El marcapáginas

El pasado que duele

"El dolor de los demás" (Anagrama, 2018) de Miguel Ángel Hernández.

En la Nochebuena de 1995, el mejor amigo del escritor Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977) asesinó a su hermana y después se suicidó arrojándose por un barranco. El suceso acaparó páginas instantáneas en la prensa local y poco a poco fue quedando relegado en esas habitaciones del olvido donde encuentran acomodo los resquicios menos nobles del pasado. La herida, no obstante, continuó abierta en el subconsciente de quien fue sólo testigo de una catarsis destructiva que modificó para siempre el andamiaje de su imaginario y que, más de veinte años después —convertido ya en un escritor respaldado por la crítica gracias a sus novelas Intento de escapada y El instante de peligro, finalista del Herralde—, y a resultas de una conversación con su colega Sergio del Molino, quiso escarbar en aquellos hechos para obtener no tanto una sustancia literaria como un modo de explicarse a sí mismo mediante la inmersión en ese trance oscuro que, indirectamente, acudió de improviso para modificar su biografía.

Con esos mimbres nació El dolor de los demás (Anagrama), una novela que no es sólo (o no es, a secas) la revisión de aquellos hechos, sino una exploración de su doble significado: el que tuvieron en el mismo momento en que se dieron y el que cobran ahora, dos décadas después, al calor de esta revisión inesperada. Hernández rehúye los convencionalismos de la intriga porque lo que persigue es una suerte de reconstrucción íntima efectuada a partir de un regreso a los escenarios, los ambientes, el paisanaje y los aromas de la huerta murciana por donde transcurrieron su infancia y su adolescencia, ese paisaje que envolvieron su amistad con Nicolás (el nombre ficticio del asesino real) en un periodo iniciático en el que nada parecía tener doblez y cuyo punto final llegó de una manera tan abrupta como salvaje. El pasado vuelve y duele a lo largo de unas páginas en las que el autor despliega un ejercicio de talentosa arqueología personal en una primera persona que es inevitable, pero que no duda al ceder protagonismo a quienes asistieron desde la primera fila al desarrollo de unos acontecimientos que, hasta la escritura de este libro, se habían ido transmitiendo con sordina entre vecinos. La destrucción de un mundo personal se convierte en metáfora de la amortización inevitable de los días, y la literatura se revela como un bisturí que hiere y cicatriza de forma simultánea, desgarrando las costuras inexactas de lo que quiso cerrarse prematuramente y convirtiendo el dolor en un bálsamo con el que sobreponerse o sobrellevar esas facturas que, por ser demasiado íntimas, se presumen


 

El dolor de los demás
Miguel Ángel Hernández
Anagrama, 2018


Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977) es profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia. Ha sido director del CENDEAC, Research Fellow del Clark Art Institute (Williamstown, Massachusetts) y Society Fellow de la Society for the Humanities (Cornell University). Entre sus ensayos destacan La so(m)bra de lo real, Robert Morris, la edición, con Mieke Bal, de Art and Visibility in Migratory Culture y Materializar el pasado. Es autor de los libros de cuen­tos Infraleve: lo que queda en el espejo cuando dejas de mirarte, Demasiado tarde para volver y Cuaderno […] duelo y de los dietarios Presente continuo: diario de una novela y Diario de Ithaca. En Anagrama ha publicado las novelas Intento de escapada (Premio Ciudad Alcalá de Narrativa) y El instan­te de peligro (finalista del XXXIII Premio Herralde de Novela).

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