Música y danza

Damn home Alabama

Charlie, el menor de los Louvin Brothers, desgrana en ‘Satán es real’ los recuerdos de uno de los dúos esenciales de la Americana Music, desde sus inicios en los campos algodoneros del sur profundo de los Estados Unidos hasta su vejez y su papel esencial en el Country.

/ una reseña de Luciano Hevia Noriega /

En la, afortunadamente, cada vez más habitual, aunque aún no muy copiosa, bibliografía sobre cultura popular contemporánea, Es Pop Ediciones es uno de los sellos más perseverantes: cine, videojuegos, cómic y, por supuesto, rock son temas que han encontrado acomodo entre sus colecciones. Tras Mötley Crüe, Slash, Motörhead, Thin Lizzy, Johnny Cash, Kiss o Curtis Mayfield, la vida y milagros del dúo vocal Louvin Brothers contada por uno de sus componentes es la última de las agradables sorpresas en atinada traducción a cargo de Javier Lucini.

Bajo el título de Satán es real, uno de sus trabajos más celebrados, Charlie Louvin, el menor de los hermanos, desgrana los recuerdos de su carrera conjunta y en solitario con la ayuda del escritor Benjamin Whitner. Puede que el libro no pase a la historia de la gran literatura autobiográfica ni creo que lo pretenda, pero rezuma autenticidad y sinceridad y resulta tremendamente esclarecedor para situarnos en un tiempo y un lugar en los que la escena musical tenía poco que ver con la actual. A lo largo de medio centenar de capítulos cortos, Louvin nos lleva de los campos de algodón de los años treinta en su Alabama natal hasta su plácida vejez como artista unánimemente reconocido, admirado, multipremiado e influencia notable para buena parte de los grandes del country.

Con un estilo exento de florituras y profusión de episodios descarnados, el autor nos habla de una infancia marcada por la rigidez paterna evidenciada en frecuentes palizas, del ambiente religioso que todo lo impregnaba y al que nunca renunciaría, de la música como pasión pero también como posibilidad de huida hacia una vida mejor, de los ídolos juveniles a los que pretendían imitar, de las canciones tradicionales aprendidas de su madre que les permitieron ir labrándose un nombre en el circuito, de sus primeros escarceos en la industria compaginados con otro tipo de trabajos que les permitieran subsistir, de un estajanovismo a prueba de salud física y mental quemando kilómetros en giras interminables, de sus primeras composiciones y grabaciones, del dilema que supuso pasar del góspel a la música secular o del reconfortante corolario que fue alcanzar su gran sueño: actuar en el mítico Grand Ole Opry de Nashville. 

Hollada esta cima que tantas veces les pareció inalcanzable, los Louvin Brothers se instalaron en algo parecido a un éxito de cimientos poco sólidos que el alcoholismo y el turbulento carácter de su hermano Ira no contribuían a consolidar. Escándalos, peleas, divorcios, encarcelamientos y una tormenta interior que nada ni nadie lograba aplacar convirtieron la convivencia en insoportable y la ruptura en inevitable. Atrás quedaban quince años de carrera entre 1947 y 1962, hits como When I stop dreaming o Knoxville girl, giras en las que llegaron a abrir para un jovenzuelo Elvis Presley o grabaciones para sellos discográficos como Decca o Capitol. Comenzaba entonces una trayectoria en solitario que se antojaba difícil, pero que pronto se tornó triunfal pese a tener que afrontar duros embates vitales como la temprana muerte de su hermano en accidente de tráfico o la pérdida de sus padres. Charlie Louvin, que nunca cae en la autocompasión, no escamotea pasajes poco edificantes que utiliza para aleccionarnos sobre los pilares en los que cree que debe sustentarse una vida digna: el trabajo duro, la fe y la familia.

Una amplia galería de personajes, anónimos y famosos, desfilan por su narración: managers, promotores, colegas, parientes…, pero no todos salen bien librados en el retrato. Entre la inmisericorde descripción de un Hank Williams absolutamente dominado por sus adicciones y la titánica figura de un Johnny Cash (que asistió de niño a uno de sus primeros conciertos) elogiado por su ilimitada generosidad, medianun buen puñado de variados estratos, aunque nuestro interés mitómano se centre en las grandes estrellas que forjaron uno de los estilos musicales que más se asocia a Estados Unidos: Roy Acuff, Bill Monroe, The Carter Family, The Blue Sky Boys o Kris Kristofferson, que firma el prefacio del libro y que conoció al autor trabajando de conserje en un estudio de grabación que el ya consolidado Charlie Louvin frecuentaba.

Botas, sombreros y carísimos trajes Nudie, inmensos coches de motores refrigerados por aire, moteles y estaciones de servicio, mandolinas estrelladas furiosamente contra el suelo y letras repletas de truculentos y admonitorios pasajes bíblicos pueblan un gozoso viaje autobiográfico por algunos de los más icónicos rincones de la América profunda. God bless The Louvin Brothers!


Satán es real: la balada de los Louvin Brothers
Charlie Lovin
Es Pop, 2020
301 páginas
19,95 €

Luciano Hevia Noriega (Les Arriondes [Asturias], 1975) es licenciado en historia y especialista en gestión cultural por la Universidad de Oviedo y trabaja como librero. Ha colaborado ocasional o habitualmente en periódicos y revistas como El Cien, El Impulso, El Fielato o La Ratonera.

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