Antonin Artaud: repulsiones espantables de lo innominado
/por José de María Romero Barea/
Uno de los placeres de la no ficción consiste en asistir a la génesis del pensamiento. No todos los sistemas filosóficos se desarrollan en las bibliotecas o en las salas de conferencias: algunos (los mejores) tienen lugar en el desorden de la existencia: «El país de los tarahumara está lleno de signos», sostiene el pensador protosurrealista; «formas, efigies naturales que en modo alguno parecen nacidas del azar, como si los dioses […] hubiesen querido significar sus poderes en esas extrañas firmas». La inquieta prosa refleja la agitada biografía de su creador. El psiquiátrico collage presupone formas de expresión donde las palabras se elevan por encima de lo establecido para penetrar lo inaudito.
«¿Qué es lo que se les ha transmitido —prosigue— que no va incluido en el aparato exterior del rito y que ni los penetrantes gritos del bailarín ni su danza […] pueden bastar para explicar?». En el ensayo Los tarahumara (Pepitas de Calabaza, 2018. Traducción de Carlos Manzano), el ingobernable inconsciente se despliega en un discurso no premeditado, donde los insospechados patrones se revelan en un recuento aparentemente aleatorio. A través de la desorganización, el dramaturgo, novelista, director escénico y actor francés Antonin Artaud (Marsella, 1896-París, 1948), no escribe: ensambla. Su dionisíaca taquigrafía rompe los tabúes para llegar a nosotros, los desalmados lectores, tecnológicamente racionales.
Entre comienzos falsos y giros erróneos, se rechazan restricciones ajenas, se establecen fetiches propios. Para lograr la autoexpresión desinhibida, se abole la muda, estéril y despiadada visión posthumana, incurriendo en una inspirada locura quijotesca que nos libera: «En el país de los tarahumara las más increíbles leyendas brindan pruebas de su realidad […] No podemos dudar que hemos llegado a uno de los puntos neurálgicos de la Tierra donde la vida mostró sus primeros efectos». A través de la guía subversiva, llegamos a la experiencia indígena, en datos no interpretables. Impenetrable, el ataque verbal nos vigoriza, la demolición de las formas aprovecha sus compulsiones, los razonamientos son, en esencia, obsesión, ingobernable, extrema.
El exégeta de El teatro y su doble (1938) junta fragmentos, establece argumentos, arma controversias. Detrás del juego irónico, suplica en favor de la creatividad, apuesta por la revitalización del idioma: «Nadie mira: ni quien da ni quien recibe. Después de haber comido, el mendigo se va sin dar las gracias ni mirar a nadie». En Los tarahumara, el deseo evoca la melancolía del desorden, la suspensión de la lógica a la que aspira todo sentimiento. La mezcla de belleza y disgusto alienta experiencias desestabilizadoras. El antídoto defenestra gramáticas preconcebidas, desestructura puntuaciones, desordena ideas, nos emociona, nos intimida con su agitación continua, enredada, contradictoria.
Las innovaciones en perspectiva y técnica del creador del Teatro de la Crueldad todavía deslumbran (y desconciertan). Se sabe que Artaud fue, sobre todo, un poeta: «De lo que es el Yo, yo no sé nada. ¿La consciencia? Una repulsión espantable de lo innominado, del mal urdido, pues el YO viene cuando el corazón lo ha anudado, lo ha elegido, lo ha sacado fuera, a través de la eterna supuración de lo horrible». Difícil separar al vulnerable autor de su incertidumbre. Proscritas, las reglas para escribir ensayos: a través del incidente, de lo específico, como en un manuscrito perdido, el accidente inmortal que nos reconfigura.
Los tarahumara
Antonin Artaud
Pepitas de Calabaza, 2018
160 páginas
16,50€
José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor, entre otras obras, de los poemarios Resurrecciones (2011), (Mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012), que conforman la trilogía El corazón el hueco, primera sección a su vez del proyecto Poesía (qué si no). El primer libro de la segunda sección, Un mínimo de racionalidad, un máximo de esperanza salió publicado en 2015. Romero Barea también es autor de la trilogía narrativa Interrupciones, formada por Hilados coreografiados (2012), Haia (2015) y Oblicuidades (2016), y ha traducido los poemarios Spanish sketchbook, de Curtis Bauer (España en dibujos, 2012); Disarmed, de Jeffrey Thomson (Inermes, 2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología poética (2014). Además, colabora con reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (Babelia), Le Monde Diplomatique, La Vanguardia (Revista de Letras), Claves de Razón Práctica, Ábaco, Quaderni Iberoamericani, Quimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015) incluyen una amplia selección de su obra crítica.
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