/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
La autoestima es esencial para poder conseguir algo en la vida. Lamentablemente el racismo, la discriminación y una sociedad en crisis de valores, que no ve muchas veces más allá de los económicos, tienden a minar la confianza de sus miembros menos favorecidos y les empuja a una espiral de desánimo, depresión y frustración que afectan a su salud y a la posibilidad de superar las crisis. De cualquier forma, habría que advertir que la autoestima de cada cual limita con la de los demás, de la misma manera que la libertad de los otros también condiciona la mía propia. Aunque debo confesar que me irrita esa tendencia de muchos sicólogos de potenciar la autoestima de sus pacientes con estímulos del tipo de «quiérete a ti mismo» o «tú primero». Ese desenfoque de la visión del mundo, que parece poner al yo en el centro, puede ser necesario cuando el paciente se encuentra realmente hundido por la realidad que le rodea, pero, en mi opinión, tiene lamentables daños colaterales en forma de potenciación del egoísmo y la insolidaridad para apreciar los síntomas de pérdida de autoestima en los otros. En consecuencia, permítaseme revindicar la autoestima para todos y cada uno, pero limitar el amor a su proyección hacia los demás.
En cuanto a la segunda variable de este escrito, les confieso que en el mundo académico es más frecuente de lo que pudiera pensarse y resulta muy chocante, pues la soberbia tiene mucho de avasallamiento de los demás y autovaloración desproporcionada de quienes, sintiéndose superiores a cuantos les rodean, se creen portadores de dones especiales y acreedores a derechos por encima de los demás, pero, fundamentalmente, es una prueba de estupidez. El soberbio debe disponer de poca información sobre el mundo para poder tenerse a sí mismo en tan alta estima. A poco que miremos en nuestro alrededor, podemos constatar que hay mucha gente que hace lo mismo que nosotros tan bien o mejor que nosotros mismos y verificar la insignificancia de cada uno de nosotros en comparación con la grandeza del cosmos; y eso, que no debería afectar a nuestra autoestima ni desenfocar la valoración de nuestras propias capacidades y talentos, debería ser un antídoto frente al lamentable espectáculo de la soberbia.
La humildad no es lo opuesto a la autoestima. Al contrario, ser humilde es a la vez aceptar que no hay nadie que valga menos que nosotros, pero también que nadie vale más que nadie. Ser humilde no tiene nada en común con ser sumiso; al contrario, muchos soberbios tienen un comportamiento rastacuero con quienes, en su opinión, pueden ayudarles en su irresistible ascensión política o académica, e imagino que al lector le vienen a la memoria numerosos casos conocidos. Humildad es lo contrario de soberbia y por ende una posición inteligente que propende a la igualdad en el trato de todos y cada uno de los que nos rodean.
En mi grupo de investigación siempre he tratado de prevenir a mis colegas y estudiantes frente a la soberbia, pero la mejor contribución fue la de José Sancenón, que, siendo doctorando, ante el comentario de un colaborador que había resuelto un problema y dijo textualmente «no sé cómo podéis aguantar mi extraordinaria capacidad», respondió con gran acierto: «Nos tapamos la nariz». No puede imaginar él cuantas veces, mientras sufría el pormenorizado recuento de los logros, publicaciones y numerosos proyectos de algún colega soberbio, he pensado en taparme ostentosamente la nariz y reconocido una vez más la inteligencia de quien ha sido un excelente estudinte y hoy es un magnífico profesional.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
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