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Legitimar la vida

Natalia Robles Mures escribe sobre la guerra en curso en Palestina: «Exigir el fin del conflicto es la única salida [...] El fin del conflicto para las dos partes y no con la desaparición calculada de una. El fin, que pasa por reconocer y ejecutar el simple derecho a existir y a desarrollar, de cada parte, vida».

/ por Natalia Robles Mures /

Asistimos a la desintegración de un mundo conocido. En esta desintegración se ha revivido con crudeza el conflicto en Palestina. Todo está tremendamente degenerado. Tanto que hasta en esta parte del mundo —intacta, por agotamiento, desde finales de la segunda guerra mundial—, se vuelve a ver cerca de peligro. Quizás por aquello de los ciclos y de la destrucción material que se necesita para reflotar al capitalismo y el reflejo de esto en la vida. Los Estados Unidos ya no son lo que eran. La guerra de Ucrania sigue agotando a Occidente y a ello se suma el conflicto palestino-israelí. Y todo está tergiversado, basado en la desinformación más nefasta, en una consideración sesgada. Mientras, vamos asistiendo, casi sin darnos cuenta, a la reconfiguración del poder mundial, que es el del control del dinero, sin ningún tipo de cuidado ni mirada frente a la destrucción de lo natural del mundo que nos rodea y/o soporta, y asumiendo que la pregunta principal ante todo es: ¿quién tiene legitimidad para la muerte?

Hacer una explicación sencilla de lo que sucede es difícil. El cruce de causas y razones es una maraña infinita. Se debe parar y plantear determinadas líneas de pensamiento y realidad que puedan ayudarnos a configurar una mirada más certera y esperanzadora. Quizás esta sea una forma extraña de usar la política, porque siempre respondimos con eso del «¿quién da más?». Pero es insensato seguir haciendo como hasta ahora, por ignorancia o interés, y no buscar la forma de llegar a lo justo.

Aquí una serie de planteamientos que, aunque parezcan simplistas, pueden ayudar a comprender o a hacer base para una consideración correcta o más acertada de lo que sucede en el conflicto palestino-israelí y su relación con Occidente.

1.- La vergüenza y la búsqueda por deshacer los horrores del fascismo europeo ha hecho fascismo. Alemania, Francia y Reino Unido: en el caso de Reino Unido, la relación con todo esto, es que pasa por ser facilitador de la formación del Estado Israelí, desde el papel colonizador ejercido por Gran Bretaña a lo largo de la historia y a través de distintos apoyos al sionismo en el siglo XIX y otras declaraciones formales posteriores que reconocían un «hogar nacional» judío. En el caso de Alemania y Francia ¡es más claro eso de resarcirse. Estos países fueron partícipes, de una forma más o menos directa, del exterminio de millones de judíos. Alemania como ejecutora y Francia como cómplice. El pago no está siendo reforzar la memoria como escudo ante el fascismo en la intención de que no vuelva a repetirse. Ha sido otorgar legitimidad para la muerte a quien fue exterminado. Este no es un gesto justo. La reparación no puede pasar por otro exterminio.

2.- Hamas. Gaza: esta guerrilla financiada en su momento por el Gobierno de Israel para destruir a Yasir Arafat, no como hombre, sino como promotor de ideas de paz y de integración de los dos estados, existe en Gaza, no en Cisjordania. El Estado Israelí nunca asumió los planteamientos de aquel premio nobel de la paz y líder de la OLP. Había que dar razones para el odio hacia Palestina y su exterminio. El planteamiento es que Palestina no puede existir, sí Israel. Esa premisa mueve los hechos. Occidente sabe de eso de financiar muerte por interés (interés quiere decir, en este caso, control geoestratégico y, en definitiva, dinero). Bin Laden no fue producto del azar, Hamas, tampoco.

En otro orden de cosas, la organización Hamas, que ha desatado el conflicto actual por el ataque que ocasionó numerosas víctimas civiles israelíes la semana pasada, ha aprovechado una huelga del ejército israelí para cometer esa acción de muerte. Cuesta creer que una de las inteligencias de guerra más infalibles, el MOSAD, se haya dejado hacer. Una legítima huelga de trabajadores ha propiciado la actuación de Hamas.

Las organizaciones militares hacen frente y reaccionan con guerra cuando les atacan. Es lo que ha hecho el ejército israelí. Es lo que antes hizo Hamas y antes otra vez los israelíes. Esta espiral tiene setenta años de desastre. Se basa en reacciones por la muerte de un pueblo que ha firmado varios tratados de paz y de abandono de las armas que luego Israel ha incumplido sistemáticamente.

