/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /
Sé que corren malos tiempos para el laicismo y el pensamiento ilustrado. A pesar de ello, me ha sorprendido la noticia de que el museo de Santa Sofía vuelva a convertirse en mezquita islámica. He visitado en diversas ocasiones Estambul y, en los últimos tiempos, había observado ya algunos cambios en los equipamientos culturales. Así, frente a las viejas y maltratadas murallas de Constantinopla se ha construido un Panorama audiovisual que, con el más puro estilo patriótico, muestra la caída de la ciudad en manos de Mehmet II; un circo mediático con iconografía, sonido y luz, pensado para emocionar a la gente viendo cómo los defensores cristianos son vencidos por la Media Luna. Está destinado al consumo interno —creo que van pocos extranjeros a visitarlo—, pero muestra muy claramente la orientación de la política cultural del Gobierno turco.
La reversión de un museo en mezquita es una decisión seguramente muy meditada. Nada tiene que ver con políticas culturales, sino con claves internas: Ankara pretende minimizar el legado de Kemal Atatürk, creador de la Turquía moderna, y la consagración de Santa Sofía es una concesión política al ala más dura de su partido en una ciudad, Estambul, que no le resulta simpática, ni favorable en votos.
No quisiera hacer un elogio de Atatürk: su actuación como mandatario dejó mucho que desear, y ahí está el pueblo armenio —o lo que queda de él— para atestiguarlo. Pero también es cierto que reformó el Ejército, las escuelas, la escritura e incluso la indumentaria de la gente. Bien sé que elogiar estas cuestiones es una apreciación muy occidental, pero también que, gracias a esto, un país medieval se transformó en uno que caminaba hacia la modernidad.
A veces, a la vista de la actuación del Gobierno turco actual, uno piensa que lo que se pretende es el restablecimiento del antiguo Imperio otomano, que, al igual que el imperialismo británico o francés, no dejó precisamente una buena memoria en una gran parte del Próximo Oriente ni en el norte de África. En todo caso, evoca en Turquía nostalgias de una edad de grandeza que ya no volverá. Cuando hoy, en todo el mundo, el integrismo religioso desplaza a veces incluso la visión científica del Cosmos, la reversión de un museo en mezquita no extraña: forma parte de la demagogia populista que tanto abunda no sólo en los países con sistemas democráticos débiles, sino también en aquéllos con democracias consolidadas, como Estados Unidos o Gran Bretaña.
Sin embargo, al nuevo sultán turco no se le ha ocurrido todavía volver al antiguo alfabeto árabe, ni tampoco prohibir la indumentaria occidental, ni restablecer el cuerpo de los jenízaros, ni reintroducir mujeres en el harén. Tan sólo ha tocado Hagia Sophia, como símbolo de lo que pretende hacer. Desde ahora, para entrar en este lugar, habrá que descalzarse, las mujeres deberán ir cubiertas con velo, habrá que respetar las normas usuales de indumentaria en lugares islámicos, no podrán actuar los guías turísticos no acreditados por los líderes religiosos, puede que mujeres y hombres tengan espacios segregados e incluso se prohibirá la visita en horas de culto.
A la vista de todo esto, cuando de nuevo visite este lugar —que para mí ha sido siempre sagrado—, meditaré, en un extraño retorno hacia el Medievo y viendo a mis compañeras veladas y segregadas, sobre lo que el Sagrado Corán dice respecto de las mujeres; recordaré que en la primera época del islam —cuando Mehmet II estableció una mezquita sobre el templo de Justiniano y Teodora—, y en especial a lo largo de la Edad Media, la mujer era considerada inferior al hombre y en absoluto gozaba de igualdad. Recordaré especialmente que esta inferioridad se desplegaba tanto en el plano social como en el sexual, el jurídico, el económico o el teológico; que, de alguna manera, a las mujeres se les aplicaba un esquema de dominación análogo al establecido sobre los no musulmanes, consideradas como tierra de la que toma posesión el macho. La relación sexual se presentaba siempre unilateralmente, desde el lado del varón. En la sura coránica de «La vaca» se lee a este respecto que «los hombres están un grado por encima de ellas» (2: 228); y en la sura sobre las mujeres se puede leer que«los hombres están a cargo de las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos sobre otros y en virtud de los que en ellas gastan de sus riquezas. La habrá que sean rectas, obedientes y guarden, cuando no las vean, aquello que Alá manda guardar. Pero aquellas cuya rebeldía temáis, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadles; pero si obedecen, no busquéis ningún medio contra ellas» (4: 34).
En algunas suras del Corán se percibía también una cierta inferioridad de la mujer desde el punto de vista teológico. En efecto, siguiendo el relato bíblico de Adán y Eva que el Corán adopta, la mujer fue creada en función del varón, «para que no esté solo»; es decir, Eva fue creada para satisfacer al varón, y de aquí arranca una concepción de subordinación de ella con respecto a él. En la sura al-A’raf se dice que «es él quien os creó a partir de un solo ser del que hizo su pareja para que encontrara [el varón] sosiego e intimidad en ella» (7: 189).
Además, a la mujer se la consideraba un ser impuro, y era preciso que se purificase, ya que, si no, tenía muchas limitaciones. Mahoma establece que: «Te preguntan sobre la menstruación. Di, es una impureza. Así pues, absteneos de las mujeres mientras dure y no vayáis a ellas hasta que no estén puras. Y una vez que se hayan purificado id a ellas por donde Alá os manda» (2: 222). Incluso si se ha tocado a una mujer antes de ir al rezo hay que purificarse: «No os acerquéis al rezo ebrios… ni impuros, hasta que os lavéis. […] Si habéis tocado a las mujeres y no encontráis agua, buscad arena limpia y frotaos con ella la cara y las manos» (4: 43). Esta idea se repite en otras suras como, por ejemplo, en «La mesa servida», donde se dice de nuevo: «¡Creyentes! Cuando os levantéis para el rezo, lavaos la cara y los brazos hasta el codo, pasad las manos por la cabeza y lavaos los pies hasta el tobillo. Si estáis en estado de impureza, purificaos. […] Si habéis tocado a las mujeres y no encontráis agua, buscad arena limpia y frotaos con ella la cara y las manos» (5: 6). Así pues, la inferioridad de la mujer con respecto al hombre aparece algunas veces como algo casi natural: no es lo mismo dar a luz a una hembra que a un varón (3: 36).
L la mujer siempre está subordinada al varón en toda relación sexual; el matrimonio confiere al marido un derecho en exclusiva sobre el sexo de la esposa, la cual ha de estar dispuesta a ofrecérselo cuando él lo requiera. Esta idea se expresa en diversas suras, como cuando se afirma que «vuestras mujeres son un campo de labor para vosotros. Id a vuestro campo como queráis» (2: 223).
Finalmente, hay una constante en el Corán sobre la desigualdad sexual en el Paraíso, que se concibe casi siempre como un paraíso para los hombres, que hallarán «en los jardines del Edén las vírgenes de mirada baja», o bien «huríes siempre vírgenes», o «doncellas de senos redondos».
Ahora, visto el decreto que retorna el museo a la Edad Media, habrá que preguntar al nuevo Sultán de Turquía si estas interpretaciones del Corán están de nuevo vigentes o bien habrá que consultar cómo se interpretará a partir de ahora.

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
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