Escenario

Paris Police 1900

La historiadora Darina Martykánová escribe sobre la serie de televisión 'Paris Police 1900' y su contexto histórico en la Francia convulsa del caso Dreyfus.

/ por Darina Martykánová /

Paris Police 1900 (Fabien Nury, 2021, Canal+) empieza con una escena chocante que tiene probablemente algo de cierto. Los rumores de que el presidente de la República francesa Félix Faure murió manteniendo relaciones sexuales con su amante Marguerite Steinheil, conocida como Meg, empezaron a circular prácticamente desde el momento en que se conociera su repentino fallecimiento. Esta serie francesa, disponible gratuitamente en RTVE Play, aprovecha los momentos extravagantes que nos brinda el pasado para introducir al espectador en un punto turbulento de la historia de Francia, cuando la Tercera República vio temblar sus pilares, sacudida por el affaire Dreyfus. Frecuentemente, la Belle Époque es recreada desde una perspectiva nostálgica, como aquellos viejos buenos tiempos antes de que la Gran Guerra y la Revolución rusa acabaran con los últimos emperadores de la Europa continental y las mujeres se cortasen la melena. Romper con esta imagen idealizada y mostrar las miserias morales (antisemitismo, violencia de género, corrupción política) y materiales de aquel cambio del siglo es un importante punto a favor de una serie que, con mucho arte, entreteje personajes, acontecimientos, luchas y actitudes de la época en una trama estrambótica a la vez que divertida.

Optar por acercarse a París del fin-de-siècle desde la perspectiva de una serie policíaca no es una apuesta arriesgada ni particularmente original en una actualidad que, en busca de algunas certezas y del orden, ha elevado a los policías entre los principales héroes de la ficción escapista. Sin embargo, esta decisión casa bien con el hecho de que Francia, junto con Austria, era por aquel entonces una superpotencia mundial en la policía, en la criminología y en las ciencias forenses, con unas estructuras de vigilancia e investigación infinitamente más desarrolladas que, por ejemplo, los Estados Unidos. Además, ver la ciudad de París en 1900 a través de los ojos de un joven policía permite presentar distintas clases sociales, mostrar no solo los bajos fondos, sino también lo que se escondía detrás de la fachada de la respetabilidad pequeñoburguesa. Partiendo de una serie de sórdidas historias criminales, el espectador se va aproximando al caso Dreyfus desde una óptica interesante, que pone en evidencia no solamente sus dimensiones humanas, morales y políticas, sino que el caso se planteaba también como un asunto del orden público. Los poderes establecidos se vieron obligados a negociar con distintos grupos de interés dentro del mismo Estado, además de gestionar a conspiradores, matones, intelectuales de renombre y movimientos sociales, cada uno con su agenda. Asimismo, la serie dota de un gran protagonismo a los actores no estatales, desde los anarquistas hasta los carniceros, un grupo privilegiado entre los trabajadores manuales que, por confluencia de intereses, ocasionalmente actuaron como matones al servicio de una parte de las élites gobernantes en su competición con otros grupos dentro de las instituciones. Vemos una sociedad plural y convulsa, en la que el Estado, por muy poderoso que sea, no tiene monopolio de la violencia, y donde los grupos y los individuos luchan por sobrevivir, por enriquecerse y por ascender, pero también por hacer prevalecer sus valores y su visión del mundo.

Por lo que me concierne como historiadora, exponer todo esto ya es mucho mérito para una serie que, al mismo tiempo, busca entretener, espantar y emocionar, retorciendo a los personajes y acontecimientos reales e inventados a su antojo, a veces de forma algo delirante. La ambientación no es perfecta ni pretende ser absolutamente realista, pero incluye muchos detalles en cuanto a las leyes, a las costumbres más allá de las normas, a las prácticas y sensibilidades y a los objetos, que hacen de la serie una experiencia gozosa tanto para los que conozcan bien la época como para los que quieran adentrarse en ella.

A veces, la realidad es aún más loca que la ficción. Meg Steinheil fue acusada del asesinato de su madre y de su marido, un extraño crimen que tuvo lugar en su casa cuando ella también estuvo presente. Después de un juicio que captó la atención de toda Francia, fue absuelta, pero, teniendo a la gran parte de la opinión pública en su contra, se refugió en Inglaterra, donde se casó con un noble y vivió allí, prácticamente olvidada, hasta su muerte a los 85 años en 1954. La hija que tuvo con su marido asesinado, el pintor Adolphe Steinheil, no quiso tener ningún contacto con ella.


Darina Martykánová es historiadora, con un interés particular por las profesiones científicas como la ingeniería y la medicina. Originaria de Praga, trabaja en la Universidad Autónoma de Madrid. Durante un tiempo, que no en 1900, vivió en París.

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