Mirar al retrovisor

Bob Dylan, los bancos y las máquinas

Joan Santacana escribe sobre la deshumanización progresiva de los servicios bancarios.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /

Dicen que Bob Dylan hizo una edición de un libro suyo titulado The philosophy of modern song y que tenía el aliciente de que todos los ejemplares estaban firmados a mano. Lo cierto era que los había firmado una máquina. La decepción de los incondicionales fue mayúscula y el cantautor tuvo que disculparse. Hoy, todos estamos condenados a hablar con máquinas y suponemos que detrás hay humanos, pero no es cierto: detrás hay algoritmos. Hemos sustituido la comunicación humana por máquinas. Las grandes compañías energéticas no nos dejan hablar con nadie; quieren que hablemos con las máquinas para intentar solucionar cualquier problema; las empresas de seguros también nos condenan a hablar con máquinas; los seguros médicos nos obligan a soportar interrogatorios realizados por máquinas y nuestro sistema de comunicación ya se ha acostumbrado a ello. Yo tenia un amigo que cuando se cabreaba le decía a la maquina: «¡Perdone, pero yo quiero hablar con el señor Gas Natural!».

Cabe preguntarnos por qué razón nos obligan a hablar con máquinas. Podría parecer que es para ahorrar costes, dado que la máquina, una vez programado el algoritmo, responde a todas horas, no protesta, no pide aumento de suelto y no se cansa. Pero yo sospecho que esta no es la razón fundamental. La razón fundamental es que la máquina no atiende a razones. No puedes argumentar nada frente a una máquina. El sistema de comunicación humano, con la máquina, se deshumaniza. No es extraño que sean los bancos quienes se han lanzado con más entusiasmo a que hablemos con máquinas: el suyo es el más deshumanizado de todos los servicios. Merece la pena detenernos en estos monstruos de nuestro tiempo.

Hubo una época en que el banco era un lugar de confianza, en donde sabías que podian guardar tu dinero, que te aconsejaba, donde incluso parecía que el director de la oficina era tu amigo. Mucha gente, no toda, prefería cobrar sus salarios a través de bancos. Cobrar mediante sobres pasó a la historia: si domiciliabas la nómina te regalaban cosas, desde vajillas a libros, y, aun cuando sabías que lo pagabas, lo aceptabas como un obsequio. Por supuesto, era todo mentira, pero se trataba de una mentira piadosa, que te ayudaba en tus decisiones económicas. Pero esto se terminó. A algunos de mis familiares, algunos de estos directores amigos les vendieron las malditas preferentes y los estafaron. Luego cambiaron de bando y parecía que recobraban la confianza, pero tampoco era cierto. Tan solo pasó el tiempo, y los bancos acapararon rápidamente todas las nóminas de todos los millones de trabajadores. El dinero de todos nosotros pasaba por sus manos, ya no era posible cobrar nóminas de otra forma. Al mismo tiempo que esto ocurría, nos convencieron de que utilizando sus maravillosas tarjetas de plástico podríamos pagar todo cuanto quisiéramos, con créditos fáciles. De esta forma controlaron todos nuestros gastos, y cuando esto fue irreversible, empezaron a decir que los servicios que nos daban costaban dinero, y determinadas operaciones las teníamos que pagar. Y así fue.

Luego ya no tenían bastante con las nóminas, y, después de cada una de las sucesivas crisis que sufrimos todos los ciudadanos, cuando las familias se arruinaban, ellos se quedaban sus pisos; cuando las constructoras quebraban se quedaron con el negocio de la construcción; cuando las empresas productivas se apretaron el cinturón, ellos heredaron sus automóviles, y de esta forma, empezaron a sustituir a las constructoras y a los concesionarios de automóviles. Para comprar un piso, aquellos que iban al banco a pedir un crédito (y que en realidad no pedían nada: querían comprar dinero) se encontraban con que era el banco el que tenia los pisos, los inmuebles, las fincas, las naves industriales e incluso las fábricas. Si querías comprar un vehículo, algún avispado empleado te decía que ellos tenían muchos vehículos, seminuevos, y que te los podian ofrecer precisamente a ti, su amigo. Y de esta forma controlaron sectores que jamás habían sido suyos.

Finalmente, decidieron reestructurar sus oficinas. Los bancos se empezaron a asemejar a una especie de bares sin servicio de bar o locales sociales sin atenciones a ancianos o desvalidos. Ya no fue posible hablar con ellos. La comunicación se estableció exclusivamente a través de la máquina. Tampoco fue posible sacar la nómina del banco, dado que habían hallado fórmulas para retenerte. Y cuando no era posible hablar con nadie, establecieron asesores virtuales (máquinas) cuyas respuestas estaban todas previamente cifradas. ¡Se plantearon incluso cobrar para extraer tu dinero de sus máquinas! Aquellos amables empleados de banco desaparecieron para la gente común; los bancos solo atendían a los más poderosos clientes, dado que la gente común no tiene grandes depósitos. En su lugar, hay máquinas. El factor humano ha desaparecido.

Verán en determinados bancos cómo docenas de personas, hombres y mujeres, se agolpan de pie durante horas a la entrada de las oficinas, mientras las visitas son filtradas por unos jóvenes o jovencitas que solo pueden intentar gestionar la rabia de los condenados clientes; mientras, los clientes cautivos esperan de pie, detrás del filtro que les impide hablar con nadie; y es detrás del filtro en donde hay mesitas y sillas muy bonitas e incluso tienen el cinismo de tener una máquina de café. Todo esto es tan solo un decorado que esconde la impudicia de un maltrato. No sé cómo será el futuro; sí sé que, en el pasado, hubo muchos levantamientos populares que quemaban iglesias, casas y palacios de la burguesía, incendiaban fábricas y oficinas de impuestos o de recluta de soldados. Y a veces pienso que el odio popular en el futuro se concentrará contra los bancos. La gente entrará en ellos como antaño entró en las oficinas de reclutamiento de soldados o los palacios burgueses.Si esto no ocurriera, ellos dominarían la Tierra. ¡Pobre Bob Dylan! Él se ha disculpado por haber firmado novecientos libros mediante máquinas: los bancos ni se plantean pedir disculpas por negarnos la cálida palabra humana.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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1 comments on “Bob Dylan, los bancos y las máquinas

  1. Núria Rajadell-Puiggròs

    Quan estàvem acabant la carrera -així es deia en els moments justos del postfranquisme el 1980, ja que vam el dictador va morir quan nosaltres estàvem fent COU !- una bona colla dels nostres companys d’institut es van incorporar a tasques de la banca, la caixa o el banc… i ara, en aquests moments, els tenim a tots ells desvinculats, prejubilats o bé jubilats !!.
    Com han canviat les coses des de fa una quarantena d’anys !!!… He recordat TAN i TANT que els hi ho enviaré a tots ells !!-
    Moltes gràcies, com sempre… mestre !!!

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