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Culturas de la catástrofe climática

¿Qué muestran y qué encubren las representaciones narrativas de la crisis climática? El filósofo Juan Manuel Zaragoza reseña el libro 'The Anthropocene unconscious', de Mark Bould (2021)

/ por Juan Manuel Zaragoza /

No he visto No mires arriba. No por nada especial: simplemente me daba pereza. Lo reconozco: he llegado a un punto en que, para ver un producto audiovisual que dure más de treinta minutos, este debe interesarme mucho, algo que solo pasa bajo dos circunstancias: 1. Que sea una peli que sepa que me va a gustar (es decir: que ya haya visto y no me importe repetir); 2. Que sea una adaptación de una novela que, en su momento, me atrapase. Imagino que es lo que tiene envejecer: que las novedades te tientan lo justo y prefieres el calorcito que proporcionan las viejas amistades. El caso es que No mires arriba no entra en ninguna de esas categorías, por lo que, a priori, no era una película que me llamase particularmente la atención.

Pero el caso es que, filias y fobias personales aparte, uno es un profesional. Y se supone, además, que mi campo de estudio son las humanidades ambientales: un área relativamente nueva que investiga las relaciones (culturales, simbólicas…) entre el hombre y la naturaleza. ¿No debería, por tanto, ver una película que, según todos, es un producto cultural que ilustra las actitudes políticas y sociales hacia la crisis ecosocial que estamos atravesando? Pues desde luego, debería, pero… ¿realmente habla esta película sobre cambio climático, Antropoceno, o como queramos llamar a este periodo de emergencia climática? Twitter, que todo lo sabe, ofrece respuestas contradictorias. Porque sí: leo al Twitter climático hablar de la película con cierto gozo y admiración, pero, al tiempo, también percibo cierta disonancia, voces que susurran que, en realidad, esta peli no es exactamente sobre cambio climático. Que no es sobre el calentamiento global. Que es sobre un meteorito. Y un meteorito y el cambio climático antropogénico no son lo mismo. De hecho, en muchas cosas (y muy importantes) son exactamente lo contrario. Entonces, ¿qué está pasando? Suponiendo que, en efecto, sí sea una película sobre el cambio climático (eso dicen tanto el director como los actores), pero estando de acuerdo en que no es exactamente lo mismo un meteorito que el aumento constante de las temperaturas por causa humana, ¿qué nos está ocurriendo? ¿Es que no podemos enfrentar el problema del cambio climático de otra forma que no sea oblicua? ¿Es que nuestra ficción es incapaz de hablar de él?

Esta es exactamente la pregunta que se hace Amitav Ghosh en su libro The great derangement: climate change and the unthinkable (Chicago University Press, 2016) y su respuesta no es muy optimista. Ghosh nos sitúa en un momento futuro indeterminado, pero radicalmente distinto al nuestro, con ciudades como Nueva York, Calcuta o Bangkok sumergidas bajo las aguas, inhabitables. En ese futuro, se pregunta, cuando sus habitantes busquen en el arte y en la literatura de nuestro tiempo indicios acerca de lo que estaba sucediendo y que les permitan entender cómo llegaron hasta ahí, ¿qué encontrarán? Nada, contesta Ghosh. Y, cuando esto ocurra, sigue, ¿qué podrán pensar, sino que nuestro arte, nuestra literatura, no fueron sino otra forma de encubrimiento? ¿Que servía únicamente para ocultarnos la urgencia de nuestro problema? (Ghosh, p. 11). Si acaso, solo la encontraríamos en la sección de ciencia-ficción, nos dice Ghosh, ya que allí es donde la prensa seria (London Review of Books, New York Review of Books, Literary Journal, etcétera) sitúa cualquier obra que haga referencia, siquiera marginal, al cambio climático: «la mera mención del tema», dice Ghosh, «es a menudo suficiente para relegar la novela o cuento al género de la ciencia-ficción» (Ghosh, p. 7).

