Josep María Flotats (Barcelona, 1939) es uno de los actores y directores escénicos más interesantes del teatro español contemporáneo. Su trayectoria resulta ejemplar por lo que tiene de innovadora y arriesgada, ya que siempre se sintió atraído por proyectos de calidad con independencia de que su alcance mediático fuera minoritario. Versátil y receptivo, en constante aprendizaje, ha recibido numerosos galardones a lo largo de su carrera, entre ellos el Premio Nacional de Teatro, cuatro Premios Max de la SGAE y el Premio de Honor El Ojo Crítico de RNE. Buena parte de su formación se ha desarrollado en Francia, tiene la doble nacionalidad, y la cultura del país vecino, fusionada con la catalana y con su profundo conocimiento de los clásicos españoles y europeos, le propicia un semblante diferente, para unos más afectado, para otros más complejo, pero de una dimensión intelectual difícilmente discutible.
Su último trabajo integra buena parte de estas virtudes. Se trata de la adaptación de un texto verdaderamente inteligente e irónico, ácido en cada una de las palabras que se pronuncian sobre el escenario: Serlo o no: para acabar con la cuestión judía, del dramaturgo francés Jean-Claude Grumberg, con dramaturgia y dirección del propio Flotats a partir de la traducción de Mauro Armiño, y protagonizada por él mismo y por Arnau Puig. La obra ha estado en el Teatro Español durante dos meses a finales de 2016 y levantó el telón del Teatro Liceo de Salamanca el pasado sábado.
Jean-Claude Grumberg (París,1939), descendiente judío de exiliados rumanos y polacos, es un autor muy reconocido en Francia, donde tiene ocho premios Molière y un premio César y ha escrito más de una treintena de obras, aunque llega por primera vez a España de la mano de Josep María Flotats (1939) con la adaptación de esta obra, primero, en catalán en el Teatro Lliure de Barcelona desde noviembre del año pasado, y, ahora, al castellano en el Teatro Español de Madrid, donde permanecerá hasta finales de noviembre próximo.
En Serlo o no, para acabar con la cuestión judía, un claro guiño irónico del autor al Hamlet de Shakespeare, dos vecinos se encuentran a menudo en el rellano de la escalera del edificio parisino donde viven. Todo discurre con la normalidad de siempre hasta que uno de ellos (interpretado por Arnau Puig) le hace una pregunta a bocajarro al otro protagonista: «¿Es usted judío?».
Roberto Corte realiza la crónica de su puesta en escena e incluimos al final un enlace a la entrevista que el director concedió a la Cadena Ser con motivo dele streno de Serlo o no en el Teatro Español a finales de noviembre del año pasado.
La cuestión judía, That is the question
/ por Roberto Corte /
El estilo de Flotats es reconocible, personal. Quienes lo seguimos lo tenemos por «afrancesado» por su formación, por su acentuación y entonación con ese deje de su lengua natal, el catalán o francés (que tanto monta). Como intérprete es preciso, exhaustivo, muy consciente de lo que se hace. Teatraliza y amanera la interpretación para seducirnos y embrujarnos más, para reivindicar con su naturalismo afectado y explícito que estamos en el teatro. Sus espectáculos à deux corroboran también que la sencillez aparente es la marca de la casa, aunque por debajo del retablo está siempre la técnica, el director juicioso y una relojería de gran precisión que sincroniza cada respiración y movimiento para obtener el mejor resultado. Lo hizo con La cena de Jean Claude Brisville, sobre Fouché y Tayllerand, y con La conversación de M. Descartes con M. Pascal joven, sobre un hipotético encuentro entre filósofos. Trabajos, al lado de otros muchos, que muestran su interés por un teatro de ideas con el que contrapesar la levedad de la comedia insustancial y frívola. Y ahora ha decidido nuevamente meterse en harina plantándole cara a la sociología política que el estado de Israel genera, representando esta pieza de Jean-Claude Grumberg, Serlo o no, para acabar con la cuestión judía. Espectáculo ya estrenado en catalán hace más de un año que hoy podemos ver en castellano traducido del francés por Mauro Armiño.
