/ una reseña de José Luis Gómez Toré /
Vida económica de Tomi Sánchez es la primera novela de Javier Sáez de Ibarra. Sin embargo, no estamos en absoluto ante un autor novel, ya que el escritor había mostrado de sobra sus habilidades narrativas en relatos breves como los que se recogen en Mirar al agua (I Premio Internacional Ribera del Duero) o Bulevar (Premio Setenil 2014 al mejor libro de relatos de ese año). Cualquiera que se haya acercado con anterioridad a la obra de Sáez de Ibarra sabe que va a encontrarse con un narrador que domina el oficio (lo cual no es poco), pero que no se contenta con eso. En los títulos mencionados (o en otros como El lector de Spinoza o Fantasía lumpen) es de agradecer la huida de cualquier fórmula, recetario o decálogo de cuentista. Por el contrario, resulta evidente un saludable deseo de explorar territorios nuevos e incluso voces narrativas y perspectivas muy diversas. Algo semejante puede decirse de este libro, cuyo mismo título (con esa provocadora referencia a la economía) es ya una declaración de intenciones. En efecto, frente a tantas novelas en las que los protagonistas parecen vivir al margen del dinero, la existencia de Tomi vuelve una y otra vez, a su pesar, a cuestiones tan prosaicas como ganarse la vida. Lo que afirma uno de los jefes de Tomi («Usted separe el trabajo de todas las demás cosas de su vida, verá que funciona a las mil maravillas») es precisamente lo que no puede hacer Sánchez, y lo que no podemos hacer ninguno de nosotros (por más que ciertos libros, películas, series… se empeñen en que así sea). El título recuerda en parte al de las novelas picarescas, y, si bien no puede decirse que Tomi sea un pícaro (aunque sí, en cierto modo, un antihéroe), hay en su peregrinar entre distintos trabajos, ocupaciones, parejas… un desajuste con el entorno social, como en las narraciones picarescas clásicas (no falta algún guiño intertextual paródico al Lazarillo: «Yo, que procuré arrimarme a los buenos», nos dice Tomi mientras espera a ser atendido en una entidad financiera). Con todo, ese nombre propio del título parece a ratos una pista falsa, si no fuera porque sospechamos que está puesto con toda la intención: en efecto, Tomi resulta ser un protagonista muy atípico, puesto que, si bien todos los personajes y situaciones acaban teniendo un vínculo con él, lo cierto es que la novela escora a menudo hacia lo coral. Y ello tal vez porque una presencia demasiado marcada acabaría por desdibujar la conciencia de lo que tal vez es una de las lecciones de la novela: la dificultad de ser protagonistas de nuestra propia vida y la importancia de los vínculos que nos unen a los otros, sin los cuales el yo parece diluirse.
Con ternura y también con sarcasmo, con una imaginación que no renuncia a lo fantástico, a menudo con notable lirismo y siempre con mucho humor, Sáez de Ibarra logra darnos su visión muy personal pero fácilmente compartible de un mundo que es el nuestro. Y, no obstante, pese a lo que podría esperarse de una novela tan política (en el mejor sentido del término), el autor evita el marco del realismo más convencional, tal vez porque, como dice uno de los personajes, «la realidad es el género literario del poder». La voluntad de esquivar un realismo demasiado estrecho parece solidaria del empeño, no menos notable, de no incurrir en lo que podríamos llamar trucos de narrador. Me refiero fundamentalmente a uno de los aspectos que más llaman la atención del libro: su carácter episódico, que en ocasiones parece prescindir de cualquier orden evidente, desde luego del cronológico. Hay quien explicaría dicha estructura, remitiendo a la propia carrera literaria de un escritor como Sáez de Ibarra, habituado a la escritura de relatos breves. No hay que olvidar, por otra parte, que una primera versión de este libro se publicó por entregas en formato digital. Sin embargo, ambas explicaciones son insuficientes (y más si se utiliza la primera como una forma de reproche, más o menos encubierto). Entre otras cosas, porque estamos muy lejos de una novela por entregas en sentido clásico (y de sus herederas en el mundo actual, las omnipresentes series de televisión): el autor renuncia, por lo general, a recursos tan manidos, pero a menudo tan eficaces, como el juego entre clímax-anticlímax o la anagnórisis. El narrador no quiere atrapar al lector en una calle de dirección única y llevarle, mediante una trama absorbente, hacia un lugar determinado, sino que estamos más bien ante una obra que reclama a un lector activo, crítico, que sea capaz de identificarse con personajes como Tomi, pero también mirar con cierta distancia lo narrado. Sin necesidad de forzar la analogía, el mencionado carácter episódico me ha recordado al teatro épico de Brecht, quien usa también esa ruptura con los trucos de prestidigitador de la mímesis aristotélica para obligar a pensar al espectador, no para seducirle. Obviamente, no se trata de leer Vida económica de Tomi Sánchez como una novela brechtiana, pero sí de apreciar cómo la propia estructura de la novela participa en esa sensación de que la vida no es una narración clásica, que va con voluntad firme del planteamiento y desenlace, sino una corriente que se divide en múltiples afluentes, que se desvía en meandros y zonas pantanosas y que incluso se vuelve una corriente subterránea para reaparecer (o no). La novela ya hace mucho tiempo que no puede ser un espejo en el camino, como quería Stendhal, sino acaso un laberinto de espejos, en buena medida porque (volviendo a la cuestión del realismo), solo percatándose de lo irreal que parece a veces la existencia, puede surgir la necesidad de cambiarla. En este libro, lo personal es político, pero lo político —y lo económico— parece tener un interés personal en apropiarse de los individuos, de su mundo emocional, de sus relaciones y expectativas vitales. A través de Tomi, sus parejas, sus hijos, sus amigos, sentimos lo frágil y a la vez lo fuerte que puede ser la red de afectos que tejemos, la dificultad de contar nuestra historia en un mundo como el nuestro, cada vez más atomizado, cada vez más presa del instante. Que la novela comience con la pérdida del brazo del protagonista quizá no sea casual, puesto que, sin dramatismo, el libro refleja lo deshilachado, lo mutilado de nuestra irreal realidad. Vida económica de Tomi Sánchez es una novela de mucho peso y, sin embargo, contada con una levedad sorprendente: la levedad de lo poético, de lo humorístico, de una comicidad que vuelve del revés lo que parece evidente y no debería nunca serlo.

Javier Sáez de Ibarra
La Navaja Suiza, 2020
416 páginas
19,90€

José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973) es poeta, dramaturgo y ensayista. Su obra crítica y ensayística está integrada por varios títulos, entre los que destacan La mirada elegíaca: el espacio y la memoria en la poesía de Francisco Brines (2002), Pedro Salinas (2009), El roble de Goethe en Buchenwald (2015), Extramuros (2018) y María Zambrano: el centro oscuro de la llama (2020). Ha publicado los poemarios Se oyen pájaros (2003), He heredado la noche (2003), Fragmentos de un cantar de gesta (2007), Claroscuro del bosque (2011, en colaboración con la artista Marta Azparren), Un corte que no sangra (2015), Hotel Europa (2017) y la antología Llamarse nadie (2019).
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