) a la que, como antes a los judíos o los moriscos, era urgente exiliar y matar para purificar la nación.


Lunes, 8/8/2022. La sequía de este año es tal que los ríos Rin y Elba están a punto de cerrarse al tráfico fluvial. En sus orillas, han emergido las llamadas Hungersteine: piedras grabadas con advertencias de ancestros que vivieron otras sequías. Dice una: «Wenn du siehst mich, dann weine». Si me ves, llora.

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Descubro un viejo cartel laborista que dice «Use your head! Support your own team and vote Labour». ¡Usa la cabeza! Apoya a tu equipo y vota al Partido Laborista. Sporting de Gijón y socialización de los medios de producción.

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Cuenta Fernando Hernández Sánchez que, durante una breve estancia en España en 1963, que tuvo que acortarse apresuradamente con motivo del fusilamiento de Julián Grimau, Valéry Giscard d’Estaing fue distinguido con una condecoración española. «A la semana siguiente», sigue explicando,

«asistió en el Elíseo a una recepción de gala luciendo el galardón. Al verle, el general De Gaulle llamó al Jefe de Protocolo y le dijo: “Haga el favor de avisar al ministro de Hacienda que ese género de condecoraciones no son bien vistos en los salones de la residencia del Presidente de la República Francesa”. Desde entonces, mientras De Gaulle fue presidente, ningún político francés aceptó ser condecorado por la dictadura franquista. Todavía había clases».

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Una de las polémicas del día es un gesto de Felipe VI en la toma de posesión de Gustavo Petro, el nuevo presidente de Colombia, que en un momento dado, ordenó traer la espada de Bolívar; una reliquia del libertador con un significado especial para él: como guerrillero del M19, participó en su legendario robo. Al aparecer el espadón, todos los presentes se levantaron a aplaudir, pero Felipe se quedó sentado, y la mayor parte de la progresía ha corrido a abominar de este intolerable desaire de un imperialista resentido. A mí me parece que la tesis de que haya sido un gesto deliberado no tiene sentido. ¿Qué interés puede tener de pronto este hombre en hacerle un desplante a Colombia y a Hispanoamérica entera? Felipe, en su fuero interno, bien puede ser, y seguramente sea, más de derechas que la madre de Superman, pero el discurso oficial, y sobre todo el que le conviene, es de fraternidad y heridas históricas cerradas: aquel homenaje a los republicanos de La Nueve en París, por ejemplo. Y hasta Primo de Rivera y Franco le hicieron estatuas de Bolívar: «gloria de España y de América», lo llamaba en 1970 el ministro Sánchez Bella, durante la inauguración de un monumento en el Parque del Oeste de Madrid. Es verdad que, en los últimos años, el discurso de fraternidad hispanoamericana y orgullo español por los libertadores va dando paso al vilipendio a los mismos en los círculos nacionalistas, pero esto de ciscarse abiertamente en ellos todavía entra dentro de la categoría de café para cafeteros. Bien es cierto que tampoco se me ocurre de qué manera puede ser lo de Felipe un malentendido, pero no dejo de inclinarme por la tesis del despiste de un hombre educado desde que nació, por padres y abuelos que conocieron la defenestración y el exilio, en la convicción de que la Monarquía, como anacronismo que es, debe andarse con pies de plomo, hilar finísimo y rehuir como de la peste de arrebatos de sangrín para evitar el exilio que siempre acecha a la vuelta de la esquina.

El runrún interior (63)


Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

8 comments on “El runrún interior (62)

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  2. Pau Comes

    Que Felipe VI es …. lo ha demostrado como rey. como hijo. como invitado etc. Esta a la altura de los 2que todavía creen que la Nación Española la forman «los españoles de los dos hemisferios» como decía la Constitución de 1812. Muchos creen que es una constitución democrática, nada colonialista, Felipe VI, tampoco.

  3. Francisco

    Abel Caballero siempre sorprende: se empeña en recalcar las cualidades morales e intelectuales que atesora y que son patentes para todo humano cogitante: contumacia expresiva. Los hagiografos caudillistas tampoco le van a la zaga. ¿ Efectos del calor? ?¿Síndrome de mujer de Lot? No temo dejar vacío cuando muera; hay millones de majaderos de relevo.

  4. Agustín Villalba

    «Cuenta Fernando Hernández Sánchez que, durante una breve estancia en España en 1970, que tuvo que acortarse apresuradamente con motivo del Proceso de Burgos, Valéry Giscard d’Estaing fue distinguido con una condecoración española. «A la semana siguiente», sigue explicando, «asistió en el Elíseo a una recepción de gala luciendo el galardón. Al verle, el general De Gaulle llamó al Jefe de Protocolo y le dijo: “Haga el favor de avisar al ministro de Hacienda que ese género de condecoraciones no son bien vistos en los salones de la residencia del Presidente de la República Francesa”. Desde entonces, mientras De Gaulle fue presidente, ningún político francés aceptó ser condecorado por la dictadura franquista. Todavía había clases».»

