Narrativa

El cuento: más por menos

Interesantes novedades en el ámbito del relato corto: "5 capitales" (Alagaida) de Luis Bagué Quílez, "Estabulario" (Impedimenta) de Sergi Puertas, "La vaga ambición" (Páginas de Espuma) de Antonio Ortuño, "Réplica" (Candaya) de Miguel Serrano Larraz y "Ya no estaremos aquí" (Salto de Página) de Matías Candeira.

El relato en nuestras letras sigue produciendo buenos frutos. A diferencia de otros tiempos pasados, resulta difícil seguir la actualidad del género debido a lo mucho y bueno que aparece de continuo. El relato (o el cuento) se va haciendo fuerte poco a poco, quitándose ese complejo de hermano pequeño en la familia de la narrativa y sacando músculo en las mesas de novedades y en los catálogos editoriales. En los últimos años ha ido creciendo un público lector en torno al cuento, y las ventas editoriales de libros de relatos han ido evolucionando de manera digna (siempre dentro de los límites —modestos— de nuestro mercado editorial). Por ello cada vez son más las editoriales que prescinden de esa reticencia que consistía en mirar de soslayo aquellas propuestas que no eran estrictamente una novela, libros que incluso se trataba de maquillar (extraña cirugía editorial) para que acabasen satisfaciendo cierto canon novelesco. Desprovisto de complejos, fiel a esa ley neguentrópica que parece garantizarnos el más por menos (el placer más intenso en la menor cantidad de páginas), el relato campa a sus anchas, y los lectores debemos mostrarnos felices y agradecidos por ello.

Seleccionamos aquí cinco obras relativamente recientes. Un abanico, el compuesto por estos cinco libros, que abarca un espectro no sé si suficiente, pero sin duda amplio del panorama actual de producción de narrativa breve en nuestro país. Algunos de sus autores ya eran referencias para los conocedores del género. Otros, como aquel que dice, acaban de estrenarse. Los modos de acercarse al relato, al igual que ocurre en la novela, son diversos, más o menos autobiográficos (autoficcionales) en algunos casos; puramente ficcionales en otros. El único criterio al que nos hemos atenido es el de la calidad de la muestra, aunque es preciso dejar constancia de que no se trata sino de eso, de una muestra concentrada en el tiempo; nada más, y nada menos.


 

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5 capitales (Algaida, 2017) fue el libro merecedor del XIII premio Iberoamericano Cortes de Cádiz. En este libro destaca la voluntad de su autor, Luis Bagué Quílez (Palafrugell, Girona, 1978),  de trabar los cinco relatos que lo componen a través de un tema único y a la vez diverso: los cinco pecados capitales (avaricia, lujuria, envidia, soberbia e ira). Luis Bagué hace corresponder esos cinco pecados con otras tantas historias ubicadas en sendas ciudades (París, Buenos Aires, Moscú, Madrid, Washington D.C.). Podríamos hablar de un libro globalizado, aunque bien es cierto que el contexto no resulta tan relevante como la definición de los personajes, todos ellos bien logrados, dando muestras de paso el autor de una notable solvencia dramática. Los relatos de 5 capitales son una mezcla de realidad y ficción. De hecho podrían clasificarse dentro de ese género novelístico (frecuente en los últimos años en nuestras letras) que es el falso documental (recordemos, a vuelapluma, Los últimos días de Adelaida Morales o La fórmula Miralbes). Los trasuntos de Lance Armstrong y Floyd Landis, de Karpov y Kasparov, del golpista Tejero y del pintor argentino Antonio Berni protagonizan algunos de estos relatos. El trasfondo moral (que no moralizante) de estos cuentos es doble, pues al tiempo que se muestra el pecado de sus personajes, asimismo el autor propone para ellos un camino de expiación o redención. Si hay algo que destaca en este libro de relatos es su meticulosa concepción, unida a una labor estricta de documentación y una ajustada ejecución. Un estreno relevante para un autor que hasta ahora asociábamos exclusivamente con el género poético.


 

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Sergi Puertas (Barcelona, 1970), director de revistas como El víbora, se estrena en el género breve con Estabulario (Impedimenta, 2017), un libro cuyos temas y tonos aportan aire fresco al género. Son historias, las de este libro, transidas por el género audiovisual y, sobre todo, por el el cómic underground. Planea por los relatos de estabulario un aire distópico que, en ocasiones, no es sino una anticipación realista de historias de aniquilación personal o, peor todavía, mundial. Las historias de Sergi son a menudo estrafalarias (a pesar de lo que pueda parecer no uso este calificativo en su acepción peyorativa), pero tienen el mérito mayúsculo de lograr que el disparate sea verosímil, añadiendo dosis considerables de humor  a sus relatos. En ellos podemos encontrar a personajes angustiados con cuestiones relacionadas con la tecnología (un disfraz fusionado con el ADN del que el personaje no puede librarse por una cuestión de firmware), políticas (una andalucía independiente donde las ejecuciones sumarias son de carácter taurino) o directamente apocalípticas (un complot para producir una deflagración nuclear que acabe con la vida en el planeta). La tecnología (el lado oscuro que la tecnología puede conllevar) es uno de los vectores que orientan los relatos de Sergi Puertas. La impresión final es la de Un Black Mirror humorístico y disparatado, una fórmula arriesgada que sin embargo Sergi consigue hacer funcionar a las mil maravillas.


