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La rivalidad Oviedo-Gijón, vista por Juan Cueto

A Juan Cueto, ovetense y a la vez gijonés, la mirada audaz y clarividente a lo universal que testimonian los escritos que lo convirtieron en uno de los grandes cronistas de la España contemporánea no le impedía ser un observador igual de sagaz de lo que sucedía en el pequeño mundo que lo había visto nacer. Hoy rescatamos al Cueto más asturiano con un texto de 1976 sobre la añeja enemistad entre las dos grandes ciudades del Principado.

Continuamos nuestra serie de pequeños homenajes al recién fallecido Juan Cueto, miembro del consejo de redacción e inspirador intelectual de esta revista de raigambre astur pero ambición global, rescatando al Cueto más asturiano. A este descendiente de Clarín, ovetense y a la vez gijonés, la mirada audaz y clarividente a lo universal que testimonian los escritos que lo convirtieron en uno de los grandes cronistas de la España contemporánea no le impedía ser un observador igual de sagaz de lo que sucedía en el pequeño mundo que lo había visto nacer.

Cueto escribió mucho sobre Asturias; y entre otras cosas, una Guía secreta de Asturias que salió a la luz en 1976, publicada por el sello madrileño Al-Borak. En ella, Cueto, convencido de que en Asturias «todavía son posibles las emociones del hallazgo, de lo insólito y de la sorpresa», ofrecía al turista allegado al Principado una divertida presentación de la región que orillaba «los sacrosantos pruritos de la objetividad, que a estas alturas ya a nadie engañan, para caer siempre que sea posible en los muy punibles placeres de la subjetividad, y hasta de la tendenciosidad, que no hay peor censura en estos menesteres que la de intentar por todos los medios reducir a un rígido esquema lo que por cultura y naturaleza es vario, y ya se sabe que Asturias es la única región peninsular que además de nombre de mujer tiene rango de plural». Esa subjetividad, Cueto la sustanciaba entreverando la más estricta información turística de jugosas reflexiones sobre el ser y la esencia de Asturias; y entre otras, ésta que, introduciendo la parte del libro dedicada a Gijón, disertaba sobre la añeja rivalidad entre Oviedo y Gijón y la necesidad de superarla, de la que nos parece que —por más que las cosas hayan cambiado mucho desde 1976— conserva gran interés y una cierta vigencia.


Gijón y Oviedo

/por Juan Cueto/

En Asturias hay muchas capitales: la de la provincia, la de la manzana, la de la sardina, la del salmón, la truchera, la del queso de Cabrales, la de la sidra, la de la fabada, la de la huerta, la del carbón, la del acero… Gijón, además de ser la ciudad con el mayor número de habitantes de la región, ostenta los títulos de capital de la Costa Verde, de las Siete Villas, marítima y de la industria. Eso, por lo menos; que seguramente me he dejado en el tintero otros importantes asuntos. Sin embargo, lo cierto desde un punto de vista, digamos, sociológico, es que así como Oviedo es el centro administrativo-cultural del invierno, Gijón desempeña idéntica función en la estación estival y no solamente por asuntos playeros, sino porque durante esos meses la vida asturiana huye masivamente hacia la costa y a lo largo de ella reina Gijón.

Releo el párrafo anterior y me descubro intentando halagar la vanidad gijonesa, exhibiendo una muy descarada neutralidad para tranquilizar mi conciencia de sujeto escribiente nacido en la ciudad rival y también la de los posibles sujetos lectores de la villa de Jovellanos, que cuando huelen a ovetensismo se ponen inmediatamente en guardia y seguramente no les faltarán algunas razones por la tiranía centralista que históricamente se ha ejercido desde la capital administrativa del Principado.