    La anécdota es falsa, no sólo porque De Gaulle era un admirador de Franco, sino porque en 1970 ya no era presidente de la república francesa (dimitió tras el referéndum del 27 avril 1969) y además porque durante el Proceso de Burgos (diciembre, 1970), ya había muerto (falleció el 9 de noviembre de 1970).

    Uno de los raros viajes (si no es el único) que hizo De Gaulle en el año y medio que vivió tras su dimisión, fue a España para ir a conocer a Franco (viejo proyecto que quería realizar desde hacía tiempo):

    «En juin 1970, il effectue un voyage en Espagne, durant lequel il fait une visite de courtoisie au général Franco, déclarant regretter n’avoir pu le rencontrer plus tôt du fait des circonstances internationales. Même si de Gaulle n’exerçait plus alors de charge publique, qu’un homme de son prestige aille rencontrer le dictateur espagnol suscite des critiques chez ses détracteurs.» (Wikipédia).

    Extraño que un historiador como Hernández Sánchez, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, publique libros con errores tan gordos.

    • Fernando Hernandez Sanchez

      Estimado señor Villalba: El contexto en el que ocurrieron los hechos que narro en mi libro no es el del proceso de Burgos (1970), si no el del fusilamiento de Julián Grimau (1963). Fue, por tanto, durante el primer septenato de De Gaulle. Giscard, que venía para una visita de dos días, hubo de acortarla a dos horas, debido a las circunstancias. La fuente de la la indeseable condecoración y del comentario de De Gaulle es el periodista de Le Monde, José Antonio Novais. Le invito a que lea el resto del libro y me indique, si es tan amable, cualquier otro error gordo en que pueda haber incurrido. Atentamente.

    • Es un lapsus mío: he ido a comprobarlo abriendo el libro, del que había apuntado nada más que la frase, y Fernando, efectivamente, dice allá que el contexto era el fusilamiento de Julián Grimau, no el Proceso de Burgos.

    • Agustín Villalba

      Sr. Hernández Sánchez : ya dije en mi comentario que el tamaño del error (de los errores, más bien) me extrañaba en un historiador. Que se trate de un despiste en una cita es más comprensible. No obstante, la anécdota sigue resultando extraña para quien conoce un poco a De Gaulle y su admiración incontestable por Franco.

      En el vol. III de «C’était De Gaulle» en el que Alain Peyrefitte cuenta sus muchos encuentros y conversaciones con el general (Peyreffite fue ministro suyo) se habla de la visita de Giscard a España en abril de 1963 y de lo que De Gaulle pensaba de la España franquista en general y de Franco en particular:

      «Au Conseil du 30 janvier 1963, le Général excuse les absents : « M. Frey est à Madrid. Paris-Madrid, cela fait un axe de plus ! (Ces jours-ci, les journaux parlent d’un «axe Paris-Bonn» ; mais il ne s’arrête pas à cette plaisanterie.)

      « L’Espagne est un grand pays endormi, mais il se réveillera. Il a gardé de la noblesse et de la grandeur. Nous avons tout avantage à reprendre des relations avec lui. Il veut sortir de son isolement. Nous devons l’y aider. […] Les réfugiés politiques [espagnols] sont surveillés. Nous ne les avons jamais livrés, nous les avons accueillis, nous leur avons ouvert les bras, mais il y a parmi eux des assassins en puissance qui s’agitent.»
      […]
      Après le Conseil du 17 avril 1963 [Grimau fue fusilado el 20 de avril].
      AP : « Giscard est allé à Madrid, il a vu Franco et la presse semble s’en émouvoir.
      GdG. — Y a-t-il vraiment de quoi ? Giscard ne pouvait refuser d’être reçu par Franco si celui-ci l’invitait. On ne peut pas refuser de voir Kennedy à cause de Chessman et des Rosenberg» Le Général garde un instant de silence et regarde vers la fenêtre, comme pour rechercher son inspiration et prendre de la hauteur :

