Poéticas

«Mujer lenta» sale a la calle

José Ovejero ha obtenido el Premio Juan Gil Albert de Poesía con el libro "Mujer lenta" (Pre-Textos, 2018)

[Fotografía: José Ovejero]

El escritor José Ovejero (Madrid, 1958) ha obtenido el Premio Juan Gil Albert de Poesía con Mujer lenta (Pre-Textos, 2018), libro que se sirve de los mecanismos de la ficción para dar voz en primera persona a una mujer que ajusta cuentas consigo misma. El autor madrileño también ha publicado recientemente el volumen de relatos Mundo extraño (Páginas de Espuma, 2018).

«Mujer lenta nace del intento de ver más, de llegar más lejos, de expresar más. Por eso, desde el inicio, decidí imaginar un personaje distinto de mí, esa profesora en el extranjero, viajera, poeta, lesbiana, algo desengañada pero que lucha para mantener su fuerza, para no dejar que la melancolía y las cicatrices que ha ido acumulando se vuelvan un lastre que la impida seguir creciendo, seguir maravillándose. Al final me sucedió como me sucede con los personajes que creo en los cuentos y las novelas, incluso por los más feroces, que acabo sintiendo por ellos cierta ternura, descubro su fragilidad, sus temores. Y es desde esa fragilidad recién descubierta (a veces combinada con la rabia) desde donde he intentado imaginar qué poemas escribiría mi mujer lenta».


Mujer lenta

Tres poemas seleccionados por el autor para El Cuaderno

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Hubo un tiempo en el que me buscaba
en el otro extremo del mundo,
me imaginaba allí, niña perdida, y era yo la única
que podía ir a salvarme,
tomarme de la mano y decirme
ven, vuelve a casa,
te echamos tanto de menos.

Hubo un tiempo
en el que me buscaba en hombres y mujeres
que me exploraban e iban poniendo nombre
a mis accidentes y fracturas, a simas sumergidas
a las que nunca alcanzó la luz,
esos lugares inhóspitos en los que sólo se entra
como se llega a otro planeta, preguntándote
si estará habitado, y si se encuentra allí
el final  del universo.

Nunca he sabido qué buscaba, qué desazón
o incertidumbre me han llevado
a cruzar una y otra vez la orilla, a despreciar
la placidez de los valles
y las fotografías en la pared del salón
y un perro que menea la cola
cuando llego a casa.
El ruido, la noche y la rabia
fueron mis señas, y yo creía que ser mujer era eso,
que el último trago
y los primeros tranvías me encontrasen de pie,
y que los hombres tímidos ni se atreviesen
a preguntarme la hora
o qué hace una chica como tú, etc.
Me he ido; esa soy yo: la mujer que se está yendo,
una y otra vez, la que no acaba de llegar, y si piensa en volver
se queda perpleja, temblorosa,
porque no es posible el regreso
sin saber de dónde vienes.

 —

Podría haberme quedado

No seguía una estrella, ni me marcaban el camino
guijarros relucientes,
no pretendía descubrir si la Tierra es redonda,
si las mujeres más bellas, si el césped más verde
y esas cosas.
No iba a, me iba de, y viajar así
es ya la confesión de un fracaso.

Podría haberme quedado, es cierto.
Decir, como mis amigos,
el tiempo vuela,
no hay mal que por bien no venga,
pan para hoy, hambre para mañana,
como en España en ningún sitio,
el mundo es un pañuelo.

Pero me asustaba ver mi futuro
en una fotografía de color sepia,
me iba para poder volver
a un lugar que no existió,
y conmoverme por la nostalgia
de lo que entonces aborrecía.

Podría haberme quedado,
aquí o en cualquier otro sitio,
haberme dicho que seré la misma
bajo la Estrella Polar o bajo la Cruz del Sur,
que no todo es una cuestión de perspectiva.

Pero entonces ¿cómo os habría encontrado, a todas
las que me quisisteis? Habría vagado descalza por la casa,
acariciado el vidrio de las ventanas,
cerrado los ojos y avanzado a tientas,
aspirado el olor de la madera
y habría dicho
en algún sitio,
seguro que en algún sitio
me aguarda el prodigio. Y me habría consolado,
es humano,
con cualquiera que estuviese cerca,
un poco al azar, sin entusiasmo,
contigo,
por poner un ejemplo.

Venga, dímelo

Dime que soy
la más hermosa y después dime,
sin cambiar el gesto,
que soy la más fea
y la más sucia
de las mujeres que has amado,
de las que todavía amas.
Dime que soy el alfa y el omega
de tus deseos,
que en ese arco, en ese
espacio,
cabe todo lo que somos,
dime que no me dejarás nunca
y después dime
que ya te has ido,
que eso que acaricio
es sólo tu sombra,
que te abrazo como niños de orfanatos
se agarran a un peluche descosido
y se consuelan pero saben
que la tela es tela,
y la almohada lo que aprieto entre mis piernas.

Dime que me necesitas
y te ahogas si no estoy,
y que podrías vivir sin mí, que no recordarías
el día, ni la hora a la que salí de casa,
dime que mis ojos azules
son hermosamente negros,
dime qué vamos a hacer,
qué voy a hacer para no enmohecernos
en un cariño tranquilo,
como un perro que bosteza
frente a la chimenea.


Mujer lenta
José Ovejero
Pre-Textos, 2018
104 páginas; 16,00 €


 

José Ovejero ha publicado novelas, libros de cuentos, poesía, teatro, libros de viajes y ensayos. Algunas de sus principales obras son La ética de la crueldad (Premio Anagrama, Premio Bento Spinoza y Premio Estado Crítico), La invención del amor (Premio Alfaguara), La comedia salvaje (Premio Gómez de la Serna), Los ángeles feroces y La seducción. Muchas de sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Sus artículos y relatos se publican en diferentes periódicos, revistas y antologías, tanto en España como en el extranjero. Ha realizado, junto con Edurne Portela, el documental Vida y ficción. Su última obra publicada es Mundo extraño (Páginas de Espuma 2018).

 

 

Acerca de El Cuaderno

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1 comment on “«Mujer lenta» sale a la calle

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