El placer del texto

/ una reseña de Ovidio Parades /

La publicación de un nuevo libro de José Ángel González Sainz (Soria, 1956) siempre supone un motivo de celebración para el buen lector; para el lector atento que se decanta por lo más exquisito de la mesa de novedades (que, en su caso, posteriormente, de esa mesa de novedades debería formar parte siempre del fondo de cualquier librería), ya se trate de novela, cuento o ensayo. Anagrama, su editorial habitual desde la aparición de los cuentos que conforman Los encuentros —y que no sería mala idea que se reeditase, dada la dificultad para encontrarlos y lo bien que los ha tratado el tiempo— denomina los relatos que componen este último libro, Por así decirlo, como caprichos, disparates o divertimentos. No es mala definición si tenemos en cuenta que el absurdo que forma parte de la vida, más presente de lo que muchas veces nos gustaría o desearíamos, está muy presente en los cuatro textos. El absurdo, sí, y también la complejidad, la crueldad, la perplejidad ante determinadas situaciones que engloban variadas circunstancias y conceptos e incluso, llegado el caso, siempre contenida, casi de refilón, la ternura. ¿Sería posible soportar tantas cosas y situaciones absurdas como nos rodean en esta vida sin un ápice, aunque sea, de ternura? No; posiblemente no. La minuciosidad por el lenguaje (marca indiscutible de la casa en cada libro, pertenezca al género que pertenezca), tan importante como la minuciosidad por el detalle, están muy presentes aquí. Los detalles, de hecho, son esenciales en su escritura y determinan, en gran medida, la narración de las cuatro historias. De las pintadas en una pared a la cáscara de un pipa de calabaza que salta a un ojo. La vida contemplada —como sucede en el último relato— por un ojo superior que observa, determina y, llegado el caso, juzga, controla en exceso. Coloca a cada cual en su lugar. O lo que él considere ese lugar. Ese ojo superior que unos llamarán dios y otros, quizá la minoría, destino. O puede que sea al revés. A vueltas con la confusión y el absurdo. La suerte, en todo caso, parece echada. 

El nivel de los textos, como cabía esperar de González Sainz, es muy alto. Sin embargo, es en el tercer relato —capricho, disparate o divertimento— donde el autor alcanza cotas asombrosas. Un relato magistral sobre la condición humana, los caprichos del azar, los comportamientos ante lo insólito. Nada sobra, nada falta. Y el placer del texto, aquí, se convierte en algo sublime. Para leer y releer, volver al detalle, recrearse en la lectura. Y así, después, con todo el libro en su conjunto, un libro que nos sitúa ante los miedos y el extravío de una sociedad cada más más inhóspita y extraña y peligrosa, y de la que, tal vez, solo nos pueda salvar la palabra escrita y la reflexión en silencio y recogimiento que trae consigo.

---

---

Ovidio Parades (Oviedo-Uviéu, 1971) es narrador de oficio, reconocido por crítica y público por su aguda visión de la realidad plasmada en una prosa directa. Promotor cultural. Colaborador literario en diversos medios escritos y radiofónicos. Tiene publicado varios libros de prosa miscelánea (El extraño viaje, con prólogo de Elvira Lindo; Ventanas compartidas, con prólogo de Maruja Torres; Vivir en los cafés, con prólogo de Laura Freixas), tres novelas (El tiempo que vendrá, La mujer de al lado y La noche se detiene), un diario (Los días raros) y tres volúmenes de cuentos (Corrientes de amor, Mujer en el bar y Carver y el metro de Berlín, publicado por la editorial madrileña Tres Hermanas). Fue librero durante casi diez años. Ha ganado algunos premios literarios y ha quedado finalista, entre otros, del concurso que la revista Zenda le dedicó a Javier Marías y cinco veces del Premio Internacional de Poesía Jovellanos.