Las arrugas de la camisa, de la cara y del tiempo

Una breve reflexión filosófica de Miguel Antón Moreno.

Las arrugas de la camisa, de la cara y del tiempo

/por Miguel Antón Moreno/

«Planchar la camisa debe de ser cosa de la burguesía». Esto fue lo primero que pensé cuando llegué a la Facultad de Filosofía y Letras de la UAM a las 8 de la mañana y vi reflejado en el espejo del baño un pálido escombro envuelto en un saco arrugado. Lo del escombro no era culpa de la pobre camisa (no caigamos en la exculpación lastimera), sino de un insensato que había preferido velar no las armas, sino las letras, la noche anterior. La literatura, dice Borges, no es más que un sueño dirigido, y por eso algunos prefieren aferrarse a la ilusoria voluntad, olvidando a los filósofos de la sospecha, antes que abrazar la resignación y el descanso. La literatura, como la filosofía (que para Borges son lo mismo), es también el ocio de los ricos y el lujo de los pobres, porque la lectura y el dormir no deberían ser términos antagónicos, para así poder cumplir la definición del escritor argentino. Precisamente fue con Borges con quien velé esa noche, más por ocio o lujo que por el encargo editorial, y encontré en sus páginas una comparación cuyo elemento común es el tiempo: «Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara». La forma del laberinto queda fijada en el mismo momento en el que este desaparece; la cara de la muerte se desvela como la propia. Un filósofo-nazi (dos palabras que juntas siempre me han fascinado) pensó que era económico acuñar para esto el Dasein, que incluye en sí la conciencia temporal. Pero no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia, añadiría yo, enredado en la frente de Marx y pataleando en su barba. ¡La falsedad de la conciencia (temporal)! Porque hace falta tiempo para poder dormir, leer y planchar, sin prescindir de alguno de los términos, y para todo ese largo etcétera que no se nos hace contingente. Pero parece que ese tiempo solamente trabaja para acrecentar el caudal de las arrugas de la tela y la piel. Unas arrugas que vi en un espejo que, como el de Borges, era un laberinto, porque también lo era mi camisa.


Miguel Antón Moreno (Madrid, 1995) es estudiante del doble grado en filosofía e historia, ciencias de la música y tecnología musical en la Universidad Autónoma de Madrid, escritor y músico.

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