La pieza de Grumberg es tan sencilla como efectiva en su corta duración. Tiene como leitmotiv la conversación que se establece entre dos vecinos parisinos al descubrir uno de ellos, por internet, que el otro es judío, un escritor judío. Y utiliza como coso dialéctico el rellano de la escalera donde se cruzan. Aunque a medida que se produce el tropiezo conversacional avanza el trepidante desarrollo argumental, que es, entre otras cosas, una didáctica elemental de posicionamiento, en clave de comedia, para aclarar de una vez por todas —ya el título proclama para acabar con la cuestión judía como un deseo muy personal del autor— las diferencias existentes entre el judaísmo practicante y el judaísmo laico, tal como ocurre entre católicos. La pieza va por tanto dirigida al vulgo occidental y a todos aquellos que ignoran los principios elementales de la historia y religión del pueblo de Israel, a los aficionados al teatro por su humor y buen hacer (que pueden ser los mismos), y también a los que nunca van, porque una de las cualidades que tiene Flotats es que hace extensivo y atractivo el teatro a espectadores no habituales. Pero, ¿qué es lo que ocurre en la obra de Grumberg para que se produzca el milagro de la comicidad? Pues una metamorfosis molieresca, una bufonada teatral y circense que también hubiera sido del agrado de Brecht. Porque a medida que se producen los encuentros, tras los primeros reproches beligerantes de judeofobia con tópicos burdos y manidos contra el escritor, el joven vecino —sí, el católico apostólico y romano— según pasan los días y amplía sus conocimientos sobre el tema, pues… se «ilumina» hasta convertirse a la religión judaica con todos los preceptos y atributos, kipá y tirabuzones incluidos. La pieza es por tanto una fábula que ridiculiza el fundamentalismo religioso, venga de donde venga, y la atrevida ignorancia de muchos, aunque aquí tenga por blanco al judaísmo ultraortodoxo interpuesto por un converso católico lerdo, con el que el espectador, obviamente, y al igual que ocurría con las piezas de Molière, nunca se identifica porque el idiota retratado siempre es «otro». Sorprendentemente la escenografía y el vestuario consiguen una ambientación sobria y un tono neorrealista para un máximo de verosimilitud en esa clave, al igual que la interpretación contenida y rigurosa de Arnau Puig y Flotats —siempre excelentes—, que de ir por otros derroteros evidenciarían el juego de payasos, el clown carablanca listo y el augusto que hace las gracias, que aquí inteligentemente se trata de ocultar. Porque hay que reconocer que el escritor maduro, culto, respetuoso, exquisito, es muy listo —los judíos los son—, y el joven mastuerzu, francesito de barrio de toda la vida, demasiado tonto. Pero, voilà! el espectáculo funciona a las mil maravillas.
Afortunadamente, como la pieza es corta, para que no se quede sólo en humor metafórico y sutil, Flotats le ha añadido un final muy oportuno sacado de un libro de memorias de Grumberg —o eso creo haber leído— donde se narra la vida de una amiga de su madre, superviviente de Auschwitz, llamada Bella, que aquí se le adhiere al protagonista. Es una historia contada directamente al espectador en un tono testimonial, íntimo, muy distinto al que acabamos de presenciar, donde se relaciona con mucha delicadeza y sensibilidad la cuestión racial del Holocausto con la esperanza de que el matrimonio de la hija de Bella, que se ha casado con un negro —negro negro, la hija es una joven brillante, cooperante, solidaria, educada en ambientes comunistas—, funcione. Y Flotats cuenta tan bien ese hermoso y sobrecogedor relato, que el público se emociona, nos emocionamos.
Pero la anécdota argumental de la obra, tan sencilla y eficaz que cuestiona también de manera divertida el uso y abuso que hacemos de internet, tiene fisuras por donde se cuelan algunos asuntos discutibles relacionados con Palestina. Temas complejos que se despachan un tanto a la ligera y que nos llevan a pensar que el escritor protagonista (es decir, el autor) no es tan prudente y «neutral» como aparenta, sino un escéptico a la defensiva que sabe muy bien que el «serlo» de la identidad antropológica que reclama el título se corresponde con el «ser» de la razón de estado de Israel. Diálogos que no nos dejan indiferentes porque «desde fuera» los consideramos sesgados y parciales. Como, por ejemplo, zanjar el problema de la construcción del estado aludiendo únicamente a que los judíos ya estuvieron allí hace dos mil años, tal como se dice en la obra, sin consideración alguna hacia el contexto en que se produce (algo así como si se nos ocurriera argumentar contra la creación de los EE.UU. aludiendo a que los ingleses no habían estado antes). O como cuando se responde a cuál es la solución al conflicto Palestino-Israelí con una ironía, sugiriendo que de paso también sería conveniente arreglar el problema del paro, la hambruna africana y la paz mundial… En fin, golpes de efecto —son pocos— que le van muy bien a la comedia, pero que en nada ayudan al espectador que busca un poco de clarividencia para acabar por fin con la cuestión judía, como ingenua o provocadoramente suscribe el autor, sino más bien contribuyen a ratificarle en la idea de que la misma continúa siendo parte del problema.
Es obvio que no se escribe teatro para dar solución a los problemas ni es lícito pedirle al autor el máximo de objetividad. El teatro es otra cosa. Bien está que sirva para abrir el debate. La lectura de Serlo o no no se agota en una única dirección, la obrita es un hojaldre con múltiples elementos alegóricos que el espectador se encargará de desgranar. Y que disfrutará, porque se trata de un producto de calidad con humor garantizado.
- Autor: Jean-Claude Grumberg
- Dramaturgia y dirección: Josep Maria Flotats
- Intérpretes: Josep Maria Flotats y Arnau Puig
- Traducción del francés: Mauro Armiño
- Escenografía: Alejandro Andújar
- Iluminación: Albert Faura (AAI)
- Interpretación musical: Dani Espasa
- Ayudante de dirección: Pep Planas
- Dirección de producción: Fran Ávila
- Coproducción: Taller 75 y Teatre Lliure
http://cadenaser.com/emisora/2017/01/20/ser_madrid_sur/1484921273_967992.html
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