Pero esta no es una reseña de la obra de Ghosh, sino del libro de Mark Bould The Anthropocene unconscious: climate catastrophe culture (Verso Books, 2021). ¿Por qué, entonces, esta insistencia en la obra de Ghosh? Porque Mark Bould se refiere, una y otra vez, a ella. Y es normal que sea así, porque su libro, el de Bould, se escribe a la contra del de Ghosh, para darle la razón y, al mismo tiempo, para quitársela. Ya que, en efecto, dice Bould, la ficción de nuestro tiempo está plagada de catástrofes, sean estas terribles inundaciones o meteoritos que llegan del espacio exterior, pero la literatura seria no trata de forma directa el problema del cambio climático. Sin embargo, esto no se debe a un «fallo» de los autores/as a la hora de comprometerse con los problemas de nuestro tiempo, sino a una limitación intrínseca de «la novela burguesa». Lo que la novela calla no es mero silencio, sino una «afasia expresiva», resultado de negociaciones con «las limitaciones de la forma» (Bould, p. 3)

«¿Debe la ficción ser inmediata y explícitamente sobre el cambio climático para ser una ficción sobre el cambio climático? ¿No hay lugar para lo simbólico? ¿Lo oblicuo? ¿Lo lejano? ¿Para pensar acerca de las historias, sistemas y estructuras capitalistas, imperialistas y patriarcales que son histórica y previsiblemente responsables de la desestabilización del clima, y a través de las cuales ha sido, es y será experimentado?» (Bould, p. 4).

Claro que sí, dice Bould. Y es precisamente por eso que podemos ver una película sobre un meteorito como una historia del Antropoceno, pero, ¿es que acaso no podemos hacer exactamente lo mismo con el cine supuestamente serio? ¿Es que no es Pozos de ambición, la película de Paul Thomas Anderson, una historia del Antropoceno? ¿No es acaso una historia de la era del petróleo? ¿O es que las historias del Antropoceno deben ser historias sobre el Antropoceno?

Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson, 2007)

Esta es la apuesta principal del libro, y es cierto que Bould la despliega de forma convincente, con una solvente selección de textos (entiéndase en sentido amplio) tanto clásicos como contemporáneos. Ya sea a través de una (hilarante) reseña de Sharknado y sus seis secuelas (¡seis!) o del análisis de la obra autobiográfica de Karl Ove Knausgård —dividida, también, en ¡seis tomos!—, la tesis del autor se plantea como sigue: si bien es cierto que la novela burguesa se articula alrededor del énfasis en lo particular y en lo individual, del interior frente al exterior, también es cierto que lo externo se abre paso. No pueden ignorar el mundo completamente, pero tampoco mirarlo de frente.

Bould se concentra en un fragmento de Mansfield Park, de Jane Austen (Penguin Classics, 2021) la historia de una niña, Fanny, que es adoptada por su tío, Sir Thomas Bertrams, «rescatándola de una vida de estrecheces». Más adelante descubrimos que la riqueza de Sir Thomas tiene su origen en unas plantaciones en las Antillas, y que estas, a su vez, son cultivadas por esclavos. Un aspecto que parece fundamental pero que, sin embargo, es mencionado únicamente una docena de veces a lo largo de toda la obra, y casi siempre de pasada. En una de ellas Fanny nos cuenta, en una conversación con su primo, cómo había preguntado directamente a su tío por el origen de su riqueza. Sir Thomas responde con el silencio.

Podemos interpretar este silencio de Sir Thomas, nos dice Bould, como si fuese, también, el silencio de Austen. Algo que debería hacernos dudar de ella. Pese a saber de sus posiciones antiabolicionistas, parece que ni siquiera ella considera que este tema sea lo suficientemente relevante como para desarrollarlo en la novela, y la conversación que mantiene con su primo deriva pronto a cómo Fanny puede convertirse en una «preciosa jovencita», el tema principal (este sí) de la obra. El silencio oculta, encubre.

Pero no es así para Bould. «En tanto que Fanny podía haber hablado con Sir Thomas acerca de casi cualquier otra cosa, que Austen decidiese mencionar la esclavitud y que lo haga en esta forma tan indirecta […] reconoce hasta qué punto este tipo de cosas han quedado excluidos de los temas apropiados para una novela» (Bould, p. 36). Y es esta tensión, que se hace presente en lo no dicho, la que nos permite, siguiendo a Fredric Jameson, «reescribir el texto en los términos de un particular código maestro» (Bould, p. 17; la obra de Jameson citada es Political unconscious: narrative as a socially symbolic act, Cornell University Press, 1982), haciendo así visible el inconsciente textual.

