/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
Un embarazo puede ser la mejor noticia o, en algunos casos, una tragedia. Todo depende de la situación personal de cada cual y por eso se impone ser respetuoso con todos cuando se habla de estos temas. Yo, que amo la vida por encima de todo, lo he tenido muy claro en el caso de la concepción y el nacimiento de mis cinco hijos y me dolió sobremanera el aborto espontáneo de quien hubiera sido el tercero. Quizás por eso entiendo perfectamente, a pesar de no ser mujer, la alegría y la tristeza ante el anuncio de la llegada o la pérdida de un posible hijo. Más difícil es ponerse en la piel de la mujer con un embarazo no deseado. No se trata de hacer inventario de las causas por las que una mujer puede encontrarse en esta situación y, antes al contrario, lo que procede es empatizar con ellas y con su sufrimiento y lamentar que, en ocasiones, la mejor noticia del mundo pueda ser una mala noticia para ellas.
Nuestro país, con buen criterio, despenalizó el aborto puesto que, en palabras de Felipe González, la ley no debía agravar aún más la desgracia de la mujer que decidía abortar y, además, debía velar por la seguridad y la salud tanto de la madre como del aún no nacido. Se trataba de una posición razonable y aunque recibiera críticas desde algunas actitudes morales, lo cierto es que todo el mundo acabó entendiendo que las leyes tienen que estar al servicio de los ciudadanos y no al contrario. La situación se complicó cuando desde posiciones supuestamente progresistas se acabó concluyendo que el aborto era un derecho de las mujeres y ahí la administración del Sr. Zapatero y la del Sr. Sánchez han pecado de un moralismo antirreligioso y de un sectarismo palmario, ahondando en contradicciones como la de dejar en manos de los padres la responsabilidad de las acciones de sus hijos menores de edad, pero excluyéndolos de la decisión de abortar por parte de sus hijas, aunque también en este aspecto habría que considerar la diversidad de situaciones.
Desde mi perspectiva, el aborto no puede devenir de triste realidad en derecho de las mujeres sobre su cuerpo y se equivocan quienes se atrevan a igualar los derechos a la vida, la salud, la educación, la protección frente a los criminales, una jubilación tranquila y garantizada, los cuidados paliativos que eviten el sufrimiento, una vivienda y un trabajo dignos o la búsqueda de la felicidad con el derecho a abortar. Desde aquí exijo respeto a tantas mujeres que sufrieron abortos espontáneos y siguen pensando con tristeza en ellos. No traten de convencerlas de que era un derecho.
Por otra parte, me duele que en el tema del embarazo se excluya a los hombres. Es cierto que durante el embarazo son las mujeres quienes asumen la total responsabilidad del mismo y su cuidado directo, pero, en el caso de que exista un padre, este debería ser consultado al respecto. Recuerdo el caso de un matrimonio amigo, ella supuestamente católica y conservadora y él izquierdista. Cuando quedó embarazada mi amiga de su tercer hijo, se planteó abortar por razones profesionales. Consultó a su marido con la secreta esperanza de que este le aconsejara abortar pero se llevó la sorpresa de que mi amigo, con buen criterio le dijo que mientras el embrión estuviera en su seno él admitiría su decisión, fuera la que fuese. Al insistir sobre qué haría él, le contestó que vida, siempre vida y más en una situación como la de ellos pero que, en cualquier caso le aconsejaba que tomara la decisión que le hiciera feliz.
No es el tema del aborto una cuestión de izquierdas ni derechas. Tampoco, aunque lo parezca a primera vista, es una cuestión exclusiva de las mujeres y, desde luego no es un derecho y se equivocan quienes lo festejan como tal.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
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