Panteón de ilustres

Pedro Luis Menéndez escribe sobre la perversa costumbre creciente de incluir la probidad moral de los autores en los juicios sobre obras de arte.

/ De rerum natura / Pedro Luis Menéndez /

Aunque ya he tratado temas tangenciales en más ocasiones, no acabo de entender muy bien la pureza ética y moral que en nuestros días se exige a determinados representantes del mundo de la cultura, y cómo sus faltas, o incluso sus delitos, son ferozmente amplificados en la plaza pública, no en nombre de la justicia sino en el de la exposición permanente de memoriales de agravios que los justicieros hacen propios. Tampoco sé muy bien en qué momento del proceso me he perdido, porque ¿cuándo y quién ha decidido que los delincuentes (la RAE define delito como «culpa, quebrantamiento de la ley») no puedan ser grandes artistas? ¿En qué momento el peso de una ética mudable y acomodaticia sirve para calificar la producción artística y a los artistas que la producen?

En esa identificación infantil entre la persona y el personaje, leo y escucho —a mi edad, ya sin estupor— anulaciones de contratos de conciertos, censura o retirada de publicaciones, linchamientos públicos con o sin sentencias judiciales, rencores acumulados que se vierten sin medida, resentimientos que encuentran cauces poderosos de expresión y que se multiplican (como los tamtanes de la selva) a través de un mantra de odio y no como reparación social de la culpa.

¿Qué podría pensar de todo esto alguien como Concepción Arenal cuando proclamaba —mientras recorría cárceles de mujeres— aquello de «odia el delito y compadece al delincuente»? A veces me pregunto si tendría voz Concepción Arenal en el pensamiento contemporáneo o viviría en un ostracismo más o menos manifiesto, marginada sin que parezca que lo está, a causa de sus creencias religiosas, por los unos y por los otros, es decir, por las unas y por las otras.

En una sociedad en que la ideología es las más de las veces también un postureo sin compromiso real, y la indignación disfraza su afán de ser sólo un instrumento para acceder al poder, manipulando las emociones de seguidores y votantes, se enaltecen las virtudes de tal o cual delincuente que, desde la cárcel, publica un libro o se convierte en artista plástico, o compone música, o hace teatro, radio o cine. Cuando ocurre tal cosa, la sociedad se congratula de ello, ensalza sus figuras y hace como que cree en la redención moral de esas personas.

Un caso paradigmático de hasta dónde puede llegar el postureo en que nos hemos instalado como sociedad es el de Jeremy Meeks, «el preso más guapo del mundo» (sólo pensar qué ocurriría si se tratara de una mujer me da escalofríos). En el año 2014 fue detenido en California por posesión ilegal de armas y pertenencia a banda armada. Salió de prisión en 2016 y cuenta con más de millón y medio de seguidores en su cuenta de Instagram. Tal como reflejaba el diario El País en 2017,

«fue la moda, siempre a la caza del exotismo más difícil todavía, quien realmente le dio el empujón definitivo. Dos meses después de salir de prisión (en marzo de 2016) ya desfiló promocionando material del equipo de baloncesto Golden State Warriors. Y en febrero de este año debutaba en la Semana de la Moda de Nueva York desfilando para Philipp Plein. El diseñador le daba la oportunidad sobre la pasarela y la exdirectora de Vogue Francia, Carine Roitfeld, lo bautizaba definitivamente para el universo del front row posando con él en su cuenta de Instagram».

Así las cosas, por el asco que me produce la moralina que ni siquiera sabe que lo es, quiero proponerles en este artículo un juego de adivinanzas sobre escritores, en estos tiempos de confinamiento en los que quizás les sobren horas y no sepan qué hacer con ellas, aparte de recordar que están viviendo su única vida. La única pista que les doy es que la lista no sigue un orden temporal, que es más o menos lo mismo que decir que no les doy pistas. ¿Se animan ustedes?

1. ¿Quién fue clérigo sin demasiada vocación, que sólo deseaba conseguir alguna prebenda que le permitiera dedicarse a lo que de verdad le importaba, que era la escritura?

2. ¿Quién se fugó de la cárcel y escribió algunos (pocos) de los mejores poemas de la historia de la literatura?

3. ¿Quién mató a su madre y se convirtió en novelista de éxito?

4. ¿Quién fue un obsesionado por el pecado y la teología que triunfó en el teatro, y que en su juventud fue excomulgado?

5. ¿Quién fue un matón misógino que escribió los mejores poemas de amor de la literatura en castellano?

6. ¿Quién fue un mujeriego impenitente, hasta en sus años de sacerdocio, que triunfó en todo, y a cuyo cortejo fúnebre acudió todo Madrid?

7. ¿Quién coqueteó con las dictaduras de Videla y Pinochet?

8. ¿Quién abandonó a su hija discapacitada?

9. ¿Quién fue putero y comió langosta con algún dictador caribeño?

10. ¿Quién fue censor, putero y se casó por conveniencia? (Sólo vale un nombre, no hagan ustedes trampa).

11. ¿Quién traficó con esclavos?

12. ¿Quién fue alcohólico y drogadicto y reinventó la poesía moderna? (Insisto, sólo vale un nombre).

13. ¿Quién cumplió dos años de cárcel por pegarle un tiro a su amigo y amante?

14. Y, sobre todo, ¿quién fue un militarote orgulloso de matar moros, encarcelado por delitos fiscales, y al que sus contemporáneos consideraban un escritorcillo de segunda o tercera división?

PD- Pueden ustedes confeccionar su propia lista con otros escritores y escritoras, cantantes, actores y actrices, directores y directoras, o lo que se les ocurra.

[EN PORTADA: Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), uno de los grandes escritores franceses; figura, sin embargo, envuelta en la controversia debido a sus panfletos antisemitas y sus simpatías fascistas]


Pedro Luis Menéndez (Gijón [Asturias], 1958) es licenciado en filología hispánica y profesor. Ha publicado los poemarios Horas sobre el río (1978), Escritura del sacrificio (1983), «Pasión del laberinto» en Libro del bosque (1984), «Navegación indemne» en Poesía en Asturias 2 (1984), Canto de los sacerdotes de Noega (1985), «La conciencia del fuego» en TetrAgonía (1986), Cuatro Cantos (2016), la novela Más allá hay dragones (2016), y el libro de prosas cortas Postales desde el balcón (2018). Recientemente ha dado a la luz en Trea el libro de poemas La vida menguante (2019). Desde 2017 mantiene una sección semanal sobre poesía y cuentos en el programa La buena tarde de la Radio del Principado de Asturias.

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