Poéticas

Urgencias del ahora

José Luis Morante reseña 'Monodosis', de Carmen Canet, aforista incisiva y depurativa, que no teme adentrarse en los repliegues de la identidad para mostrar la verdadera fisiología del yo. El libro se presenta el día 15 de marzo en Granada.

/ una reseña de José Luis Morante /

La fertilidad de Carmen Canet (Almería, 1955), doctora en filología hispánica, profesora de lengua y literatura, editora, antóloga, directora de la colección Altoaire y voz cualificada del decir lacónico, despliega, en la Torre de Babel de lo diario, una propuesta creadora en continuo crecimiento. Las novedades de la escritora almeriense se dan la mano, yuxtaponen temas y exigen al lector una cercanía perseverante, que permita conocer las estaciones, sin desvíos ni atajos. De este modo, Carmen Canet ha moldeado su voz, estableciendo un intenso diálogo con el aforismo. Lo considera una estrategia expresiva de conocimiento y experiencia, de indagación en el decurso mental del sujeto y en la intrahistoria de un tiempo colectivo que afronta resignado la caducidad de idearios y perspectivas.

Esta convivencia a largo plazo con la tinta rápida del legado hiperbreve impulsa las entregas Malabarismos (2016), Él mide las palabras y me tiende la mano (2017), una inmersión de aforismos desgajados de la senda lírica de Luis García Montero, Luciérnagas (2018), La brisa y la lava (2019), Cóncavo y convexo (2019), en colaboración con Javier Bozalongo, Olas (2020), Legere, eligere (2021) e Interruptores (2022), compilación aforística en colaboración con el profesor universitario, poeta y músico Ricardo Virtanen. Un trayecto sólido que ha multiplicado su presencia en las principales antologías del género y ha alentado la traducción parcial de su senda lacónica a ámbitos expresivos como el alemán.

A este particular nomadismo por la literatura liliputiense añade Monodosis, nueva serie de teselas verbales que se presenta con nota introspectiva de la autora. El prólogo «Prospectum vitae» entrelaza, con intimismo irónico, la recomendación terapéutica y el sondeo del epitelio escritural: «Este libro reúne piezas en donde están comprimidas las cosas cotidianas. Son apuntes de lo diario, retazos de memoria. Se dan mini-recetas para cocinar y pespuntear la vida, ciertos detalles, pequeñas celebraciones de las cosas, algunas experiencias y sentimentalidades varias». Acierta Carmen Canet al definir la obra como un encuentro de sensibilidades anímicas, de vivencias al paso y de enunciados con perspectiva de una espectadora privilegiada, que explora los espejos de lo cotidiano. En suma, un activo catálogo vital; un reparador botiquín de urgencias.

Carmen Canet proporciona también un elaborado análisis del libro y su estructura, como si el viaje reflexivo se aplicara en colocar balizas semánticas que orienten a quienes caminen por las tres secciones de Monodosis para que lleguen a buen puerto, tras la singladura por este cruce de ideas en libertad. La escritora resuelve las claves vertebradoras de cada apartado con sustantivos de maravillosa precisión. Su primer paso, «Dosis», remite de inmediato a la semántica del entorno sanitario. La dosis es la cantidad aconsejable de principio activo de un medicamento para que sus efectos sean reparadores. Se trata de sanar el sedentario desasosiego que labra el trayecto existencial. Si son muchos los matices que aporta la telaraña argumental de cada día, corresponde al sujeto ser el meritorio oficiante capaz de sacar partido y de hacer de las pequeñas cosas una estrategia de conocimiento: «Con la edad se aprende que con lo sencillo y lo cercano se vive mejor. Nunca es tarde para dejar de complicarse». Cada aforismo expresa una percepción y sus efectos secundarios, capaz de solapar las horas de niebla del paisaje doméstico: «Me gustan las formas de las calles y del corazón. Trazan mapas parecidos. Unos de exterior, otros de interior», «El pan con aceite, los rayos de sol, un libro, unas risas con amigos son dosis necesarias para vivir». El peso diminuto del habla concisa expande enlaces con la existencia; sabe que el devenir dibuja proyectos y sueños, siembra enigmas, tantea itinerarios y busca pasar a limpio la caligrafía de erratas y enmiendas: «La vida es el arte de ganar nuestra propia apuesta», «Como el pan, la vida tiene su corteza y su miga». El sujeto verbal sabe que en cada existencia el amor es núcleo central y a su reflexión dedica los aforismos finales del tramo de arranque.

