/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /
«Nosotros, los representantes de las provincias unidas de Caracas, Cumaná, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela en el continente meridional, reunidos en congreso y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el 19 de abril de 1810 […] queremos antes de usar de los derechos, de que nos tuvo privados la fuerza por más de tres siglos […] patentizar al Universo las razones que han emanado de estos acontecimientos y autorizar el libre uso que vamos a hacer de nuestra soberanía».
Con estas palabras, el 3 de julio de 1811 Venezuela se declaraba independiente del reino de España. Como reza el texto, hacía uso de la soberanía. Como todas las otras jóvenes repúblicas americanas, tenía un fuerte apoyo moral de Estados Unidos.
En diciembre de 1823, el presidente estadounidense James Monroe anunciaba en un mensaje al Congreso la Doctrina Monroe, resumida en la frase «América para los americanos», y que declaraba que los intentos de las potencias europeas de devolver a los países de América a la situación colonial serían considerados como actos hostiles. Estas palabras iban dirigidas en realidad contra Gran Bretaña, ya que los británicos, debido al dominio que tenían de los mares, eran los únicos que podian amenazar la independencia de aquellos jóvenes estados. La Doctrina Monroe se contraponía a la reaccionaria e intervencionista del canciller austríaco Metternich, que declaraba que las potencias europeas se consideraban autorizadas para combatir cualquier intento revolucionario allí donde se iniciara. Cuando Monroe anunció la suya, Estados Unidos no tenía una gran flota de guerra, ni un ejército importante, por lo que no preocupó a nadie. Muchos líderes de los países latinos recién nacidos incluso saludaron con simpatía la posición del «hermano del norte».
La idea de Monroe sirvió para evitar la intervención europea en los asuntos de América, pero dejó al continente meridional en manos de la potencia septentrional. En realidad se trató de interpretar la Doctrina Monroe como si dijera «América para los norteamericanos». Desde entonces las intervenciones militares en forma de guerras, ocupaciones, golpes de Estado y guerras civiles han sido numerosas. Habría que empezar por la guerra mexicano-estadounidense de 1846 a 1848, las ocupaciones de Cuba en múltiples ocasiones, la ocupación y anexión de Puerto Rico, la intervención militar para separar Panamá de Colombia, la intervención intermitente en Nicaragua entre 1909 y 1933, la ocupación de Haití entre 1915 y 1934, las ocupaciones militares de la República Dominicana entre 1916 y 1924 y su repetición entre 1965 y 1966, etcétera.
Además, deberíamos considerar como intervenciones las participaciones en los cambios de régimen en Guatemala en 1954, en Chile en 1973, en Granada en 1983, en Panamá en 1989, y el apoyo a numerosos grupos armados en diversos países. El «hermano del norte» se transformó en el Hermano Lobo del Norte.
Esta interferencia en el desarrollo de los pueblos americanos continúa ahora con un imperialismo renovado, que comportará sufrimientos, humillaciones y miseria para quienes sean objeto de «atención» por parte del inquilino de la Casa Blanca. No es algo nuevo, no es un pensamiento original, sino la reedición de una vieja historia; una trágica y maldita historia.

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
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