Narrativa

Noir japonés

Fermín Herrero reseña 'Un lugar desconocido', de Seicho Matsumoto, el Simenon japonés.

/ una reseña de Fermín Herrero /

No sé muy bien por qué, cada vez que me interno en una novela de Seicho Matsumoto, embebido en la trama, cautivado por un estilo tan ligero que ni se nota, me imagino cómo se lo estaría pasando leyéndola —en grande, como un servidor— Juan Carlos Onetti, encamado, con whisky y cigarrillos a mano, en la mesilla. Ya me sucedió con El expreso de Tokio (1958) y, tiempo después, con La chica de Kyushu (1961) y ahora igualmente con Un lugar desconocido (1975), tercera narración traducida a nuestro idioma, creo, de este prolífico escritor especializado en el subgénero policiaco, al que llaman el Simenon japonés, todas en Libros del Asteroide y por parte de Marina Bornas.

Aún tengo presente, va ya para ocho años, mi primera incursión en las absorbentes intrigas de Matsumoto, en aquella novela policíaca concebida por entregas, muy peculiar, de tipo ferroviario, como sugiere el título, con rompecabezas de horarios de medios de transporte, sin digresión ni meandro alguno que ralentizase la acción, que se iniciaba con tráfico de influencias. Recuerdo cómo la sombra de la muerte se cernía desde el comienzo sobre la historia pese a la aparente calma rutinaria con que se movía un hombre de negocios, sociable y atractivo, cuyos pasos seguíamos hasta que de repente un presunto doble suicidio romántico, colateral, mediante cianuro disuelto en zumo, de mutuo acuerdo, entre el subdirector de un ministerio y una camarera, funcionaba como espoleta inesperada que hacía saltar por los aires la aparente normalidad y permitía que nos enfangásemos en «el crudo realismo de nuestra época», alejado por completo de «la sensibilidad lírica de las antiguas dinastías», de la mano de dos inspectores de policía cautelosos y concienzudos, a cual más perspicaz.

Esta magnífica impresión no ha hecho sino acrecentarse con las lecturas posteriores. Un lugar desconocido —que comparte con La chica de Kyushu el tema principal: la venganza— arranca de un suceso que trastoca por completo la vida del protagonista, un prominente funcionario, encargado jefe del departamento de Alimentación del Ministerio de Agricultura y Silvicultura, probo y servil, residente en la capital, que se encuentra de viaje por motivos laborales en la región de Osaka y Kobe. Mientras se encuentra reunido informalmente con un grupo de empresarios de la industria de procesados, le comunican la muerte súbita de su esposa de treinta y cuatro años, de un infarto fulminante. En un momento, todo cambia, incluso el pasado, en especial sus siete años de matrimonio con una mujer cordial y sociable de puertas para afuera pero caprichosa y algo distante en la intimidad, que a la luz de los acontecimientos cobra nuevo sentido, por completo inesperado.

El detonante de su inquietud tras el funeral, y punto de partida de sus pesquisas, es el sitio donde murió: una pequeña tienda de cosméticos de una zona residencial de lujo, en principio no frecuentada por ella. Cuando va allí a agradecerle a la dueña que atendiera a su mujer agonizante y llamase a los servicios de urgencia, se percata de que al lado hay uno de esos hoteles tranquilos «que ofrecen absoluta discreción», lo que levanta sus sospechas, lo reconcome y le hace elucubrar con la impensable infidelidad conyugal, darle vueltas y vueltas a los motivos que la habrían llevado hasta ese lugar desconocido del título, hasta que «finalmente, todas aquellas vagas conjeturas se ordenaron en su mente y formaron una única hipótesis, como un líquido que se acaba coagulando».

A partir de ahí, las indagaciones sobre la misteriosa presencia de la fallecida en ese barrio distinguido, tan extraño en teoría para ella, convierten a su marido en un aprendiz de detective, con la ayuda de una agencia de investigación privada y sus gafas de cristal oscuro a modo de antifaz. Para la interpretación del asunto es clave la cita de Hesíodo que tiene el libro como colofón: «El castigo entra en el corazón del hombre desde el momento en que comete el crimen». Y eso que no cabe mayor frialdad y falta de arrepentimiento posterior del asesino.

Al hilo del lance central, seducen los meandros digresivos, bien sean sobre el negocio de los hoteles picadero tokiotas o el estado de lo agropecuario. Lo mismo puede decirse sobre los juicios en torno a las mujeres adúlteras y sus comportamientos o sobre las aficiones de la mujer fallecida repentinamente: los jaikus, el canto y la pintura tradicionales. Me pregunto cómo engatusa Matsumoto al tiempo que se demora así en el avance del argumento, encauzado casi siempre por derroteros de lo más curioso e insospechado y sostenido en precario, a veces con algún objeto, con frecuencia tras pistas sutiles que nos habían pasado desapercibidas. Lo cierto es que se lee con pasmosa facilidad, de manera casi febril, sin poder despegarnos del texto. Estamos sin duda ante un narrador nato, capaz de crear tramas endiabladas que se desenvuelven en una atmósfera densa, con el trasfondo de una sociedad presa de convenciones fingidas y con un funcionamiento corrompido: en este caso se denuncian las imposiciones descaradas o solapadas a los funcionarios desde las altas esferas políticas, «los peces gordos del gobierno», y empresariales.

La deriva psicológica, con un punto Dovstoyevski, que suele acompañar, incluso orientar, el desarrollo de los acontecimientos, se acentúa aquí, pues la tensión, convertida pronto en angustia, progresa sobre todo dentro de la cabeza del protagonista, cuyos recovecos mentales nos avisan sobre los nuestros, pues, al cabo, ¿quién, en circunstancias extremas, no es, somos, falso y taimado? Aunque cabe pensar que lo que mal empieza, mal acaba, en todo momento da la impresión de que los culpables se van a ir de rositas, así que dejo al futuro lector de esta trepidante historia que constate si al cabo las apariencias engañan, como se afirma en la propia novela que sucede siempre «en cuestiones de dinero»; i hay gato encerrado; si todo es fruto del azar o de una estratagema criminal planificada; si, en definitiva, los responsables acabarán cayendo en sus propias trampas y la mosca detrás de su oreja terminará posándose en las páginas del desenlace o no.


Un lugar desconocido
Seicho Matsumoto
Libros del Asteroide, 2021
256 páginas
17,95 €

Fermín Herrero Redondo (Ausejo de la Sierra [Soria], 1963) es un poeta que circunscribe la mayor parte de su obra al paisaje de su pueblo natal, en torno a la presencia de la naturaleza y sus ciclos unidos a la existencia, la belleza de lo humilde, la recuperación del tiempo pobre y agrícola de los padres, el recordatorio del horror de las ideologías que calcinaron el siglo XX, la lentitud y la espera. Hasta la fecha, ha publicado los libros Anagnórisis (1994), Echarse al monte (1997, Premio Hiperión), Un lugar habitable (1999), Paralaje (2000), El tiempo de los usureros (2003), Endechas del consuelo (2006), Tierras altas (2006), La lengua de las campanas (2006), De la letra menuda (2010), Tempero (2011), De atardecida, cielos (2012, Premio Ciudad de Salamanca de Poesía), La gratitud (2014), Sin ir más lejos (2016, Premio Nacional de la Crítica) y Alrededores (2019). Figura, entre otras, en las antologías Cambio de siglo, Animales distintos y Fuera de campo.

0 comments on “Noir japonés

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo