Mirar al retrovisor

La división sexual del trabajo y la prehistoria: un ejemplo mexicano

Un artículo de Joan Santacana

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

Si resulta difícil visualizar el papel de las mujeres en la historia sin forzar las fuentes primarias, todavía es mas complejo cuando se trata de la lejana prehistoria. En efecto, en artículos periodísticos y las redes sociales es frecuente hoy leer textos en los que se intentan diluir los roles de género, especialmente entre las sociedades cazadoras y recolectoras de la prehistoria, transmitiendo la idea de que las tareas de hombres y mujeres fueron muy semejantes y que tan solo se diferenciaban en aspectos muy secundarios, tales como ornamentación corporal e indumentaria. Como resultado de este tipo de informaciones, vemos surgir ilustraciones de mujeres cazando grandes animales y ejerciendo como guerreras en combates. Sin embargo, las evidencias científicas, tanto las antropológicas como las arqueológicas, parecen indicar lo contrario en la mayoría de las ocasiones. Para ello quizás es oportuno mostrar algún ejemplo de sociedades cazadoras y recolectoras de la prehistoria que se desarrollaran en situaciones extremas. En este sentido, un reciente viaje a las tierras del norte de México me ha permitido conocer, sin duda superficialmente, los trabajos de quienes laboran en este campo del pasado, en especial los de Leticia González, arqueóloga e investigadora del Museo Regional de la Laguna, en Torreón, dependiente del INAH.

El norte de México es un enorme y vasto desierto, en donde señorean las serpientes, los lagartos y los escorpiones; inmensas y polvorientas llanuras agitadas tan solo por el viento, en donde la carretera es una recta infinita que surca la planicie. En estas soledades de arena sobrevivieron, y aún hoy son rastreables, grupos de cazadores y recolectores. Parece imposible sobrevivir en este medio si no fuera por las evidencias arqueológicas que existen. Quien se acerca a este lugar solo divisa llanuras surcadas por dunas y arroyos secos, en las que de vez en cuando emergen cerros como si de islas se tratara, en medio de un océano interminable. Allí surge una vegetación adaptada a la sequedad, como la tuna o nopal, que es un cactus que da unos frutos rojos que nosotros llamamos higos chumbos, o el agave o maguey (también llamado mezcal), que por su jugo se le llama a veces vaca verde y que son unas plantas de carácter muy estacional, que crecen desde mediados de primavera hasta mitad de verano.

La población paleoindia que habitó este país en la prehistoria supo aprovechar los escasos recursos animales y vegetales que habia y dispuso de una organización social eficaz que le permitió sobrevivir a la colonización española y llegar casi hasta hoy. Dicha organización se basaba en el nomadismo, siendo la recolección y la caza las actividades fundamentales, así como la pesca en los arroyos endorreicos que de vez en cuando existían y todavía existen hoy. Pero los nómadas requieren el uso de campamentos base, en los cuales pueden procesar los alimentos y preparar las largas marchas. Para ello, en el tiempo de floración de estos frutos, buscaban las zonas en donde los magueyes se concentraban y allí recolectaban; consumían las hojas de los nopales, las flores cuando las había, así como los frutos secos, semillas y las raíces en la larga temporada de sequía. Es en estos espacios campamentales en donde la arqueología documenta sus restos, hoy depositados en los museos del norte de México. Además de estos espacios de trabajo, los cazadores-recolectores disponían de espacios rituales, tales como cuevas subterráneas y las cumbres de algunos montículos especialmente significativos, en donde grababan las rocas con figuras que hoy forman un enorme y a la vez poco conocido catálogo de petroglifos y pinturas. En resumen, los campamentos estacionales constituían su base, mientras los enormes desiertos, al igual que los mares para los navegantes, eran un lugar de tránsito para desplazarse de un lugar a otro. Los lugares rituales constituían las áreas de detención obligada para visitar a los espíritus de los antepasados —ya que allí estaban sepultados sus cuerpos— y venerar a sus dioses. Y cuando los ríos y arroyos casi siempre secos tenían una crecida, allí estaban con sus artes de pesca.

¿Cuál era el papel de las mujeres en estas sociedades paleoindias del desierto septentrional mexicano? En este ecosistema, la recolección era la base de la vida; sin embargo, salvo los frutos que se podian consumir frescos en las épocas del año en que florecían, como los higos chumbos, resultaba imprescindible el procesamiento de los productos de recolección. Y para procesar lo recolectado es preciso transportarlo a grandes distancias hasta el campamento, porque la cosecha en el desierto no se ofrece en superficies compactas de plantas, sino en áreas mas o menos dispersas. Y ese transporte incluía la leña y el agua. Por esta razón, entre los hallazgos arqueológicos propios de estos grupos se halla el yahual, un objeto elaborado con fibras vegetales, formando un círculo, que se colocaba encima de la cabeza de las mujeres para facilitar el transporte de cargas pesadas y bultos, a las que cabía sumar el peso de los bebés. Pero lo que sorprende de su cultura material es que todos los utensilios domésticos están fabricados a base de fibras vegetales, excepción hecha de las puntas de flecha, cuchillos y algunas herramientas que son de piedra tallada. Aquí no hay vasijas de cerámica, un material pesado que es susceptible de roturas. Las mujeres de los pueblos nómadas del norte de México preferían los ligeros objetos a base de fibras vegetales y cáscaras, producto de la recolección. Por todo ello, si la recolección es la base de la vida, ¿quién imaginan que recolectaban los frutos? ¿Quién los transportaba sobre la cabeza dotada del yagual? ¿Quién los procesaba en los campamentos? ¿Quién hacia la molienda a base de las piedras planas que se documentan en los campamentos? ¿Quién horneaba el maguey? ¿Quién extraía el jugo del agave? Obviamente eran las mujeres, tal como aporta acertadamente Leticia González.

Y los hombres, ¿dónde están en este esquema? ¡Los hombres cazaban! Pero no parece que la caza fuera la base de la alimentación en el desierto. Por supuesto era celebrada, y cuando los hombres regresaban con alguna pieza cobrada, todo el grupo se beneficiaba, pero si ello no sucedía, todos igualmente comían. Pero lo que los hombres cazaban tenía una función distinta de la obtención de comida. Las pieles, los colmillos o los huesos eran mercancías intercambiables. Es decir el producto del trabajo masculino tenía, además de un valor de uso, un valor de cambio, mientras el trabajo de las mujeres solamente tenia un valor de uso. Esta es la conclusión que se alcanza. Por ello, aun cuando el trabajo de las mujeres era inmensamente más duro y continuo que el de los hombres, resultaba menos importante. Es decir, sí existía división del trabajo y las mujeres ciertamente no cazaban en estas sociedades extremas de la prehistoria. De este modo se cumple también aquí la llamada ley de Chayánov, que puede resumirse diciendo que, en sociedades ágrafas, cuanto más fuerte es un individuo, menos trabaja, y son las mujeres, los niños e incluso los ancianos los que soportan el peso de la actividad cotidiana, mientras los hombres jóvenes y fuertes a menudo holgazanean. Esta es la lección que puede extraerse hoy de la visita a los museos de prehistoria del gran norte de México.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

1 comments on “La división sexual del trabajo y la prehistoria: un ejemplo mexicano

  1. Roser Calaf

    Un articulo muy interesante y que nos situa ante una tesis importante sobre rol de mujeres como protagonistes de supervivència alimentària y mas temas Las destaca mas trabajadoras que hombres y desraca las tareas no tan visibles como la idea de ser cazadoras tb por parte efrente

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo