/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
Sumar es una interesante operación aritmética que permite avanzar en la coordinación, en el agrupamiento de lo semejante. Mi generación vibraba con George Moustaki cantando aquello de «somos dos. Somos tres. Somos mil veintitrés…». No obstante, las progresiones aritméticas son lentas y hay que esperar un largo tiempo para apreciar sus resultados. Al contrario, las progresiones geométricas vuelan pero, con frecuencia, se vuelven imposibles de controlar.
Al frente de mi equipo de investigación, siempre defendí la necesidad de sumar y multiplicar el número de nuestros miembros y nuestras actividades y jamás restar ni dividir, pero debo confesar las limitaciones de quedarnos en el nivel de la aritmética, y de ahí el título de esta columna que pretende plantear la superioridad de la filosofía sobre el lenguaje matemático.
Recordará el lector que una ideóloga del Partido Popular planteó la cuestión de que «no se pueden sumar peras con manzanas» (evidentemente, la entonces alcaldesa de Madrid no concebía el concepto de piezas de fruta como manera de salir de su bloqueo). A pesar de mi escasa adhesión al principio anterior, debo reconocer que la suma imposibilita la adición de contrarios y de ahí mi escepticismo de que sumar sea una solución a los problemas políticos de la actualidad y, al contrario, estoy convencido de que la operación de la señora Díaz contribuirá a la polarización de la vida política española; y eso en el caso de que los indignados ante los privilegios de casta en el pasado no le arruinen el proyecto con la intención de mantener su propia razón social y actuales prebendas. En cualquier caso no se trata de repetir por enésima vez las críticas de lo evidente sino de explorar en los mecanismos de la filosofía una solución a la deriva de la vida política española, amenazada, cuando no secuestrada, por los supremacismos nacionalistas.
La síntesis es la conjunción de tesis y antítesis y se me antoja como una operación matemática de altos vuelos y la única herramienta capaz de restablecer el equilibrio en la vida política, basando la acción de gobierno en el diálogo y no en la confrontación. De lo que se trata es de admitir los defectos de la propia acción y reconocer las virtudes de las propuestas de los adversarios políticos y de esta forma ser capaces de avanzar todos en la misma dirección. Ya lo sé: en el momento actual suena utópico, pero si cada partido fuera capaz de deshacerse por sus propios medios de los corruptos, ineptos y líderes tóxicos de su propia formación, avanzaríamos en la creación de unas bases para un diálogo político sin apriorismos ni líneas rojas, en el que solo argumentos y el bienestar ciudadanos fueran las metas comunes. No solo me parece que los conceptos de izquierda y derecha ya están superados en las democracias avanzadas y es absurdo el maniqueísmo recíproco que plantean, por lo que pueden y deben entenderse partidos más allá de estas etiquetas: incluso estoy convencido de que un diálogo sincero con los partidos nacionalistas es posible, siempre y cuando se plantee desde la razón y no desde las vísceras, y se haga sin extorsiones.
En resumen, mi propuesta es olvidar la polarización y dejar de lado los reproches por los hechos del pasado, lejano o reciente, pero sin abandonar la defensa de todos los ciudadanos, en particular los más desfavorecidos y las víctimas y establecer las bases para un diálogo en todas las instancias con el único objetivo del bien común. Confiemos en que los procesos electorales en marcha contribuyan a hacerlo posible.
Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
Miguel, espero que pronto puedas ver las líneas que he remitido a El Cuaderno. Mi decepción después de ver la última discusión de Sánchez y Núñez en El Senado es total. Ya no están en condiciones de dialogar. Se precisan cambios que den con personas que recuperen el valor y las condiciones que hacen posible el diálogo para planificar esos proyectos que tanto está precisando nuestro tejido social. Sigue en la brecha. Guillermo Quintás.