Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018), ed. de Luis Alberto Ambroggio
/una reseña de Carlos Alcorta/

Luis Alberto Ambroggio, nacido en Córdoba (Argentina) en 1945, tiene tras de sí una abundante obra poética (también frecuenta el ensayo, la narración y la traducción), reconocida con importantes galardones, como el International Latino Best Book Award por su libro La arqueología del viento (Vaso Roto, 2011). Su último libro publicado en nuestro país ha sido Principios póstumos (Calambur, 2018), que recoge dos títulos, los cuales, tal y como escribe el propio poeta, están «dentro de los vientos whitmanianos y vallejianos que han agitado mi vida». Es, además, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, de la RAE y del Pen y un perfecto conocedor de la poesía norteamericana contemporánea, como demuestra en la edición de este libro imprescindible, Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018). Un privilegio que el poeta Robert Pinsky —él mismo poeta laureado entre los años 1997 y 2000— matiza: «El título oficial completo es “Poeta laureado Consultor de Poesía para la Biblioteca del Congreso”». Pero, ¿qué es exactamente un poeta laureado y que funciones de obligado cumplimiento exige dicho nombramiento? Pues, según Ambroggio, es un poeta que elige el gobierno de turno «para ser reconocido como representante nacional y de quien se espera que componga poemas para acontecimientos de Estado y otras circunstancias gubernamentales». Sin embargo, esta tradición, vigente en algunos países, para evitar la connotación imperial, sufrió en Estados Unidos ciertas modificaciones. Así, fue la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la que «optó por nombrar desde 1937 a un Consultor oficial de Poesía […] Luego, en 1985, el Congreso adoptó una ley en la que se cambiaba el nombre del cargo al de Poeta Laureado Consultor de Poesía para la Biblioteca del Congreso».
Toda antología posee un relato que justifica sus propuestas, con las que se puede o no estar de acuerdo, pero, en este caso, no hay lugar para las controversias: todos los antologados han sido poetas laureados. Otra cosa es si dichos nombramientos fueron en su momento los más acertados (han quedado fuera de esta selección, como el mismo Ambroggio escribe, «poetas distinguidísimos como Wallace Stevens, Marianne Moore o W. H. Auden» junto a otros como John Ashbery, James Mirrell, Sharon Olds o Ann Carson, aunque, en el caso de estas dos últimas, aún pueden optar a dicho cargo por estar, afortunadamente, en pleno proceso creativo), pero ese debate queda fuera de las modestas pretensiones de este comentario. Lo que no alberga ninguna duda es la altísima calidad de los poetas seleccionados —no son pocos los que han sido agraciados también con el Premio Pulitzer— y la ocasión que nos brinda la lectura de sus poemas (a muchos hemos tenido la oportunidad de leerlos en español anteriormente; de otros, sin embargo, no sabíamos prácticamente nada) de hacernos una idea fundada del devenir de la poesía norteamericana en los últimos ochenta años, una poesía de cuya frescura y variedad no podemos más que hacer elogios.
La presente antología recoge a los cuarenta y ocho poetas laureados por orden de acceso al cargo, desde el primero, Joseph Auslander, y hasta el último, Juan Felipe Herrera, poeta que ostenta el cargo actualmente. Se nos ofrece de cada uno de ellos una no muy extensa, pero excelentemente documentada biografía que enriquece la lectura y facilita el conocimiento de aquellos poetas de los que apenas teníamos referencias. A esto hay que añadir que en el prólogo Luis Alberto Ambroggio hace un breve análisis crítico de los poetas del que extraemos algunas conclusiones. No todos los poetas se dedicaron con un esfuerzo análogo a conciliar su propia creación con la tarea que lleva aparejada dicha encomienda: «construir en nuestra Biblioteca Nacional para el Pueblo de Estados Unidos un santuario permanente para los manuscritos y objetos de interés de los poetas de nuestro idioma». Unos, como William Carlos Williams, apenas pudieron ejercer el cargo por problemas de salud (algo similar le ocurrió a Robert Stuart Fitzgerald) y las «acusaciones de ser comunista». El trabajo de Robert Lowell, por ejemplo, se califica de insulso; sin embargo su sucesora, Léonie Adams, dedicó a él «todo su tiempo. Inauguró en 1948 la tradición de realizar en la Biblioteca del Congreso el evento formal de una lectura poética como toma de posesión del cargo». Y Elisabeth Bishop, la octava consultora «trabajó arduamente […] para enriquecer el Archivo de las Grabaciones de Poesía de la Biblioteca, dando los recitales obligatorios y presidiendo la organización de las diferentes celebraciones que esta institución llevó a cabo. Esta dedicación y esas actividades afectaron incluso a su salud y a su entrega a la escritura». Nos llaman también la atención las enormes diferencias de edad a la que son elegidos algunos de los poetas. Por ejemplo, Lowell es nombrado cuando contaba veintinueve años y desempeña el cargo varios años antes de que fuera elegido Robert Frost, que lo ejerció cumplidos los ochenta y cuatro, una década después de que lo hiciera Lowell. Otra circunstancia llamativa es que algunos poetas repiten en el cargo, como Reed Whittemore o Robert Penn Waren, algo que nos obliga a preguntaros con mayor insistencia acerca de quiénes son los miembros del jurado que votan las candidaturas para la elección del laureado y cuáles son los criterios de selección.
En cualquier caso, esta Antología de poetas laureados estadounidenses reúne, como hemos dicho, una amplia nómina de excelentes poetas (nombrarlos a todos no es posible, pero a los ya mencionados, añadimos, a modo de ejemplo, los nombres de Stephen Spender, Mark Strand, Louise Glück, Ted Kooser, Tracy K. Smith, Philip Levine, Natasha Trethewey, Charles Wtight, Donald Hall, Charles Simic, Robert Hass, Rita Dove o Billy Collins), que, con sus múltiples registros, nos permiten formarnos una opinión fundada sobre la poesía norteamericana contemporánea, una poesía que ejerce gran influencia en la poesía española más reciente. La tarea de traducir voces tan diferentes no ha podido ser fácil, por eso debemos encomiar la labor de Luis Alberto Ambroggio, que ha traducido la mayor parte de los poemas para la ocasión. Por pura lógica editorial, la muestra de cada poeta no es tan amplia como nos hubiera gustado, pero, como decimos, resulta del todo comprensible. No queremos terminar este comentario sin hacer un leve reparo: se echa en falta la datación de los poemas así como la referencia al libro del autor al cual pertenecen. Estos datos permiten al lector apreciar con mayor precisión la evolución interna de cada poeta y de la propia poesía del país (varios de estos poetas sirvieron en la segunda guerra mundial, por ejemplo, algo que, inevitablemente, influyó en su poesía). En todo caso, esta es una leve crítica que en absoluto empaña las extraordinarias sensaciones que la lectura de tantos magníficos poemas nos depara.
Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018)
Luis Alberto Ambroggio (ed.)
Vaso Roto, 2019
558 páginas
26,05€
Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como Clarín, Arte y Parte, Turia, Paraíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel Puente, Marcelo Fuentes, Rafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.
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