3.- Cisjordania. OLP: Cisjordania no es Gaza, es la otra parte palestina que también resiste. La vida en Cisjordania no es fácil. Destaca la normalización del terror como arma psicológica de supervivencia. Las paredes de las ciudades de Hebrón, Ramala, Nablús, Belén…, están llenas de agujeros de bala. Las colonias judías y los muros que las rodean no respetan las casas ni los edificios que se crucen por el camino. Se suceden los secuestros de dirigentes políticos a medianoche por parte del ejército israelí. Desde agosto, treinta y siete niños y niñas palestinas han perdido la vida. Cisjordania tiene campos de refugiados repletos de los expulsados por los colonos. Llegar a la Universidad, al colegio o al centro de trabajo es una odisea que puede durar horas dependiendo de la afluencia en los puestos de control que hay entre cada pueblo y de la forma de actuar del militar de turno en ese puesto. Todo esto durante setenta años y en silencio.

La OLP está integrada por una serie de partidos políticos (Fatah, FLPL, FDLP, PPP); partidos marxistas de distintas ramas, entre los que hay defensores y detractores del islamismo.

Entre Hamas y la OLP hay divergencia en cuanto a la paz. La exigencia de unos y otros no converge. El pueblo palestino no está tan unido: aquí también debe haber cesiones.

4.- Integrismo islamista frente a lucha LGTBI y occidentalismo: la defensa de los derechos humanos debe prevalecer en todo conflicto y en toda consideración pero usar esta defensa para blanquear crímenes de guerra, no vale. Se puede exigir el fin del exterminio del pueblo palestino y condenar la vulneración de los derechos de personas LGTBI allá donde se de. Que exista la homofobia no legitima para matar al homófobo.

5.- Semitas: Tengo un amigo que dice que los fenicios tienen la culpa de todo esto. Que si mercado, que si dinero, que si partir del corredor sirio-palestino y hacer inicio del inicio de la composición final del mercado hasta llegar a este año de la historia. Que la aplicación de todo esto en el conflicto por esos intereses monetarios tiene su origen en aquel pueblo y que estos son los que llegaron después a ser Israel. La cuestión es que no es posible ser antisemita si se apoya la causa del pueblo palestino porque son igual de semitas que los judíos. Mismo origen, misma rama lingüística y mismo trozo grande de tierra. La tergiversación de las palabras en las guerras intenta colocarnos frente al otro. Hablando mal y pronto: los palestinos son parientes de los israelíes. Seguro que si se mira al revés en la Biblia, llegaríamos a un momento en que nos encontraríamos con que sus antecesores son hermanos. Caer en este intento de diferenciación es absurdo y sin fundamento y solo busca otorgar legitimidad de muerte a los judíos por el Holocausto. Aunque quizás deberíamos ir más allá y dejar de usar términos raciales para contraponernos ante otros seres de nuestra especie. Esta parte de lo retórico retrógrado diferencial, nunca trajo bien. En definitiva, exigir que Israel deje de matar no es decir «odio a los judíos», y decir «antisemita» también es decir «antipalestino».

En conclusión, hay que insistir en que la cuestión no es otorgar legitimidad para la muerte «dando un hacha al dolor para hacer leña de todo». La cuestión está en pensar ¿Y quién tiene legitimidad para la vida? La respuesta es todos. La cuestión es asumirlo. La cuestión está en la cesión de poder por parte del que lo tiene. Como siempre. Exigir esa cesión es el papel que ha de jugar este mundo. Exigir que se permita ejercer capacidad para el desarrollo de la vida ha de ser el planteamiento principal. Lo que no sea partir de ahí, nos lleva a todo esto. A imágenes de miembros despedazados, de niños y niñas muertas, de todos los horrores de la guerra, a declaraciones supremacistas de odio generalizado y de revancha. Exigir el fin del conflicto es la única salida. Con el pago que determine el derecho internacional para los que, en cada momento, se saltaron esos planteamientos básicos de humanidad. El fin del conflicto para las dos partes y no con la desaparición calculada de una. El fin, que pasa por reconocer y ejecutar el simple derecho a existir y a poder desarrollar, de cada parte, vida.


Natalia Robles Mures, oriunda de Conil de la Frontera, donde ha sido delegada de Cultura, es licenciada en historia del arte, máster de formación para el profesorado y titulada en canto lírico. Colaboró durante algunos años con la revista digital El Tercer Puente.

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