Vicente Núñez: mosaicos de intertextualidad, urdimbres de referencias
/por José de María Romero Barea/
Amalgama la máscara autoral información y rumor. Su discurso es vehículo para una celebración fragmentaria, un constructo que aúna grafía y cinematografía: «En Himnos a los árboles [Vicente Núñez] hace interrogarse a los árboles como si se interrogara a sí mismo y de alguna forma se funde con ellos en un cierto tono panteísta, aunque esa desajenación no le desprenda de su libertad y la inmovilidad esclava de lo natural», sostiene el académico Antonio Varo Baena en el ensayo «Una interpretación sartriana de los Himnos». No en vano, quienes se ubican a sí mismos en su producción escrita rara vez salen ilesos: los engaños del dispositivo autoreferencial suponen amortiguaciones de lo imaginado.
Si la mejor lírica presupone meditaciones sobre la realidad a la que homenajea, plena de referencias, la obra de Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1926-2002) anatomiza nuestra contemporánea preocupación por el pasado y sus tradiciones. «Su obra es un palimpsesto», argumenta la crítica Beatriz Martínez Serrano en «El espacio en el universo poético de VN», «dado que tras la misma subyacen los ecos, la voces, las huellas, las reminiscencias y las influencias de escritores y filósofos pertenecientes a múltiples tradiciones literarias y filosóficas». La colección de exégesis Espacios y geografías del ser (Fundación VN, CEP Priego-Montilla, Ayuntamiento de Aguilar, 2018) refleja la omnicomprensiva obsesión del filósofo con la vinculación de tierra e identidad.
El lugar (y la fórmula) ocupan la opera omnia del autor de los Sofismas (1994), el grado en que lo encarnamos, sea a través de la etnicidad o el comportamiento, el lenguaje o el reconocimiento. Dibuja el poeta y crítico Manuel Molina en «VN y la poesía: una lectura» un perfil donde «la mirada y el intelecto trazan una hermandad para ofrecer otra visión de lo reconocible, de lo circundante». Demuestra Molina que la producción del autor de Poemas ancestrales (1980) divide su atención entre lo que conoce y sus malestares, sin contraerse al solipsismo. De hecho, lo contrario es también cierto: una de las mayores fortalezas del vate de Rojo y sepia (2007) es la forma en que ubica la experiencia individual en la colectiva.
Su iteración de cuestiones sobre la pertenencia elude lo autoreferencial, lo personal es siempre político en una exploración inflexa de sensibilidades privadas que permean versos uniformados por la prosodia. Argumenta la profesora y crítica Leonor María Martínez Serrano, en «Poéticas de lo fragmentario: una aproximación a Teselas para un mosaico», que «todo poema es, en última instancia, un fragmento de tiempo y un pedazo de espacio arrebatados de cuajo al fluir de la vida». Con oído para los patrones del habla, con acento y dialecto para las lingüísticas, la voz del Premio Nacional de la Crítica 1982 es más que mero ventriloquismo, «se trata», sostiene la erudita cordobesa, «de un verdadero mosaico de intertextualidad, de una urdimbre de referencias cultas en fragmentos breves y luminosos a lo antiguo y ancestral».
Difícil dilucidar un pensador contemporáneo que se haya apropiado tanto de lo extratextual. Lejos de rendirse a la confesión, su estrategia nos permite construir una suerte de biografía literaria, ensayada sobre la página, determinada en la existencia. La cadencia humana que ésta captura, sin embargo, no es solamente verbal. A través de realizaciones de complejidad, artefactos sobre la pérdida y el dolor, que abarcan una verdad universal, habita la obra del Premio Andalucía de las Letras 2002 en la borrosa frontera entre los hechos y la ficción. Irreverente, supone un conjunto de reflexiones unidas por una peripecia común, elegíaca muestra de que la historia continúa. Leerla implica saltos atléticos de imaginación colectiva: mutables estados de ánimo, luz y ubicación. Plenos de ecos y timbres, mundos en sí mismos, que se resisten al etiquetado.
José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor, entre otras obras, de los poemarios Resurrecciones (2011), (Mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012), que conforman la trilogía El corazón el hueco, primera sección a su vez del proyecto Poesía (qué si no). El primer libro de la segunda sección, Un mínimo de racionalidad, un máximo de esperanza salió publicado en 2015. Romero Barea también es autor de la trilogía narrativa Interrupciones, formada por Hilados coreografiados (2012), Haia (2015) y Oblicuidades (2016), y ha traducido los poemarios Spanish sketchbook, de Curtis Bauer (España en dibujos, 2012); Disarmed, de Jeffrey Thomson (Inermes, 2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología poética (2014). Además, colabora con reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (Babelia), Le Monde Diplomatique, La Vanguardia (Revista de Letras), Claves de Razón Práctica, Ábaco, Quaderni Iberoamericani, Quimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015) incluyen una amplia selección de su obra crítica.
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