 

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Antonio Ortuño (Guadalajara, México, 1976) es un autor con una sólida trayectoria tanto en el cuento como en la novela, se hizo acreedor del V Premio Ribera de Duero con La vaga ambición (Páginas de Espuma, 2017), un conjunto de relatos cuyo denominador común (salvo, tal vez, el relato titulado Provocación repugnante) es el tinte autobiográfico y, en concreto,  aquellos aspectos de la vida del autor vinculados con la literatura (¿y cuáles no?, podríamos preguntarnos, si es que hablamos de un escritor). La precariedad del escritor, su incomprensión, las relaciones familiares y de pareja y, sobre todo, la reflexión sobre el propio acto de escritura, constituyen los pilares sobre los que se cimenta este conjunto de relatos que funcionan casi como capítulos exentos de una parcial autobiografía del autor, autobiografía tamizada por la autoficción. Capítulo aparte merece Provocación repugnante donde se narra el encuentro de Mijaíl, un autor de teatro ruso, con Walter Benjamin; un relato que se aleja de lo biográfico pero que no deja de lado sin embargo la cuestión de la literatura, de sus límites, de su repercusión social y política en un tiempo en el que la política podía convertirse en un elemento de coerción al espíritu creativo, de la sensación de impotencia del escritor contemporáneo (ansiedad de la influencia, diríamos siguiendo a Bloom) cuando trata de parangonarse con aquellos que nos precedieron. Ejemplar en relación con esto último es el relato titulado El caballero de los espejos, donde un niño (el propio autor) se dedica a copiar primero capítulos del Quijote para posteriormente improvisar sobre ellos, comportamiento que le valdrá una paliza por parte de su muy poco filológico primo.


 

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Miguel Serrano Larraz  (Zaragoza, 1977) se dio a conocer como escritor con Órbita, su primer libro de relatos. Un libro que causó muy buena impresión entre los  degustadores del género y que lo situó entre aquellos nombres a tener en cuenta a la hora de elaborar un prontuario de cuentistas españoles o una antología. Y, en efecto, algunos de los relatos que integran Réplica (Candaya, 2017), su nuevo libro de relatos, aparecieron antes publicados en revistas y antologías, algo que va en detrimento de la unidad formal y temática para quien a esto importe. A mi parecer el problema de un libro de relatos no es tanto la dispersión temática (una guinda a la calidad del volumen) sino la irregularidad. Y Miguel Serrano salva este escollo a través del recurso de una prosa cuidada y siempre exquisita. Es la prosa de Miguel Serrano una prosa de grano fino, plagada de matices, sustentada en un estilo que lleva al lector de la mano y del paladar hacia donde quiera que la historia vaya, aunque esto último, en su caso, sea lo de menos. No queremos decir con esto que Miguel Serrano no nos cuente historias. De hecho encontramos historias de dobles, como en el relato que da título a la colección, donde el personaje padece y goza de su parecido con Enrique Bunbury, historias de escritores tristemente malinterpretados por su público como El payaso y, sobre todo, encontramos joyas como La disolución, relato familiar acerca —digamos— de la decepción, imposible de comprimir en una epítome y que simplemente hay que leer.


 

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Ya no estaremos aquí (Salto de Página, 2017) es el cuarto volumen de relatos de Matías Candeira (Madrid, 1984) es un autor que, pese a su juventud, parece plenamente asentado en el género del cuento en España. Si hay algo que caracteriza la escritura de Matías Candeira es la creación de ambientes, de eso que, usando una metáfora meteorológica, el común denomina atmósfera. Quizás, de todos los que aquí comparecen, sea este el libro menos naturalista. No hay apenas referencias al contexto histórico o social ni, nos atreveríamos a decir, psicológico. Estamos ante un libro que lo juega todo a la construcción de un imaginario propio. Despreocupado de lo cotidiano, su autor se centra en elaborar un universo de  ficción que se atiene a sus propias reglas. Así funciona la ficción, y la probabilidad condicionada. Adentrarse en estos relatos resulta semejante a entrar en un parque de atracciones (o en una instalación artística, como ocurre precisamente en el relato titulado Instalación) donde estas consisten en sutiles variaciones del tren de la bruja. Tienen mucho de unheimlich, de siniestro, los relatos de este libro. Y si no, imaginen una urbanización sellada a cal y canto frente a las amenazas externas donde un niño se cuela para llamar a una puerta y pedir… un libro; o que un pato sea el artífice de una vendetta. Un universo siniestro no desprovisto de humor (negro, qué esperaban) que unifica todo los relatos y que los dota de una coherencia no sabemos si premeditada pero  que no abandona al lector de principio a fin.


 

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