El runrún interior

El runrún interior (34)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre la escalada de tensión en Ucrania o dos célebres momentos del antiguo programa 'El diario de Patricia'.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior: un dietario (33)

Martes, 18/1/2022. L., un tío abuelo de R., a quien yo no conocí, acumuló leña durante años en un cobertizo; leños cortos y delgados, que cortaba en sus ratos libres, y que se convirtieron en un rimero gigantesco, que seguimos aprovechando veinte años después de su muerte. El tiempo los volvió muy secos, haciéndolos ideales para prender rápida y fácilmente la chimenea. Y yo pienso siempre en cómo constituyen, no exactamente una herencia, sino una suerte de epílogo o de inercia póstuma de la vida del tío L. Una herencia puede mantenerse, transformarse o dilapidarse, pero en esta quema progresiva, constante; en este consumirse con la regularidad implacable de la arena de un reloj, así como en que el destino de este fruto del trabajo del tío L. sea caldear los momentos felices de sus descendientes al amor del hogar (la lectura plácida de un libro, siestas en la butaca, los juegos de I.), alienta, me parece, un hálito diferente, que traza una presencia fantasmal de L. mucho más intensa que la que trazaría cualquier otro legado.

El montón parece eterno, y aún le quedan unos años por delante, pero lo cierto es que ya está más bien cerca de acabarse. Me demoro, también, en barruntar qué pasará por nuestras cabezas, qué especie de congoja solemne, el día que quememos el último leño. Nos imagino concentrados de forma especial en su consunción, los ojos fijos en la aprehensión de cada voluta del fuego, cada cuarteado del proceso de carbonización, cada desprendimiento de esquirlas de ceniza, cada intensión de su incandescencia. Viendo, en esa diminuta marejada ígnea, el último saludo a la estación de la vida desde el tren de la existencia del pariente, ahora sí, ya definitivamente moribundo.


Miércoles, 19/1/2022. Muere por covid la cantante checa Hana Horka, que se había contagiado —¡a propósito!— sin estar vacunada. Charles Darwin y su ley implacable. Y, como señala César Rendueles, un nuevo acicate para pararse a pensar en una curiosidad evidente: la proporción de magufos, supercheros y antivacunas parece mucho más alta entre músicos, artistas, deportistas, influencers y famosos en general que entre el resto de la sociedad.

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Anders Breivik, el terrorista fascista que perpetró una matanza dantesca en Oslo hace unos años, hace el saludo nazi en una comparecencia en el juzgado, a la que llega con un cartel que dice: «Stop your genocide against our white nations!». Esto es: «¡Detened vuestro genocidio contra nuestras naciones blancas!». En su versión más descarnada, más extrema, el victimismo reaccionario, la victimización del victimario, el discurso no ya expansivo, sino de defensa de una fortaleza asediada, que caracteriza al fascismo y la reacción de nuestra época: las mujeres oprimen a los hombres, los peatones persiguen a los coches, etcétera. Una añagaza burda, pero que convence a muchos.

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Gonzalo Torné: «Escribo mejor sobre libros que leí hace veinte años que sobre uno que leí la pasada semana, y no porque antes leyese mejor, sino porque de la masa de impresiones, el tiempo destila lo interesante».


Jueves, 20/1/2022. Jean Jaurès: «¿Cómo afinar el bronce de las campanas, cuando tocan el rebato de la libertad en peligro?».

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Estampas del capitalismo tardío: trasladan nieve con camiones desde el balneario a la estación de esquí de Panticosa, en Huesca. En otras estaciones de esquí del mundo ha llegado a suceder que se traslade con helicópteros. Corregir las consecuencias del cambio climático alimentándolo. Un poco como aquel capítulo de Futurama, que evoco de memoria, en el que una gigantesca bola de basura del siglo XXI, catapultada en su día hacia el espacio, amenaza la Tierra del XXXI, y la solución que sus habitantes adoptan es amasar una nueva bola de basura y catapultarla hacia aquella otra para, como en una carambola de billar, propulsar las dos hacia el cosmos. Alguien dice: ¡esto hará que algún día se avecinen no una, sino dos bolas de basura sobre la Tierra! Le responden: eso es problema de la gente del futuro.

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Cuenta hoy Miguel Martínez que, cuando los nobles católicos fueron expulsados de Ginebra en 1527, juraron comerse a los protestantes con cuchara. Para no olvidar su promesa, se colgaron cucharas al cuello. Y según Rousseau, que lo cuenta en sus Confesiones, todavía las llevaban en en la década de 1770.

