/ Crónicas ausetanas / Xavier Tornafoch /
Sobre la antigüedad romana se han escrito innumerables textos, incluso se han rodado centenares, quizás miles de películas. Los espectáculos de gladiadores, las carreras de cuádrigas, las grandes batallas, han atraído la atención del gran público sobre esa civilización. Sin embargo, son menos los que nos han hablado de la cotidianidad de la sociedad romana, de sus valores, sus esperanzas y sus miserias. Una investigadora inglesa, Mary Beard, ha estudiado desde la academia las características de la vida diaria de los romanos, e incluso ha elaborado documentales que han contribuido a la difusión de una verdad histórica que estaba escondida bajo los escombros de los yacimientos arqueológicos. Ahora bien, uno de los primeros en divulgar la historia de Roma fue el incombustible periodista florentino Indro Montanelli.
La de Montanelli es una aportación muy importante, porque parte de la lectura crítica de los clásicos con la voluntad de acercar el pasado romano al gran público. De hecho, la obra que consagra ese objetivo fue publicada en Italia en 1957 con un título muy elocuente: Storia di Roma: narrata da Indro Montanelli ai ragazzi dai nove ai novant’anni («Historia de Roma. Explicada por Indro Montanelli a los chicos de nueve a noventa años»). En España se editó en 1959 con una tapa más clásica: Historia de Roma. En cualquier caso, lo interesante de la obra de Montanelli, de la que aún se hacen reediciones, es la manera en que se retrata a los grandes personajes y a la propia sociedad romana. Ahí aparecen hombres, y mujeres, de carne y hueso. Algunos son inteligentes y valientes, los otros cobardes y miserables. Muchos son crueles, unos pocos piadosos. También hay espacio para la frivolidad, de la que hacen gala mitos históricos como el propio Julio César. Aparecen en el texto las luchas de las mujeres para tener voz y voto en una sociedad estrictamente patriarcal, como la mayoría de las que han existido, y los conflictos de clase, los problemas económicos, las crisis y los periodos de crecimiento. La usura, la corrupción y el nepotismo. Capítulo aparte merecen las luchas por el poder, que a menudo se resuelven con guerras o asesinatos multitudinarios. Sorprende comprobar que Roma, surgida como gran potencia, de una pequeña aldea al lado del río Tíber, se convierte en poco tiempo en una urbe multiétnica, en la que se hablan muchas lenguas y se adoran a muchos dioses. Sin embargo, al contrario de lo que cierta mitología histórica ha insistido en difundir, se demuestra que ni los cristianos ni los judíos fueron especialmente perseguidos por sus creencias, aunque Nerón, en unas circunstancias muy determinadas, hizo desparecer a unos cuantos. En general, las autoridades romanas permitían la incorporación de religiosidades y costumbres extranjeras siempre que no pusieran en cuestión el statu quo vigente, más o menos como sucede hoy en día en las sociedades modernas, en las que todo, o casi todo, está permitido excepto poner en riesgo el poder del stablishment.
El papel del ejército, las famosas legiones romanas, también merece una reflexión, ya que lo que empezó siendo una milicia a la que todos los varones, empezando por los de clase alta, debían servir durante diez años, acabó siendo una fuerza de ocupación formada casi íntegramente por extranjeros. No sería exactamente un ejército mercenario, porque la mayoría de los soldados y oficiales servían a Roma con una devoción que iba más allá de la paga y el botín a que tenían derecho. Quizás se trataba del orgullo de formar parte del mejor ejército del mundo en aquellos momentos. Sea como fuere, la milicia romana forjó a muchos de los que más tarde serían senadores, cónsules y emperadores. Un trampolín desde el que alcanzar la gloria y el poder. A medida que se ampliaban los limes del imperio y las legiones acaparaban poder y prestigio, el intervencionismo político de los generales fue in cescendo y favoreció la progresiva degradación de la política romana. Una tendencia que se agravó con la aparición de los cuerpos pretorianos, que servían exclusivamente al emperador, una especie de SS avant la lettre, ya que al final se convirtieron en un factor de desestabilización de primer orden, porque eran ellos los que ponían y sacaban emperadores. Según los especialistas, la táctica guerrera de los romanos, así como su armamento y su flota naval, fueron decisivos para afianzar su imperio. Montanelli, se limita a constatar que la pequeña Roma de los primeros tiempos no tenía flota de guerra, que la construyó apresuradamente, pero que lo hizo tan bien que fue capaz de vencer a los mucho más experimentados cartagineses, a los que destruyeron completamente.
Algunas curiosidades de esa civilización, a la que tanto se apela, a menudo desde el desconocimiento, y que nos desvela el escritor florentino, son la práctica muy extendida del infanticidio, el aborto y el divorcio. También la consideración de la homosexualidad como una practica casi cultural, en determinados periodos de la historia romana, de la que hacían gala, incluso públicamente, laureados generales del ejército. La afición de los adinerados de la gran urbe itálica de mandar a sus vástagos a formarse a Grecia, al lado de filósofos y oradores, o lo habitual de los viajes que hoy en día llamaríamos mochileros es decir embarcarse en naves de carga que navegaban por el Mediterráneo con la única finalidad de conocer mundo. Al final, ese gran imperio sucumbió por el empuje de los pueblos de más allá del limes, que un día se plantaron ante Roma y la saquearon. Por cierto, el último emperador romano se llamaba igual que uno de los fundadores de la ciudad: Rómulo Augústulo. Según Indro Montanelli, la decadencia, y desaparición final de la Roma clásica, no fue culpa de los temidos bárbaros, fue la causa directa de los errores de los propios romanos. Queda dicho.

Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931). Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educación y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y local, como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos.
Sé que el comentario tiene poco que ver con el texto, pero en nombre de la legalidad, hasta ahora, tras el nombre del articulista viene, Gironella ( Cataluña), falta a todas luces, Gerona, España. Gracias