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Redes anti-sociales: neutralidad sin control como herramienta perfecta del fascismo.

Natalia Robles Mures razona su incomodidad con las redes sociales, un lugar «salvaje» al que accedemos «sin herramientas»

/ por Natalia Robles Mures /

Hace no mucho hablaba con un amigo virtual sobre la oportunidad de las fatalmente llamadas redes sociales. Y fue porque últimamente me hacen sentir muy incómoda. Mi razón de estar en esos espacios es el contacto a través de la palabra escrita a falta de la dicha y a falta, también, de poder mirar a los ojos. En mi caso, siempre he intentado ser yo en esos no-lugares y creo que, a pesar del intento, no he conseguido ser siempre fiel a este planteamiento. Pensando en estas formas de estar que ejercemos en el ámbito virtual me pregunté qué nos pasa. Por qué preferimos ser desagradables, insultar, desmerecer, ridiculizar o directamente no responder a alguien que nos interpela. Y pensé que tenemos una enorme falta de educación virtual. Pensé en que normalmente aprendemos una serie de pautas de comportamiento que han sido asumidas y transmitidas a lo largo de cientos de años cuya transmisión es la que nos permite desenvolvernos en la sociedad real. Cuando alguna persona habla y la tenemos presente, nuestra respuesta no suele ser como se da en el espacio virtual. A pesar de lo inmediato de una conversación, sabemos que hay algo así como un comportamiento asumido y lo reproducimos. Sin embargo, creo que a las redes sociales hemos entrado en una especie de estado salvaje primigenio con respecto a ellas que nos ha procurado un todo vale y ese todo vale se ha usado para procurar otra verdad que no es la cierta. Hemos accedido sin herramientas, sin conocer. Las siento algo así como el eslabón entre nuestra propia humanidad y lo salvaje que nos quede.

En estas andaba cuando recordé que tenía por leer un artículo al respecto de todo esto. He acudido a él y me ha ayudado a comprender, no sólo en lo relativo a esta preocupación sobre nuestra forma de estar más inmediata en las redes sociales, sino la forma en que hemos ido derivando al ejercicio en ellas más allá de lo meramente personal directo. El artículo en cuestión se titula «Polarización social y control político: algunas consecuencias de la inteligencia artificial y las redes sociales para la razón práctica», está publicado en el volumen núm. 48 de los Cuadernos Salmantinos de Filosofía de la Universidad Pontificia de Salamanca y está firmado por los profesores José Sarrión Andaluz y por Carlos Rodríguez-Gordo. Fue publicado en diciembre de 2021. En él he encontrado explicación a las cuestiones planteadas más arriba y además me ha servido para comprender el modo en que operan en nuestras vidas las inteligencias artificiales que determinan el funcionamiento de estas redes sociales.

En las próximas líneas me detendré a resaltar algunos puntos que creo que debemos tener en cuenta y poner algún ejemplo y consideraciones que se me han venido al leer este artículo. Advierto antes que yo no soy informática ni experta en redes sociales. Tampoco soy académica, ni estudié filosofía como las personas que firman el texto, sólo pretendo que mi lectura y el desarrollo de este comentario sirvan para animar a la lectura del artículo citado y si no, sirva para exponer la situación, acercar las formas de funcionamiento de estas herramientas a los usuarios de estas y alertar sobre la necesidad de una regulación de estos ámbitos en el mismo sentido en que, tal y como se advierte en el artículo, regulamos el uso de armas o la energía nuclear, elementos estos, al igual que los espacios virtuales, neutrales en principio pero letales en determinadas prácticas.