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Impresionado por esta escultura. La esposa, de Ralph Brown (1999):


Viernes, 21/1/2022. Cuando uno se hace adulto, se da cuenta de que los adultos son solo niños que se esfuerzan por intepretar creíblemente el papel de adultos en una improvisación teatral sin apuntadores, con el recuerdo de los adultos que conoció (y que también improvisaban) como único asidero.

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X. López: «¿Cómo convencemos a la gente que fantasea con “ponerse duros con Rusia” de que la mejor forma de hacerlo es reducir lo más rápido posible nuestra dependencia de los combustibles fósiles?».


Sábado, 22/1/2022. Tema Rusia y Ucrania. Todo el mundo corre a alinearse sin fisuras de un lado o del otro de este choque, que convoca espectros de la guerra fría, entre Moscú y la OTAN. Tiene uno la sensación de estar viviendo una especie de germanófilos vs. aliadófilos del siglo XXI. A mí me cuesta adoptar una posición categórica. Entiendo que Rusia se sienta estafada por la OTAN, por sus promesas incumplidas, en los noventa, de no expandirse hacia los antiguos terrenos del Pacto de Varsovia, y que no se quede de brazos cruzados cuando los enemigos se le plantan en el patio trasero. Pero no me siento cómodo alineándome con un tipo tan sumamente siniestro como Putin, por más inapelable que sea la razón puntual que le asista. No me cuento entre quienes, desde la izquierda poscomunista, simpatizan con este zar que asesina disidentes, ampara la violencia contra los homosexuales y un ultracapitalismo cleptócrata o financia a la extrema derecha global, y que me recuerdan, como he metaforizado alguna vez, a esos planetas que continúan orbitando en torno a su estrella después de que esta implote y se convierta en una enana blanca: anhelos de un Moscú en torno al cual seguir girando, habite quien habite su Kremlin.

Hay una inquietante veta soreliana en estas gentes que jamás señalan una sola cosa que sea admirable en Putin en términos de bienestar y de justicia social, porque no la hay. Su defensa siempre acude a un tropo en el que merece la pena detenerse a pensar: «Putin alzó del barro un gigante humillado». No es una defensa materialista, sino idealista, homérica, romántica. La necesidad de héroes, de titanes del élan vital, y que dé igual cuáles sean las conquistas contantes y sonantes de su heroísmo. Putin le echa huevos y planta cara a la civilización liberal. No importa cómo la plante, para qué, en pos de qué: lo importante son los huevos. No quiere uno incurrir en la famosa ley de Godwin sobre las equiparaciones forzadas con los nazis, pero cuesta no acordarse de la fascinación por el primer Hitler, también él el alzador de un gigante postrado, aherrojado. Cuando hoy se legitiman las apetencias expansionistas de Rusia sobre Ucrania con arreglo a la existencia de mayorías de etnia rusa en algunas zonas, también cuesta no acordarse de los Sudetes. Creería uno que lo civilizado sería caminar hacia la desidentificación entre Estado y nación, no regresar al irredentismo del tiempo de Gabriele d’Annunzio. ¿Podemos estar seguros de que el Putin que empezó por Crimea, la anexión más difícil de contestar (aplastante mayoría de etnia rusa y a favor de la anexión), y luego podrá seguir por el Dombás y Lugansk, no pondrá sus miras, más tarde, en, por ejemplo, Estonia, donde también sigue habiendo bolsas de mayoría rusa? Justificar anexiones por las bravas es una pendiente resbaladiza y que conduce a simas oscuras.

Dicho todo esto, tampoco me siento cómodo alineándome con la OTAN, ni con que España haga el indio enviando una fragata llamada Blas de Lezo a librar una guerra a la que no nos hará falta llevar alforjas. Pero tampoco con la equidistancia, ni con un pacifismo vacuo. ¿Conseguiré resolver este entuerto?

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Leo que Fiódor Stepun hablaba de la «melancolía ferroviaria» característica de la narrativa de su país y me acuerdo de aquella anécdota que contaba el hijo de Cunqueiro. Fumaba su padre un día acodado en una ventana al lado de unas vías y pasó un tren. Dijo entonces: «Por ahí va la literatura rusa».

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Lo cita hoy Miguel Barrero en Twitter: en la Biblia, según un cálculo de Richard Dawkins, Dios mata a 2.270.365 personas, sin contar a los habitantes de Sodoma y Gomorra ni a las víctimas del diluvio universal y de las plagas, que no se especifican. El diablo mata a diez.


