Charlando en silencio con Sanmao
/por José de María Romero Barea/
La lectura en soledad concede libertades no disponibles en ningún otro lugar: «En el desierto, blanco como la nieve, no se veía la sombra de las personas que habían muerto, ni siquiera el viento de la noche había traído sus suspiros» («El llanto…»). Al leer a solas, se transforma nuestra visión de lo abandonado, acto de rehabilitación estética de un territorio desprovisto no solo de valor sino contrario al espíritu gregario: «Levanté la cabeza y solo vi el desierto infinito […] ¿Y el lago? Había desaparecido. No había ni rastro del agua ni de los árboles. Me cogí con fuerza al respaldo del asiento delantero sin decir nada» («Noche de miedo…»).
Se elogia al páramo no sólo en términos de belleza sino de trascendencia, epítome de un universal deseo de solipsismo: «Sólo cuando disfrutaba de aquellos paisajes, de la presencia de las manadas de antílopes que galopaban durante la salida y la puesta de sol, podía olvidarme de lo dura y difícil que era la vida» («Empezar de cero»). Se evoca la aridez («El ambiente se fue llenando poco a poco del eco descomunal del llanto de los camellos») con estremecedora intimidad. La marginalidad supone un consuelo. Dibujan las entradas de estos Diarios del Sáhara una serie de autorretratos incompletos, conjunto de fragmentos que presuponen el reclamo sin respuesta de lo ignoto.
En ellos, la autora taiwanesa Chen Ping, alias Sanmao (Chongqing, 1943 – Taipéi, 1991) se hace eco de las geologías de lo oculto, aunque orgánico, lo apenas vegetado, lo aparentemente muerto, vivo en el humano erial: «La costa quedó bañada con los rayos del sol poniente […] ¿Cómo podía ser que de repente estuviéramos presenciando un paisaje crepuscular en pleno mediodía?» («La máquina…»). La omnisciencia se deshace en confidencias. Se desarrollan los patrones en el arenal de los eventos. El conocimiento se obtiene a costa del suspense. La inevitabilidad del destino une a la pareja formada por la escritora y el español José María Quero, matrimonio reafirmado por la ferocidad de las circunstancias, por el agotamiento que socava las seguridades esenciales: «En la arena interminable y bajo el cielo infinito, solo se veían nuestras dos minúsculas sombras caminando» («Crónica de la boda»).
«En el cielo de color azul oscuro no había ni rastro de nubes. Una bandada de gaviotas volaba de aquí para allá, emitiendo de vez en cuando algún graznido, lo que hacía aún más grande la sensación de vacío» («Pescadores…»). En pos de un sentido que solo se halla en terreno baldío, los exploradores, como guerreros, triunfan o fracasan, pero cada detalle de sus expediciones queda inserto en una historia impulsada por el apetito de aislamiento. La capacidad del clima para exponer errores o recompensarlos con el desdén simboliza no solo la vulnerabilidad, sino la audacia del que arriesga: «Vi a unos niños saharauis que jugaban en la plaza dando golpes a un cubo de basura mientras cantaban una canción […] No parecía que estuviera a punto de estallar una guerra» («El sargento Salva»).
La visión de las figuras desoladas en lo yerto ilustra nuestra contemporánea necesidad de escapar. En las dunas, en comunión con el paisaje áspero y sombrío, la espectral presencia representa lo que se ha perdido: el recuerdo que destella en el oasis de la memoria. No es la eternidad, sino la muerte, lo que avanza callada en lo inerte, en la topografía que nos elimina del relato. «Os parecerá que es una pena no conocer a la Sanmao de carne y hueso, pero os puedo decir que se trata de alguien sin importancia […] Cada vez que se publican mis obras, estamos charlando en silencio» («Breve carta desde Taiwán»). Leyendo, habitamos lo deshabitado, asumimos la singularidad de cada objeto, su particularidad y significado, hallazgos amplificados por la escasez del entorno, crudo memento mori.
Diarios del Sáhara
Sanmao
Traducción de Irene Tor Carroggio
Rata, 2016
462 páginas
20,90€
José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor, entre otras obras, de los poemarios Resurrecciones (2011), (Mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012), que conforman la trilogía El corazón el hueco, primera sección a su vez del proyecto Poesía (qué si no). El primer libro de la segunda sección, Un mínimo de racionalidad, un máximo de esperanza salió publicado en 2015. Romero Barea también es autor de la trilogía narrativa Interrupciones, formada por Hilados coreografiados (2012), Haia (2015) y Oblicuidades (2016), y ha traducido los poemarios Spanish sketchbook, de Curtis Bauer (España en dibujos, 2012); Disarmed, de Jeffrey Thomson (Inermes, 2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología poética (2014). Además, colabora con reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (Babelia), Le Monde Diplomatique, La Vanguardia (Revista de Letras), Claves de Razón Práctica, Ábaco, Quaderni Iberoamericani, Quimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015) incluyen una amplia selección de su obra crítica.
Pingback: “Charlando en silencio con Sanmao” en Revista El Cuaderno | Romero Barea escritor