En primer lugar y según el artículo citado, y creo que en este punto no hay duda ni disensión alguna, la función principal de las redes sociales es el beneficio económico. La cuestión está en cómo se alcanza este beneficio. En las redes sociales no se produce un intercambio material directo de producto y dinero pero estas sirven para que determinadas marcas publicitarias hagan llegar su mercancía a los y las usuarias de las redes. Debido a esto es importante atraer al mayor número de personas a esos espacios y asegurar su permanencia en ellos durante el mayor tiempo posible. Esto se consigue ofreciendo contenido interesante cubriendo necesidades mostradas a partir de las interacciones hechas con lo visto en la red. Es decir: a partir de nuestros megusta, respuestas a contenido o divulgación del mismo desde el odio o el acuerdo, la IA nos va ofreciendo propuestas según determinación del algoritmo. Así vamos caminando hacia la polarización dentro de nuestras convicciones, totalmente descubiertas ante la IA. A través de nuestros gustos y pensamientos se da un paso más hacia la alienación. Toda nuestra vida queda definitivamente mercantilizada en base a extremar nuestros odios o nuestros amores. En relación a esto dejo una serie de ejemplos a partir de mi experiencia en Twitter.

Ejemplo 1: A partir de la aprobación de la llamada ley trans, muchas personas que se encuentran en desacuerdo con esa ley y lo han mostrado en la red han ido recibiendo y se han dedicado a divulgar y retuitear noticias, la mayoría falsas o sacadas de contexto temporal y cuya veracidad ha sido puesta en entredicho, para hacer hincapié sobre lo mala que es esa ley. A lo largo del tiempo esas noticias e informaciones han ido siendo cada vez más extremas en cuanto a situaciones casi insospechadas. Si detestas la ley trans, las redes te ofrecen información para que odies más la susodicha ley.

Ejemplo 2: También reciben esa información personas que están a favor de esa ley porque también interactúan frente a lo relativo a esas informaciones. En el choque entre estas personas y las del grupo anterior se consigue una mayor permanencia en redes a partir del desacuerdo. Spoiler: Los debates entre las dos partes no acaban bien.

Ejemplo 3: En mi entorno de Twitter hay personas que no simpatizan con el ejercicio político de Alberto Garzón. Hace unos días algunas de estas personas compartían una noticia que me alarmó no tanto por el contenido, sino por las formas. El medio que la publicaba tiene una tendencia claramente derechista y sus fundadores surgen de Nuevas Generaciones. Si odias a Alberto Garzón, las redes te ofrecen información para que lo odies más.

Ejemplo 3: En estos días hemos asistido al debate sobre la inclusión de equis personas en las listas de Sumar. Si has querido que Irene Montero fuera en las listas, las informaciones que te ha ofrecido la IA seguro que han sido en esta línea. Si no la quieres, estoy segura de que la mayoría de las informaciones que has compartido o megusteado iban en este sentido. También ha podido suceder que hayas tenido informaciones sobre esa persona y se te hayan dado para participar en su hundimiento o elevación participando en ese debate de una forma u otra. La intención es que permanezcas en ese espacio y para ello se te da lo que quieres, más odio hacia esas personas o reafirmación en que deben seguir ocupando determinado lugar.

Con estos ejemplos creo que queda claro, tal y como se expresa en el artículo, que «la neutralidad no genera tanta interacción como la polaridad». El hecho de que la Inteligencia Artificial quiera tu permanencia en la red pasa por el uso de nuestra falta de raciocinio y de avivar nuestra pasión. Así consigue que estemos pendientes a estos espacios y que se produzca un debate malsano y de división política que, en última instancia, puede ser muy útil para según qué tendencias nada progresistas.

En segundo lugar: todo esto no es ajeno a los intereses políticos y económicos. En la campaña a partir de la que Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos se usó esta capacidad tergiversadora de las redes sociales para aupar su candidatura mediante plataformas como Facebook. A través de diversas herramientas como encuestas para conocer la tendencia de voto y las preocupaciones de la población, se van desarrollando campañas en redes sociales que determinan finalmente el voto. En la primera temporada de El Reino, serie de Netflix, se habla de este uso de las redes sociales para conseguir la victoria del candidato. Por supuesto, la invención de noticias falsas, los titulares tergiversados o los bots se usan también sin ningún tipo de filtro. En este sentido también podemos observar publicaciones que se divulgan sin control alguno.