The Anthropocene unconscious, nos dice su propio autor, es, precisamente, una reescritura de este tipo, que parte de una pregunta que enmienda la que se hacía Ghosh: ¿y si todas las historias que contamos son historias sobre el Antropoceno?

No negaré que el libro me deja con sensaciones encontradas. Por una parte, siento cierta simpatía por el tipo de lectura que el autor nos propone. En efecto, sabemos que las novelas son mucho más que lo que cuentan. Y sabemos que podemos encontrar en ellas no solo lo que el autor o autora quiere que encontremos, sino también aquello que, tal vez, les había pasado desapercibido. Así, Elaine Freedgood, en su maravillosa The ideas in things: fugitive meaning in the Victorian novel (University of Chicago Press, 2006) nos hablaba también de los significados ocultos en ese otro inconsciente que es la cultura material, y cómo una mesa de caoba, en Jane Eyre, no solo nos habla de cómo Jane es una nueva rica, pero no tiene el mal gusto de estos (lo interior), sino que también nos cuenta historias de nuestro pasado colonial y la deforestación y explotación de Madeira y las Antillas (lo exterior).

Pero, al mismo tiempo, me resulta difícil aceptar que todas las historias que contamos son historias sobre el Antropoceno. ¿Lo es el Ulises, de James Joyce? ¿Lo es La Rueda del Tiempo, de Robert Jordan? ¿Lo es Tú a Boston y yo a California, de David Swift? ¿Lo es Bleech, de Tite Kubo? No negaré, lo confieso, que hay una serie de metodologías que me hacen ser suspicaz, y aquellas que intentan descubrir «intenciones ocultas» en la obra de tal o cual autor son, posiblemente, las que más. Esto no quiere decir, como señalaba más arriba, que niegue la interpretación de los textos, pero sí, y debe ser otra vez la vejez, la necesidad de que esa interpretación tenga fundamento. El libro de Bould camina por el filo de la navaja, y esta tal vez sea su principal virtud. Porque no debemos olvidar que, a veces, los silencios son tan solo silencios.

Voy terminando, pero antes hay un tema que no puedo dejar de mencionar. Porque una de las preguntas que nos plantean tanto Bould como Ghosh es: ¿qué tipo de narraciones serán capaces de dar cuenta de nuestro mundo? A este tema, que se antoja fundamental, ofrecen respuestas distintas, pero complementarias y marcadas, en todo caso, por una misma palabra: Esperanza. Ghosh lo fía al futuro, y apuesta por una

«[…] generación capaz de mirar al mundo con ojos más claros que los de quienes les precedieron; que serán capaces de trascender el aislamiento […] que redescubrirán su hermandad con el resto de seres vivos y que esta visión, a la vez nueva y antigua, encontrará su forma de expresión en un arte y una literatura transformados y renovados» (Ghosh, p. 162).

Por su lado, Bould se aferra al presente, y nos anima a explorar esos resquicios en los que encontramos espacios que nos permiten imaginar mundos nuevos, narrativas que:

«Nos permitan evocar los mundos que podríamos haber tenido e imaginar aquellos que todavía podemos tener.

Imaginar despertar de esta pesadilla antropogénica.

Imaginar la posibilidad.

[…] Imagina un mundo de plenitud sin despilfarro, producido aquí sin crear pobreza allí» (Bould, p. 141).

Ambas propuestas son, como digo, complementarias. Necesitamos narrativas que describan el mundo que habitamos incluyendo todos los puntos de vista, rastreando todas las conexiones, escuchando todas las historias. También aquellas que narran los no-humanos. Y, al tiempo, necesitamos imaginar esos mundos que todavía podemos tener y que no se dejan arrastrar por la dialéctica de Dominic Toretto. Narraciones que permitan «imaginar posibilidades», y en las que podamos decir, sin ninguna duda ni vacilación, «no importa de donde vengas o quién seas, cuidaremos de ti de todas formas» (Bould, p 141, citando a Mark Fisher: «Abandon hope (summer is coming)», k-punk (blog), 11 de mayo de 2015).


The Anthropocene unconscious: climate catastrophe culture
Mark Bould
Verso Books, 2021
176 páginas
18,11 €

Juan Manuel Zaragoza (Cartagena, 1977) es investigador posdoctoral en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, donde desarrolla una investigación acerca de los vínculos entre cambio climático y salud mental.

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