/ una reseña de Carlos Alcorta /
No nos consta que existan en el mercado editorial español ediciones de la obra de Salgado Maranhão. Es, por tanto, Ópera de noes su primer libro íntegramente traducido a nuestro idioma, tarea que ha llevado a cabo con precisión lingüística la poeta Verónica Aranda. Conviene, antes de adentrarnos en los poemas, ofrecer algunos datos sobre un autor prácticamente desconocido en España. La «Nota biográfica» con la que finaliza el libro nos sirve de referencia. Maranhão (José Salgado Santos) nació en Caixas, estado de Maranhão (Brasil) en 1953. Se trasladó a Río de Janeiro en 1973 y será en esta urbe en donde comenzará su vida literaria como poeta, periodista, compositor y gestor cultural. Desde 1978, fecha en la que aparecen publicados sus primeros poemas en un libo colectivo, su obra no ha dejado de crecer. Entre sus títulos, citaremos Abojo —ou saga do nordestino em busca da terra prometida (1984), Palávra (1995), Mural de ventos (1998), Solo de gaveta (2005), O mapa da tribo (2013), Ópera de nãos (2015), Avessos avulsos (2017) y A sagração dos lobos (2017). Su obra ha merecido numerosos premios y ha sido traducido a idiomas como el inglés, el francés, el italiano, el alemán, el japonés o el hebreo.

Esta edición de la editorial Polibea está prologada por Chales A. Perrone, experto en literatura portuguesa, quien, a partir del título del libro, desgrana una teoría de la composición de los poemas: «Los polos de Ópera de noes —escenificación del espectáculo lírico-musical erudito y rechazo (s) / negativas— hacen pensar en la propia fortuna del título, de la denominación del vehículo particular del producto poiesis». Cuenta además el volumen con un especie de epílogo a cargo de Tracy Souza, la cual afirma que las «palabras [de Maranhão] son densas, con formas breves, con metros cortos que se transforman en variaciones imprevistas». Souza, en su minucioso texto, nos ofrece algunas claves necesarias para leer (mejor sería decir releer, puesto que su breve, pero decisivo, ensayo está situado deliberadamente al final de los poemas) a Salgado Maranhão, quien «apunta hacia lo real como imposible, configura la originalidad de su estilo, pues sabe tejer los significantes, construyendo metáforas en las que el nuevo sentido se produce en el no sentido, y metonimias en las que no se producen sentidos nuevos, sino nuevas formas de nombrar. En su poesía, las metáforas y las metonimias están regidas por lazos deshechos, por las contradicciones, por la aniquilación de la verdad, y, principalmente, por las fragmentaciones, por la heterogeneidad y por la dispersión».
El libro comienza con un poema pórtico, «Letanías» que compendia algunas de las características formales más acusadas de nuestro poeta, como es el uso de un lenguaje paradójico que rastrea la huella de elementos oníricos y trata de aunar las percepciones habituales con las que provienen de un estado de alerta: «Porque se enturbiaron las runas/ y los ojos de los videntes;// porque nos encerraron en los callejones/ y nos asesinan por amor». O la reflexión de índole metapoética que veremos en otros poemas posteriores: «escarpada es la rima/ que hace latir la alegoría/ de la palabra». Bajo el título de «Lacres» se agrupan trece poemas cohesionados, interrelacionados. En el primero de ellos continúa la reflexión sobre la poesía: «Desolada en su propio/ cuero/ gime la poesía/ a las puertas del matadero». El lenguaje —«esa lengua-alarde»—se constituye como productor de una nueva realidad que parece echar en falta la presencia santificadora de lo divino. Las alusiones a Dios («juro que vi/ la muerte narcisista/ y su personal trainer: no matan/ para mancillar los cielos, matan por el placer de herir, matan/ para querer ser Dios») o la fe («los atavíos de la fe») son muy frecuentes— y se expande para que recaiga en las formas de ver el peso de una identidad: «Solo existe la mirada que fabrica enigmas: lunas, / mares, lindes». En la segunda sección, «Tierra de mitos», las alusiones a antiguas civilizaciones articulan los poemas, pero no de un modo, digamos, reverencial, sino como el contacto con su cultura fuera algo cotidiano: «Ahora,/ tus mitos hacen cola/ por un cigarro», restándoles trascendencia: «Las inscripciones se borran/ despacio/ en el desorden de lo efímero», escribe en «Magna 1». Aun así, sus versos trasmiten devoción por un mundo antiguo, por la Grecia clásica a la que añora: «Tu agonía está sangrando/ en nosotros: cada/ piedra/ que se desprende/ de la Acrópolis silenciosa» y lamenta la pérdida de actitudes y valores morales que sus mitos simbolizan: «La carne del sueño/ está marchita. Los vándalos/ se adueñaron del templo;/ los vándalos y sus mitologías/ fast-food». Habitan en estos versos los fantasmas de Helena de Troya, de Ulises, de Menelao junto a personajes de carne y hueso como Sócrates o Platón, aunque reales, ya casi confundidos en la historia con los imaginarios. Otros lugares míticos como Petra, las Azores o una ciudad inca perdida, junto a costumbres ancestrales de Oriente —la de los samuráis, por ejemplo—, costumbres convertidas ya también en mito, sustentan las reflexiones de un poeta que piensa que «todo poeta es una isla de estrellas».
El libro finaliza con la sección titulada «Vajilla del amor partido». Amor y tiempo se entremezclan en estos poemas de tono más apasionado que los anteriores: «Nunca es siempre,/ ser es sido,/ estar es haber/ partido». Perrone dice que «Es lógico que predomine aquí, en el tercer acto de la obra, una relación yo-tú, aunque el nosotros-vosotros que impera en otras páginas del poemario nunca queda lejos». Estos versos del poema «Fiebre» apuntalan esa idea: «Recojo los pétalos/ de tu nombre/ bajo la tarde agónica; yo// que me valgo por mí mismo,/ y bebo la fiebre/ que incendia a los locos». Pero esa relación se acaba fracturando por la pérdida, por la ausencia: «No te perdí/ para los astros convulsos/ ni para el fauno/ que destaca el amor.// Te perdí para mí». Más arriba hablaba Salgado Maranhão del poeta como una isla de estrellas, ahora, en los versos finales de Ópera de noes, escribe: «La poesía me desnudó/ para explotar con los astros». Estas dos afirmaciones pueden hacer pensar al lector que nos encontramos frente a un poeta que busca en el cosmos su fuente de inspiración, pero, sin negar la, digamos, influencia de lo extrasensorial —tiene alas en lugar de pies—, su poesía está firmemente asentada en la tierra, en lo cotidiano. Estamos, parafraseando una expresión suya, ante un poeta herido de la existencia.