La sección central, «Monodosis», adquiere un aire clásico con la cita de Miguel de Cervantes sobre las mujeres. La entidad femenina, su búsqueda de sitio y sus aspiraciones cobran fuerza en las reivindicativas teselas del laconismo. Las asimétricas condiciones del sujeto femenino, el precario estar en la historia y la necesidad del máximo equilibrio en la igualdad de géneros son tramas que apuestan siempre por la mirada serena de lo razonable, lejos de la estridencia pancartera del grito.

Las teselas de «Homenajes» conforman un largo recorrido por la biblioteca para dejar en primer plano los nombres propios que han forjado el sólido suelo de magisterios y propuestas canónicas. Los elegidos, con guiños de especial empatía lectora, enriquecen el esquema conciso con la voz clara de la memoria y con una escritura de fondo reflexivo. Con aliento más lúdico, «De gramática parda» aprovecha el juego verbal, empuja a la sintaxis a nuevas exploraciones y multiplica las posibilidades del lenguaje como incansable hacedor de itinerarios expresivos: «Tuvo un accidente gramatical», «Es lógico que los verbos copulativos necesiten llevar atributo», «La voz se refleja por activa y por pasiva», «Morir de amor es una metáfora lapidaria». Siempre se ha pensado que la sintaxis es un farragoso territorio de arenas movedizas; en Carmen Canet es una celebración de la inteligencia que pone sobre la mesa ingenio, ironía y, no pocas veces, la cometa en vuelo de la carcajada: «La vida está escrita con buena letra pero tiene demasiadas faltas de ortografía».

Cada instantánea verbal de «Sobredosis», apartado de cierre, enlaza una interpretación subjetiva en torno a sustantivos con gravedad suspendida: el tiempo, la soledad y el silencio. Los tres traducen la soledad enclaustrada del confinamiento durante la pandemia y la inmersión de sensaciones y pensamientos en torno a la fragilidad de la existencia, al papel de los otros, al devenir temporal ralentizado en ese largo exilio interior: «Es tiempo de ausencias y de presencias», «Vivimos en un tiempo extraño en donde extrañamos más», «La creatividad aumenta en estados de silencio. Es esencial abrazarla», «No hay que preguntar tanto a la vida, sino aprender a responderle».

La aforística de Carmen Canet es incisiva y depurativa. No teme adentrarse en los repliegues de la identidad para mostrar la verdadera fisiología del yo, sus posibilidades y la pericia rítmica del pensamiento. Nunca se esconde en lo previsible. Deja que entre por la ventana del lector el sol del asombro, esa luz fuerte que hace más habitable el ánimo y la esperanza.



Selección de aforismos

Apreciaba las cosas sencillas, por eso las atendía, como a la vida.

Los aforismos tienen alma y corazón de bolero. Y cuerpo de tango.

Suele ser común que si no se tiene amor propio no se pueda tener amor al prójimo.

Siempre me han gustado los libertadores nunca los conquistadores.

Gracias a las costuras que nos enseñaron nuestras madres y abuelas, las mujeres sabemos mejor pespuntear la vida.

Los donjuanes y las doñas perfectas son poco recomendables tanto en la ficción como en la realidad.

La buena concordancia en la vida se parece a la sintaxis y a la elegancia.

La pandemia tiene un ritmo y una forma de vivir pero nosotros deberíamos crear una música y aprender a bailar bajo la lluvia.

Sabía de las sílabas de la vida, de la rima libre del tiempo y de la consonancia y asonancia del camino.

Hemos vivido trastornados en las casas. Las calles y los servicios públicos, también, trastocados. Seguimos, resistimos.

Este parón nos ha llevado de la vida exterior a una interior. ¡Aprovechémonos!

Menos mal que nos queda la utopía y el cuento de la lechera.


Monodosis
Carmen Canet
Trea, 2022
96 páginas
12 €

José Luis Morante (Ávila, 1956) es profesor, poeta y crítico. Su itinerario lírico se recoge en las antologías Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020). Cultiva la prosa en los libros Reencuentros, Palabras adentro y Protagonistas y secundarios. En su quehacer crítico destacan las ediciones Arquitecturas de la memoria, Ropa de calle e Hilo de oro, en Letras Hispánicas. Su escritura aforística comprende Mejores días (2009) y Motivos personales (2015), además de Planos cortos. Aforismos y cine (2021). En 2018 preparó la edición Aforismos e ideas líricas de Juan Ramón Jiménez, y en 2020 la antología 11 Aforistas a contrapié.

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