Crónicas ausetanas
Los anarquistas catalanes en Argentina: de la Semana Trágica a la desaparición de Joaquín Penina
/por Xavier Tornafoch/
A principios del mes de enero de 1919, hace ahora cien años, tuvo lugar en Buenos Aires un episodio de violencia extrema en la represión de las demandas del proletariado argentino. Los trabajadores de la factoría metalúrgica Vasena, la mayor de Sudamérica, iniciaron una huelga para reclamar mejores laborales y un incremento salarial que les permitiera atender las necesidades de su vida cotidiana, cosa que no podían garantizar con los sueldos miserables que recibían de los patronos de la fábrica. La protesta de la Vasena, ubicada en la capital federal, desembocó en una insurrección popular generalizada que paralizó la ciudad por tres días y causó cerca de setecientos muertos. El presidente de la República, el radical Hipólito Yrigoyen, mandó al ejército a reprimir la protesta, aunque los principales protagonistas de la masacre fueron los comandos para militares llamados guardias blancas. Estas fuerzas irregulares, entrenadas y equipadas por el ejército argentino, estaban compuestas por jóvenes de la alta burguesía porteña y dependían de la Liga Patriótica Argentina, una organización de extrema derecha profundamente nacionalista y anticomunista. Dichos contingentes auxiliares del ejército atacaron los barrios de Almagro y Villa Crespo persiguiendo a los miembros de la comunidad judía, a los que acusaban de socialistas, llevando a cabo un auténtico pogromo antijudío que causó numerosas víctimas. También iniciaron una persecución contra ciudadanos de origen catalán, a los que relacionaban con el anarquismo. La identificación que la burguesía bonaerense realizaba entre el anarquismo, ideología revolucionaria de fuerte contenido moral y emocional, y la pertenencia a una comunidad de inmigrantes formada por personas que provenían de una determinada parte de España, siendo un contingente sensiblemente inferior al de gallegos o andaluces, está relacionada con las particularidades del nacimiento, desarrollo y consolidación del movimiento obrero en Argentina y, por proximidad, en Uruguay.

Los anarquistas catalanes estarán presentes en todas las etapas formativas de esta corriente organizativa. En muchos casos se tratará de activistas que venían de una larga trayectoria de militancia en España, que habían sufrido persecuciones, algunas veces encarcelamientos, y que se vieron obligados a huir del país por las represalias de las autoridades españolas. Por otra parte, la ciudad de Barcelona era, y lo será hasta el final de la guerra civil, un foco revolucionario al que llegaban anarquistas de toda Europa, muchos de ellos italianos, que también acudirán a América huyendo de las persecuciones de que serán objeto en sus países de origen. En cualquier caso, a finales del siglo XIX coincide en Buenos Aires un grupo de anarquistas catalanes dispuestos a organizar el movimiento en su país de adopción: Joan Vilà (carpintero de profesión y traductor al español de las obras de Kropotkin), Rubau Donadeu (uno de los fundadores de la Asociación Internacional de Trabajadores), Zacarías Rabassa (delegado en el Congreso Obrero de Barcelona de 1870), Francisco Torrents (organizador de la asociación de panaderos de Buenos Aires) y Paulí Pallàs (residente en Rosario y el artífice del atentado contra el general Arsenio Martínez Campos en 1893). En este grupo predominará el sector sindicalista, aunque algunos de ellos se declarara anarcocomunista. Fundarán El Perseguido, un periódico cuyo nombre hace honor a las vivencias personales de muchos de ellos, obligados a marchar de España por la persecución de la policía española o directamente expulsados por su actividad militante. La llegada de estos activistas anarquistas no pasó desapercibida a las autoridades argentinas que habían dado instrucciones al consulado de Barcelona de iniciar una investigación sobre la entrada de estos individuos en la República Argentina. Así pues, el cónsul Eduardo Calvari describirá el itinerario que habían seguido la mayoría de ellos, detallando en las informaciones que mandaba al Ministerio de Asuntos Exteriores el viaje que realizaban desde Barcelona a Inglaterra, cruzando los Pirineos y el canal de la Mancha de forma clandestina. Cuando llegaban a territorio británico pedían asilo en Argentina; asilo que les era concedido con cierta facilidad debido a la necesidad de mano de obra que tenía el país austral. Los que no podían desembarcar en Buenos Aires lo hacían en Montevideo y los que, una vez en Argentina, eran expulsados iban también a Uruguay, convirtiéndose en el núcleo militante del primer anarquismo uruguayo, del que el propio expresidente José Mujica se reconoce deudor por haber tratado, ya en su vejez, a algunos de aquellos anarquistas catalanes.