Salgado Maranhão
Polibea, 2021
188 páginas
10€
Selección de poemas
Lacre 1
Una larva de espino
me ha mordido el sueño. Y
atravieso la noche
sangrando pétalos.
Con estos años
que alumbran mis arcoíris
—a través de los ojos—
duermo bajo la Vía Láctea
y la cortesía de los depredadores.
Desolada en su propio
cuero,
gime la poesía
a las puertas del matadero.
Isleño
Para Ivo Machado
Oigo el mar azotando la palabra;
la palabra que es piedra que vuela.
Oigo el mar cantando tus Azores
un hacha rasgando el silencio.
Soy también esta piedra que canta:
Un ave zurcida al Atlántico.
¡Oh isleño de las guas lusas,
que me dieron la lengua en la sal de los vocablos;
¡oh sangre de varones señalados
—
entre el aullido del mar y el viento insondable:
todo poeta es una isla de estrellas!
La hija del Atlas
¿De dónde emerge el sueño
de Platón,
en este atlas sin Atlántida?
De qué noche de la memoria
o sangre, o siglo?
Duerme la Historia
en nuestro suelo de estiércol,
ciega de locuras y arquetipos.
El resto es fábula,
que atraviesa los mares
buscando un rostro.
Seppuku
Rendidas bajo la katana
y la flor de la honra, las manos
se preparan para esculpir
el final:
toda la luz de lo vivido—
ahora — entregada a la lámina
y al sueño eterno. Excepto,
el cerezo escarlata
en la lana del kimono.

Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como Clarín, Arte y Parte, Turia, Paraíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel Puente, Marcelo Fuentes, Rafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.
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