La balada del libro robado (prosa automática)
«Era mediodía en Abilene y el asalto al Banco iba a comenzar». Un texto de Agustín Vidaller.
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«Era mediodía en Abilene y el asalto al Banco iba a comenzar». Un texto de Agustín Vidaller.
«Negligencia o sabiduría, nadie entre nosotros los longevos me negará que, cumplidos los cincuenta, es más factible vivir entre fantasmas». Un artículo de Agustín Vidaller.
«El siglo me ha ignorado. Las águilas, por tanto, sabrán de mí. Más allá de las montañas de siempre hay pueblos que saben apreciar, en un hombre, el lujo de una mirada llena de ictericia. No queda otra alternativa que un altanero sacrificio». Un texto de Agustín Vidaller.
Hubo dos condes Almasy. Los dos eran húngaros, poseían un castillo entre manadas de caballos alazanes y sabían volar, pero su pasión más poderosa era la del desierto. Un artículo de Agustín Vidaller.
«Habréis de saber quizá que los antiguos persas aseguraban estar especialmente orgullosos de no mentir jamás. Quiere decir esto que eran los superhombres de la sinceridad o que hacían de sus mentiras cuidadosos juegos de crupier o trilero». Un relato de Agustín Vidaller.
«Yo visité la jeque en su ciudadela, pues a veces los sueños son poderosos. En una noche del mes de la Peregrinación llegué y bajo el creciente contemplé su reino». Un relato de Agustín Vidaller.
«Todas las generaciones que quieren vivir deprisa olvidan al poco el motivo que las puso en movimiento. Quiero decir que cuando la luz de este mundo se agota —muerto el primer hombre, o el primer niño— nadie sabe diferenciar ya entre los soldados de Dios y los soldados del Diablo». Una nueva entrega de las ‘Últimas flores para Laura’ de Agustín Vidaller.
Escribe Agustín Vidaller que «cuando nos dicen que todo consiste en rezar y apretar los dientes puede uno echarse a temblar, pero cuando encima nos aseguran que Dios ha muerto, no todos estamos preparados para pegarnos un tiro a tiempo»; y que «algún día sacrificaremos a nuestros siquiatras en el mismo altar bajo el que yacen muchos de nuestros eclesiásticos».
Agustín Vidaller escribe sobre Pedro Alfonso de Huesca, de quien la ‘Disciplina Clericalis’ reclama nuestra atención como primer jalón de la migración entre la cuentística oriental y nuestra cultura. «Sólo doscientos añostiene ese tan nuestro afán por la originalidad que muchas veces no conduce sino a la extravagancia o la excentricidad», escribe preguntándose «quién de nosotros podría decirse el mismo sin haber leído una u otra antología de ‘Las mil y una noches’».
Agustín Vidaller prosigue sus «Últimas flores para Laura» con esta disertación sobre la siconáutica hacia la Ausencia convertida en un sexto continente; hacia el ‘no estar’ como una necesidad álgida.
El escritor aragonés Agustín Vidaller inicia una serie de disertaciones bajo el epígrafe «Últimas flores para Laura» con ésta que comienza por reflexionar cómo «los samuráis o Miguel Blesa no dejan de sugerirnos al oído lo fastuoso y digno del suicidio ante los imponderables del deshonor o la derrota».