Mirar al retrovisor

El coche nuevo

Un artículo de Joan Santacana sobre cierta trampa de la descarbonización y el fomento de la compra de coches 'eco'.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

Los ciudadanos hemos sufrido muchos engaños a lo largo de la historia. Hacer una lista seria prolijo y muy tedioso. Baste recordar en España casos como Sofico: una sociedad inmobiliaria que captaba inversores y capitales ofreciendo altos tipos de interés, pero que no se destinaban a construir edificios sino a seguir pagando intereses. Esto fue, creo recordar, hacia 1974. Otro caso sonado fue el de Rumasa (¿recuerdan la abeja?), en 1983, con más de medio millar de empresas, decenas de miles de empleados y una facturación anual de más de trescientos mil millones de pesetas, pero endeudados hasta las cejas, sin auditorías, por lo que el Estado se vio obligado a intervenir. El mago de las finanzas, Ruiz Mateos, reapareció unos años después con Nueva Rumasa, emitió pagarés también al 12% durante dos o tres años y todo se hundió, ya que era humo: vino el concurso de acreedores y el resultado fueron otros mil inversores defraudados y robados. Finalmente les recuerdo el caso de las preferentes de las cajas de ahorros, que afectó a casi un millón de personas que habían confiado sus ahorros a unas instituciones que creían serias y que no les informaron de que las altas rentabilidades van acompañadas de altos riesgos.

Engañar y defraudar son, sí, una constante en la historia y normalmente,los que sufren el engaño se dan cuenta después de acontecido. Pero hoy parece que no es así; hoy nos damos cuenta del engaño, vemos como se acerca, pero no podemos enfrentarnos a él. Nuestro sistema de engaño colectivo es mucho más eficaz que antes. En los años ochenta del siglo pasado, un antropólogo brillante, Marvin Harris, escribió un libro sobre La cultura norteamericana contemporánea, y en 1987 lo reescribió con el título ¿Por qué nada funciona? Cuando yo lo leí pensé que se trataba del análisis de una sociedad ajena a la mía; hoy me doy cuenta de que el análisis del antropólogo no solo era cierto, sino que resultó profético. La radiografía que hizo de los problemas de las sociedades nuestras fue tan exacta que asusta.

Yo intentaré explicar cómo funciona uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos todos hoy. Es bien sabido que, en nuestro tiempo, miles de ciudadanos en toda Europa son empujados a cambiar de coche. En grandes ciudades como Barcelona, donde vivo, este proceso ya ha empezado. Se trata de descarbonizar el medio ambiente y, para ello, hay que eliminar los motores de combustión. Esto se realiza mediante un sistema de etiquetaje, que elimina de la circulación cada año centenares de miles de vehículos. En España se suele calcular que hay unos veinticinco millones de automóviles, la mitad de los cuales supera los doce años. Se dice que solo en Andalucía hay más de cuatro millones de coches. Si contemplamos Europa se calcula que, sin Rusia, hay unos trescientos millones.

Pues bien, estos vehículos han de ir desapareciendo de las calles. Yo no sé si esto redundará en beneficio del planeta. Lo que es seguro es que redundará en beneficio de las grandes corporaciones que los producen, ya que en poco tiempo estos millones de vehículos se convertirán en chatarra. En todo caso, los 450 millones de habitantes de este continente están abandonando sus vehículos y, la gran mayoría se ve obligada a adquirir vehículos eléctricos o híbridos. En España —con su parque móvil envejecido despues de las crisis que ha soportado el país—, la medida resulta brutal: millones de personas son colocadas entre la espada y la pared. Han de vender su vehículo y comprar otro, que —con una tecnología eléctrica a veces muy simple— implica obtener créditos a cuatro o cinco años. Es decir, un endeudamiento considerable para unas economías domésticas que ya han soportado el rescate de la banca, a la que se le han inyectado casi cuarenta mil millones de euros además de los casi cincuenta mil millones de los activos traspasados al banco malo (La SAREB).

Pero este no es el problema que quiero plantear. El problema que les quiero trasladar, puesto que muchos de los que lean este texto van a tener que enfrentarse a él, si es que no lo han sufrido ya, es que tendrán que malvender sus vehículos. Quienes no puedan desembolsar el equivalente a dos o tres años de su sueldo en un vehículo nuevo acudirán a una empresa de compraventa, intentando comprar un vehículo con etiquetas ECO (de los que dicen que no contaminan). En este sector de la compraventa hay de todo, desde gente honrada que se gana el pan como puede hasta auténticos gánsteres al servicio de la sostenibilidad. Un ejemplo que les puedo brindar, de una empresa de este tipo en Badalona, es el siguiente: el incauto cliente busca un vehículo que no contamine, por supuesto de segunda mano. Le intentan vender uno de los que caducaran al poco tiempo, pero, si no lo consiguen, les mostraran algún vehículo con etiqueta ECO. «¡Ya está, ya lo tenemos!», piensan ustedes, pero cuando piden probarlo antes de efectuar la compra, les exigen un depósito para la reserva. Les piden la módica cantidad de quinientos euros. Si ustedes prueban el vehículo y por la razón que sea no les interesa, ¡han perdido los quinientos euros! Este es el sistema. No, no es una broma de mal gusto. Yo les puedo dirigir al concesionario que les hará esto.

¿Quiénes salen beneficiarios de todo este terrible engaño del vehículo? ¿Quiénes son los cómplices de este espolio de las clases medias? ¿Cómo es posible que sea esta sufrida clase media la que tenga que financiar la reconversión de una industria automovilística? ¿No hubiera sido de agradecer que estos abusos se cortaran antes de que pudieran surgir? ¿Quién controla a estos estafadores?

En el pasado, cuando un grupo inversor quería construir, por ejemplo, las redes ferroviarias a lo largo y ancho de un continente, utilizaba el sistema de sociedades anónimas, emitía acciones y esperaba que los interesados las compraran. De esta forma se capitalizaban y repartían beneficios o pérdidas, según les fuere la fiesta. Hoy esto ya no es exactamente así, como todos ustedes saben. Hoy instituciones como las alcaldías de las grandes ciudades, gobiernos y parlamentos no solo miran hacia otro lugar, sino que ayudan gustosamente, convencidos (o no) de que hacen una buena política. ¡Que Dios nos ayude si es que nos ve!


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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