Unos años más tarde, la nómina de militantes anarquistas se incrementará. Entre ellos predominarán los individualistas partidarios de la acción directa. Llegarán a Buenos Aires Francisco Fo, que ejercerá de corresponsal del periódico barcelonés El Productor; Manel Reguera, editor de El Rebelde, y Rafael Roca, futuro editor de El Perseguido. Sin embargo, la figura más destacada de esta nueva ola de refugiados anarquistas será Antoni Pellicer Paraire, que participará en la fundación de la Federación Obrera Regional Argentina, que tomará como modelo organizativo a la Federación de Trabajadores de la Región Española (1881), en el nacimiento de la cual también participó. Pellicer Paraire era primo de Rafael Farga Pellicer, fundador de la Internacional y de la Alianza Obrera Española. También tomarán protagonismo Gregori Inglán, un ebanista que fundó La Protesta Humana (1897-1900), uno de los periódicos libertarios más famosos de América del Sur, y Josep Prat, tipógrafo y periodista barcelonés que organizará el potente sindicato de estibadores del puerto de Buenos Aires. Esta oleada de exiliados será la consecuencia de la represión del estado contra el movimiento anarquista español a causa de los atentados terroristas que protagonizaban los partidarios de la acción directa y que culminaron en el Proceso de Montjuïc, que finalizó con 87 procesados y cinco penas de muerte ejecutadas.

La presencia de catalanes en el anarquismo argentino será muy significativa durante el primer tercio del siglo XX, hasta el punto que la mayoría de líderes libertarios serán de origen catalán. En esos primeros años del siglo se mantendrá vivo el debate entre los sindicalistas y los individualistas. Los primeros contribuirán a organizar el potente movimiento sindical argentino; los segundos protagonizaran algunos atentados como el que llevó a cabo en 1905 Salvador Planas Virellas contra el presidente argentino Manuel Quintana. Una tercera vía es la que seguirá en Uruguay Albà Rossell Llongueres en el terreno de la pedagogía racionalista, siendo el fundador de la Liga Popular para la Educación Razonada de la Infancia.
La influencia del anarquismo sobre el movimiento obrero argentino será muy importante hasta la dictadura de José Félix Uriburu (1930-1932). Sus organizaciones sindicales serán las protagonistas del período de agitación social que sacudió argentina entre el 1919 y el 1921, lo que Roberto Perdía y Horacio Ricardo Silva llaman el trienio en rojo y negro, que incluye la Semana Trágica de Buenos Aires, las huelgas de la Patagonia —estudiadas y divulgadas por el recientemente fallecido Oscar Bayer— y las reivindicaciones de los trabajadores de la Forestal. El corolario de estos cincuenta años de activismo anarquista de los catalanes en Argentina fue el secuestro, desaparición y muerte de Joaquín Penina, un joven obrero de Rosario, originario de Gironella, en la provincia de Barcelona, miembro de la Federación Obrera Regional Argentina y anarquista convencido. Este muchacho fue detenido el 9 de septiembre de 1930, tres días después de que el general Uriburu se hiciera con el poder, mientras estaba repartiendo panfletos contra el golpe militar. Fue fusilado y enterrado de forma clandestina. Su desaparición fue la primera de las que llevaron a cabo los diversos gobiernos militares que se sucedieron hasta el periodo 1976-1983, cuando esta forma de represión se generalizó. La muerte de Penina se convirtió en uno de los mitos del anarquismo a ambos lados del Atlántico: en Argentina, a través de las denuncias periodísticas y del activismo de sus compañeros de Rosario, y en España gracias a los homenajes que le ofrecieron las primeras figuras del anarquismo ibérico, como Federica Montseny, futura ministra de la Segunda República y la primera persona que denunció el caso desde las páginas de El Luchador, a mediados de julio del 1931.
Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.
Buen articulo histórico. Recuerdo vagamente la huida de los anarquistas catalanes a Latinoamérica en el instituto (ha llovido un poco desde entonces), pero este articulo está mucho mejor que la parrafada de ideas que me dieron en mucho más tiempo de lo que me ha tomado leer esto.