Ojeo el segundo párrafo y no sé qué es peor, si el remedio o la enfermedad. Por eso, lo más rentable va a ser asumir con todas las de la provinciana ley, sin renunciar a ninguna posibilidad, la impertinencia que supone secretear de Gijón siendo natural de allende la Venta del Jamón, que es la frontera de la eterna rivalidad; impertinencia que todavía puede ser más peligrosa cuando ocurre al revés: un gijonés opinando sobre Carbayonia. Son las típicas censuras de los localismos, cuya estrategia más querida es la estúpida fragmentación de la realidad convirtiendo Asturias en una serie de minúsculos reinos de taifas para evitar la posibilidad de las siempre molestas visiones de conjunto, regionalistas, las que pueden dar al traste con privilegios adquiridos por la vía decimonónica. Y con ello ya entramos en el meollo de la eterna fricción de las dos ciudades, cuya representación más espectacular es la futbolera, pero cuyas consecuencias, lamentables por más señas, nada tienen que ver con las industrias del músculo y del ocio. No se sabe muy bien para qué puede servir esta suerte de rivalidades entre dos ciudades que están separadas por apenas un cuarto de hora y cuyas funcionalidades y especializaciones regionales son tan claras. Porque para existir enfrentamiento y del bueno, tiene que haber competencia, es decir, unas similitudes sociourbanas en lucha por la hegemonía regional. Y la verdad es que tanto Oviedo como Gijón no tienen nada en común. Oviedo es una ciudad terciaria y Gijón industrial; la una se está convirtiendo en centro comercial y la otra es desde hace mucho centro estival; en un sitio predominan los burócratas orgánicos y en el otro los demócratas inorgánicos; aquélla es terrestre y ésta es marítima; durante la guerra Oviedo fue franquista y Gijón republicana; una se las da de aristócrata y otra de popular; los ovetenses desayunan con los artículos de Manolo Avello y los playos con los de Paco Carantoña; las distinguidas señoras de un sitio tienen ópera y las del otro Club de Golf; en el centro geoadministrativo hay máquinas de escribir y en la costa chimeneas; unos producen papeleo y los otros acero; el Real Oviedo ejerce su influencia hacia el interior del país astur y el Sporting extiende su tutela por todo el litoral, con alguna que otra incrustación en las Cuencas Mineras; en un sitio está instalada Asturias Semanal y en el otro la Enciclopedia Asturiana; en la ciudad de Clarín y Ayala hay niebla y en la de Jovellanos y Evaristo Valle sopla el nordeste… Por más vueltas que le doy, no acierto a encontrar los necesarios puntos en común que pueden fundamentar con un poquitín de rigor la dichosa y aldeana rivalidad.

Lo que sí está más claro que el agua del pozo de la virgen mexicana es la complementariedad de ambos conjuntos sociourbanos en el contexto asturiano; repartiéndose ávida y paradigmáticamente unas atribuciones que, vistas desde el otro lado de Pajares, se antojarán envidiables a cualquier sociólogo, urbanista, político o planificador del futuro: pocas veces se encuentra una región natural, felizmente coincidente con la administrativa, en donde la modélica distribución de jerarquías espaciales ya está lograda, sin necesidad de dolorosas y despistadas intervenciones centralistas. Como digo, estas fricciones ocultan asuntos más complejos, y como aquí estamos y cobramos para fisgar lo que hay detrás de las apariencias que nos han decretado como inamovibles, no queda más remedio que este localismo creciente esconde una Asturias menguante, reducida a su zona central y completamente marginada de la verdadera periferia, que son las alas orientales y occidentales, cuyo subdesarrollo contrasta fuertemente con el privilegio industrial y económico de esa nunca nombrada Área Metropolitana que componen a la chita callando, y cada vez con más fuerza, Gijón, Avilés y Oviedo, conjuntos que no solamente monopolizan —se reparten— el cotarro asturiano, sino que han convertido sus nada conflictivos sistemas urbanos en el único centro verdaderamente existente; un centro cada vez más cohesionado que organiza la zona central al siniestro estilo de una región-ciudad con tres grandes barrios que disimulan sus privilegios por el viejo truco —divide, vencerás y colonizarás— de aparentar sangrientas peloteras vecinales que, miren, sólo sirven para hacer consumir más café tertuliano, más entradas de fútbol y más periódicos.

Playa de San Lorenzo de Gijón a principios de los años setenta.
Plaza de la Escandalera de Oviedo hacia los años sesenta o setenta.

Juan Cueto (1942-2019) fundó y dirigió Los Cuadernos del Norte y fue responsable de la implantación de Canal Plus en España y asesor de programación de Tele Pií en Italia, además de director de programas de la división internacional de Canal Plus Francia. Escritor, periodista y comunicólogo, fue pionero de la crítica televisiva en el diario El País y su amplia obra ensayística abarca títulos como Guía secreta de Asturias, Los heterodoxos asturianos, Una conversación con Navascués, Exterior noche, Pasiones catódicas o El siglo de la duda. También escribió guiones cinematográficos y estuvo al frente de varias colecciones editoriales.

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