Ejemplo personal: Hace no mucho, la charcutera del supermercado en el que suelo comprar me preguntó angustiada si era verdad eso de los okupas que se veía en la tele y que le llegaba por WhatsApp y Facebook. La reiteración de este falso mensaje relacionado además con una supuesta connivencia de fuerzas políticas progresistas ha hecho que se desarrolle un miedo totalmente infundado porque la legislación vigente contiene herramientas para evitar estas situaciones de allanamiento. La ley de Enjuiciamiento Civil contempla en su artículo 250 (si no recuerdo mal) que es posible el desahucio inmediato de una vivienda de particulares o perteneciente a una entidad pública mediante la pertinente demanda. Nadie puede entrar en tu casa, ni aunque sea segunda vivienda, ni aunque los que entren sea una familia vulnerable y tener derecho sobre ti si no tiene documento que acredite que esa casa es suya. Y el procedimiento es muy rápido. La cuestión está en que es a las entidades financieras a las que no se permite interponer este tipo de demandas y ahí es donde creo que está la cosa de la preocupación de la tele y los mensajes en redes sociales. El problema son los intereses en fondos buitre o en promociones de bancos y en cuestiones especulativas inmobiliarias.

A partir de esto, en el artículo de Sarrión y Rodríguez se advierte de que, teniendo en cuenta que determinadas organizaciones con determinados intereses políticos que aspiran a controlar los parlamentos tienen en su poder estas herramientas y pueden determinar el voto a partir de los datos que vertemos en redes, el Estado deja de ser un espacio neutral de disputas ideológicas donde unos individuos dotados de razón debaten e interactúan para que una u otra tendencia ejerza. Así, tal y como se advierte en el texto la democracia salta por los aires. Un paso más, o una adaptación de nuestros días, de las formas para el control hegemónico de las creencias, las ideas, las convicciones.

Por último, otra apreciación sobre estas cuestiones basada en hechos acontecidos en los últimos días. Uno de los debates que sobrevuelan en la serie Succession es el de si, para controlar los espacios de poder y determinar el estado de cosas, son más útiles los medios de comunicación tradicionales o las nuevas formas de transmisión virtual. Últimamente hemos visto que, a partir de un análisis fundado, Pablo Iglesias ha considerado que es imprescindible la participación o la creación de un medio de comunicación alternativo para la divulgación de información no tergiversada. Pero está la otra pata y creo que es un problema. Creo que ha sido un error el obviar la forma en la que se articulan las redes sociales y la incidencia en esas redes de las informaciones que han surgido desde ese nuevo medio de comunicación. Porque esas informaciones pasan por ese tamiz de la red social y se convierten en contraproducentes ante intereses que debían haber prevalecido en el análisis del trasvase de la información. La participación de los perfiles pro o anti podemos a través de los espacios virtuales, ha perjudicado o puede perjudicar en el espacio de la izquierda por todo lo que comentábamos arriba. Y creo que de cara a la celebración de las próximas elecciones generales hemos de tener algo así como una «inteligencia emocional y política» de la que ahora mismo carecemos y que también se alimenta en esos odios y filias que nos acentúan las redes.

Voy a detenerme aquí. De nuevo animo a la lectura del artículo completo, mucho más fundamentado científicamente y en el que también se relacionan todas estas pautas de comportamiento y pensamiento a partir de la obra filosófica de diversos autores y se hace alusión también al uso de falsos bots, etcétera. Y sobre todo, animo a la reflexión sobre nuestra forma de estar en estos espacios, no negándolos ni obviándolos, sino teniéndolos presentes como espacios de disputas de poder y de la conformación de la realidad.


Natalia Robles Mures, oriunda de Conil de la Frontera, donde ha sido delegada de Cultura, es licenciada en historia del arte, máster de formación para el profesorado y titulada en canto lírico. Colaboró durante algunos años con la revista digital El Tercer Puente.

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