      « Franco a bien su tirer son épingle du jeu. Il a roulé Hitler à Hendaye, il lui a refusé le passage de ses troupes à travers l’Espagne tant qu’elle restait neutre. Mais il lui offrait en contrepartie d’entrer en guerre à ses côtés, moyennant quoi il empocherait Gibraltar et le Maroc. Hitler, qui se croyait à la veille d’envahir l’Angleterre, n’a pas poussé les feux. Pourquoi faire des concessions à quelqu’un dont il croyait n’avoir pas besoin ? Mais Churchill et ses aviateurs ont résisté. Alors, Hitler a augmenté ses exigences, Franco a fini par signer un protocole, par lequel il s’engageait à entrer en guerre, mais à la date qu’il choisirait. Hitler maintenait sa pression : que l’Espagne entre en guerre, ou au moins qu’elle laisse passer l’armée allemande pour aller à Gibraltar. Mais Franco savait que, s’il entrait en guerre, il perdrait les Canaries. Churchill, de son côté, il ne lui aurait pas déplu que Hitler entre en Espagne, ça aurait dispersé la Wehrmacht, ça aurait provoqué une guerre de partisans comme celle qui avait ruiné Napoléon. En 41, Franco n’avait plus envie d’entrer en guerre, il s’est contenté d’ envoyer la division Azul contre les Soviets. Il est allé voir Mussolini en Italie et Pétain à Montpellier. Mais il s’est bien gardé d’avoir le moindre geste hostile à l’égard des Anglais. Il était logique avec lui-même. Il a manœuvré dans le sens de l’intérêt national de l’Espagne. »

      Y Peyrefitte añade:

      «Quelque choquant que cela puisse paraître à ceux qui n’ont pas été les contemporains de la sauvagerie réciproque de la guerre civile, de Gaulle ne tenait pas rigueur à Franco du rôle qu’il y avait joué. Entre la dictature fascisante qui l’avait emporté et la dictature communisante qui aurait pu l’emporter, il ne se croyait pas contraint de choisir. Par sa prudence pendant la guerre, Franco s’était acquis des mérites que le Général n’était pas homme à oublier. Plutôt que de le laisser en tête à tête avec les États-Unis, le Général cherchait à encourager sa rentrée en Europe. Et puis, pourquoi le cacher, pour de Gaulle, Franco avait été et restait un façonnier de l’Histoire. Pour le meilleur ou le pire, il portait une grande nation. Il était un membre du cercle étroit des grands. C’est ce que la France stupéfaite comprendra quand, libre de toute charge, pendant sa longue balade en Espagne en juin 1970, il fera visite à Franco, monument historique parmi les autres.»

      Por ningún lado se habla de una condecoración de Giscard, que visto el contexto político de la época, hubiera provocado un escándalo en la prensa, de la que hubiera habido trazas. Y es evidente también que Peyrefitte, que lo cuenta todo en su trilogía de casi 2000 páginas, hubiera contado una anécdota semejante. Y sobretodo, yo no veo a Giscard (que era un liberal, un centrista, un moderno, un partidario de la modernización de Francia de 37 años con una enorme ambición política) aceptándola y comprometiéndose políticamente con el franquismo.

      La anécdota no es contada en ninguno de los 16 ebooks franceses sobre De Gaulle que yo tengo (entre los cuales los 3 vols. del monumental «De Gaulle» de Jean Lacouture, periodista y escritor de izquierdas). El nombre de Grimau sólo es citado por Peyrefitte.

      En cuanto a lo que pensaba De Gaulle de Franco, en «De Gaulle, un homme dans l’Histoire» de Philippe Valode puede leerse:

      «L’étonnant voyage en Espagne suscite bien des commentaires négatifs. De Gaulle s’est mis en tête de connaître l’Espagne mais aussi ce Franco qui n’aimait pas Philippe Pétain et qui a résisté aux nazis. Le Caudillo est le premier à lui adresser un courrier après son échec au référendum d’avril 1969. Une lettre à laquelle il répond avec chaleur, évoquant même son désir de déplacement à Madrid. […] De Gaulle n’a que faire des ragots parisiens qui condamnent le voyage de Madrid (il le confie à son fils). […] Pour revenir à Franco, de Gaulle lui sait gré d’avoir toujours résisté au nazisme et refusé le passage vers Gibraltar à la Wehrmacht. Et il n’apprécie guère les réactions critiques sur ce voyage, tant d’André Malraux que de François Mauriac.
      […]
      Après la visite de l’Escurial, Franco les accueille au Pardo pour un entretien d’une heure en tête-à-tête, en présence du ministre des Affaires étrangères espagnol, Lopez Bravo, puis lors d’un déjeuner élargi. […] Le 27 juin, ils sont de retour à La Boisserie. Alors, de Gaulle remercie Franco avec une chaleur certaine : « Avant tout j’ai été heureux de faire personnellement votre connaissance, c’est-à-dire celle de l’homme qui assure, au plan le plus illustre, l’unité, le progrès et la grandeur de l’Espagne et je n’ai pas manqué d’être fort impressionné par notre entretien… ».»

      Conclusión: a mí la anécdota me suena más a invención de un militante antifranquista puro y duro como José Antonio Novais (ver su ficha Wikipedia) que a hecho real.

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