Domingo, 23/1/2022. Un breve pasaje leído en un libro nos puede arruinar el día. Yo no me despego hoy de este de Sin flores ni coronas, de Odette Elina, que cita Ana Carrasco-Conde en Decir el mal: «Debíamos conducir hasta Auschwitz cien carritos de bebé. Los había de todo tipo. Grandes, bajos, viejos, modernos, bonitos, pobres. Pero aún guardaban la tibieza de los bebés que habían cobijado y que acababan de ser quemados».

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Albert Camus: «Créanme que no existe el sufrimiento eterno, la pena infinita, el recuerdo imborrable… todo se olvida, incluso un gran amor. Eso es lo triste de la vida, y también lo maravilloso».


Lunes, 24/1/2022. Cuentan Horvat y Žižek que dos dramaturgos en paro enviaron a todos los políticos serbios una carta con la intención de que los admitiesen (en Serbia, para entrar en un partido, uno debe escribir una exposición de sus ideas, que el partido valorará si aprueba). La carta en cuestión incluía una propuesta política con respecto a la crisis del país. Pues bien: todos los partidos consideraron que la propuesta y el texto entero respondían y se ajustaban a las directrices ideológicas de sus programas y a su visión de la crisis serbia. Decía así:

«Nos han arrebatado toda nuestra soberanía. Valemos solo para que el capital internacional se permita llenarse los bolsillos con el pago de intereses. […] Tres millones de personas se han quedado sin trabajo ni apoyo de alguna clase. Los políticos, es la pura verdad, solo trabajan para ocultar toda esta miseria. Hablan de tomar medidas y de no olvidar los aspectos positivos. Las cosas van cada vez mejor para ellos, y cada vez peor para nosotros. La ilusión de libertad, paz y prosperidad que se nos prometió cuando quisimos tomar nuestro destino en nuestras propias manos está desvaneciéndose. Estas políticas irresponsables solo pueden arrojar un resultado: el más completo y total hundimiento de nuestro pueblo».

En realidad, era una traducción de un artículo que Joseph Goebbels publicara en el número 4 de la revista Der Angriff el 25 de julio de 1927.

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Hay un célebre momento de El diario de Patricia, aquel programa de Antena 3, que se ha convertido en meme en los últimos años. Un hombre declara su amor apasionado a una mujer a la que conoce, y a la que se ha llevado al programa, como era habitual, sin decirle de qué se trata. La mujer, con cara de póker, le responde: «Pero ¿usted quién es?». La cosa terminó en un mero momento cómico. Pero pienso a veces en lo inquietante que se vuelve aquella escena cuando se sabe que, en otro programa, se tendió a otra mujer una trampa que acabó con ella asesinada por su expareja. Maltratada, había roto con él. Y este recurrió a El diario para pedirle perdón y que regresase. La mujer fue llevada al programa con malas artes: se le dijo (era rusa, creo recordar) que se trataba de encontrarse con unos parientes de su país natal, a los que hacía años que no veía. Cuando se topó con el motivo real, muy visiblemente incómoda, rechazó volver con su exmarido. Y este, sintiéndose humillado, la mató unos días después.

Ambos momentos no tienen nada que ver, pero a la vez sí lo tienen. En un caso, un hombre se declara a una mujer a la que conoce, pero que no lo conoce a él; en otro, un hombre pide a su expareja que vuelva con él. Ambos confían en que el estar delante toa’Spaña juegue a su favor, presionando a la mujer deseada para no decir que no. Un caso acaba en comedia y el otro en tragedia. Pero por debajo de ambos hay un turbio sustrato común: el cruce entre el amor romántico más averiado y la sociedad del engaño, el señuelo y el espectáculo.

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Leo, no sé si es verdad, que Goebbels fue el inventor de las notas de prensa, enviadas a periódicos con pocos recursos para que las reprodujesen sin contrastar ni modificar: una práctica muy habitual en nuestros días.

El runrún interior (35)


Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea y CTXT; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

3 comments on “El runrún interior (34)

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  2. José Manuel Ferrandez

    No deberíamos olvidar que Rusia fue invadida dos veces por la civilizada Europa, su admirada Europa, cuya cultura envidiaba la clase dirigente zarista : todos hablaban francés
    El imperialismo francés y el alemán fueron las dos lecciones que condujeron a los bolcheviques a desconfiar de una sociedad de países en perpetua beligerancia
    Los fantasmas del pasado han evitado que un país con vocación europeista se haya tenido que refugiar en sus propias contradicciones
    Como pueblo, me cae más simpático genéricamente un ruso que un francés, un inglés, un italiano o un aleman, todos demasiado llenos de su decadente insignificancia moderna
    En Rusia queda más alma que en la democrática y liberal Europa, lo cual no significa que apruebe los métodos de Putin y el Kremlim, una sombra alargada de la paranoia estalinista

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