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Elogio de la bondad

/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

El dinero, la apariencia y la adulación son los valores supremos de esta sociedad en permanente crisis en la que vivimos. El dinero se ha convertido en el valor absoluto, la medida de los pueblos y los individuos, y en muchas sociedades el apego al dinero constituye el puntal de una forma de instrucción que allí denominan educación. La aporofobia, mas allá de las diferencias de raza o religión, es la expresión más frecuente del odio y la xenofobia. La posesión de bienes y riqueza es el fin último de las personas sin calidad humana ni educación y, si no se dispone de él, al menos se aparenta. Esa, la apariencia, es la norma de toda conducta social que se valora. Finge el necio su saber, el ignorante su cultura y quien es incapaz de alegar méritos propios se escuda en otros parámetros que oculten sus vergüenzas. En cuanto a la adulación, es el precio de la ascensión social y se rodean los gobernantes y los rectores de aduladores de todo tipo. Ser rastacuero es la alternativa a ser considerado rarito o con demasiada personalidad, y tiene como premio la obtención de canonjías.

El lector está probablemente a punto de desertar de este texto que se prometía amble en el título y que, al describir la realidad, ha tomado tintes de amargura. No se desanimen: en ese estercolero de dinero, apariencia y halagos es donde mejor florece la bondad de quien, en los términos señalados por el filósofo italiano Carlo Cipolla, escoge el comportamiento altruista o inteligente frente al desalmado o, en la mayoría de los casos, estúpido.

Desde estas páginas quiero destacar la bondad de Ana Fernández, mi idolatrada Tata Ana que renunció a su propia vida para cuidar de nosotros en Marruecos y nos siguió a Valencia. Nunca hubo la menor sombra de maldad en esta excelente mujer que dejó la casa de mis padres para cuidar de sus nietos a la muerte de su hija.

También quiero citar al profesor Luis Franco, uno de los bioquímicos más relevantes de nuestro país, hombre de fuertes convicciones y compromiso religioso, quien en su día contestara a mi pregunta acerca de sus votos indicando que, mientras viviera su madre, no podía profesar el de pobreza, puesto que nada le pertenecía. Además, siempre me ha dado lecciones de tolerancia con quienes piensan o sienten de manera diferente a la suya.

El profesor José Manuel Cano Pavón, además de su magisterio en Química Analítica y su investigación en este campo, nos ha regalado más de veinticinco novelas y textos históricos sin exigir nada a cambio, en un ejercicio de generosidad.

Los ejemplos anteriores son tan solo algunos casos que corresponden a mis propias vivencias, pero no lo duden: cerca de todos ustedes hay personas que, además de despertar su afecto, su amor debido a su familiaridad, su admiración debido a su ejemplo y sus logros profesionales o su influencia en las organizaciones en las que trabajamos, son ejemplos de bondad y de generosidad. Por favor, que sirvan esta líneas para que cada lector piense en todas esas personas que son un modelo a seguir en estos tiempos de crisis.


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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