/ un relato de José Manuel Ferrández /
Y para convertir una costilla de Adán en la primera mujer, dios tuvo que alquilar los servicios de un escultor, al cual le dio la costilla recién cortada, y le dijo:
—Sácame a Eva de aquí.
A lo que el escultor repuso:
—Dame tiempo y paciencia.
Y cogiendo la costilla se marchó al desierto donde cogió un pedrusco que tenía guardado en una cueva taller y… Comenzó a darle a la costilla pedruscazos hasta que poco a poco fue tomando las formas suaves y curvas de una señora de buen ver, porque el escultor había estudiado con Miguel Ángel y sabía cómo tenía que redondear aquélla costilla y sacarle las curvas encerradas en su núcleo antropológico.
Acabada su tarea, el artífice se echó a dormir el preludio a la siesta de un fauno de Debussy aun a sabiendas de que ni él era fauno, ni sabía dormir preludios, ni Debussy quería que se estrenara todavía su obra aún en mantillas. Siendo el escultor un borracho muy mujeriego, se entretuvo acostándose en el suelo y poniendo como almohada el blando regazo de su obra recién acabada. Pero Eva estaba todavía sin alma y el escultor quería que se despertara ya de una vez con alma y todo, porque después de terminar el preludio su almohada seguía tumbada como una recién hecha. Quiso soplarle muy fuerte en la nariz a ver si así se le subía el alma hasta el celebro y comenzaba a reunirse con él y le abrió la boca y le hizo la respiración artificial asistida, porque había hecho un cursillo de asistencia en viaje y de primeros auxilios, por lo que sopló dentro de la boca de Eva pero esta no se movió y estaba como envuelta en sí misma.
A todo esto llegó Adán a ver si podía contar ya con su costilla rota para volver a ponérsela en su sitio, porque notaba un cierto vacío espiritual y deseaba hablar en serio con el escultor aquel que parecía un poco tonto:
—Y dígame, ¿dónde está mi costilla?, que tengo hambre y podía asarla para alimentar así mi codicia.
Pero cuando el escultor le dijo que Eva era su costilla, Adán se puso frenético diciendo que se la habían estropeado, ya que ahora no podría incorporársela otra vez en el costillar intercostal, y si se la ponía iba a hacer mucho ruido, ya que Eva estaba llorando de pena al ver que nadie la quería. Pero el escultor llamado Pedro le dijo a Eva que no se preocupara, porque, si Adán no estaba enamorado, él sí que podía hacerle muchas fiestas para bailar; y se pusieron contentos ambos mientras Adán reflexionaba a más no poder acerca de la jugarreta de dios y le dijo a dios que le pusiera una pieza de ingeniería o bien un trozo de adeene bien gordo. Pero el señor estaba en misa, un poco colocado por tanto incienso, y estaba solo pensando en las vacaciones, por lo que no tuvo tiempo de recordar todos los asuntos del universo y menos aún la tontería aquella de Adán, que no estaba contento con nada de este mundo. Entonces fabricó un pollo para regalárselo al imbécil de Adán a ver si así se callaba, con lo cual Adán ya tenía un amigo con quien conversar de algo relevante. Pero el problema de Eva era que alguien le soplara a través del cabello rubio para que de una vez su alma se incorporase a su cráneo y de este modo poder ambicionar las telas baratas de las rebajas y otras fruslerías.
Por entonces había comenzado la semana mágica de Jericó y todas las tiendas ofrecían sus baratijas a un precio irrisorio, de manera que los que acudían a comprar, al ver los precios tan irrisorios, se morían de risa y se revolcaban por el suelo y no podían comprar nada. Eva y Adán y Pedro se fueron a Jericó y estuvieron recorriendo el mercadillo de prendas para llevar hasta que una de ellas de carácter exótico les pareció adecuada para el paraíso y Eva se la probó, pero no era su talla. Luego fueron al paraíso desnudos los tres y Pedro quería soplar a Eva en la oreja y sopló tan fuerte que el aire le salió por la oreja contraria y empujó a Adán, que estaba mirando hasta hacerlo golpear contra un manzano de donde se desprendió una pieza de fruta que Adán cogió del suelo para hacer un bizcocho, pero Pedro le dijo que mejor sería pecar con la manzana y así se ahorrarían muchas horas de aburrimiento celestial y paradisíaco, a lo que Adán contestó:
—Y ¿cómo se peca originalmente con una manzana? A primera vista no parece sencillo aunque sí muy original.
Pero a Eva tampoco se le ocurría de qué manera sería posible pecar con una simple manzana, de manera que necesitaban el consejo de algún psiquiatra que les orientara sobre la manera más sencilla de pecar con manzanas. Por pura casualidad estaba Soren Kierkegaard, que había venido a comprobar su concepto de la angustia y si en realidad el vino del paraíso, que era vino de misa, era tan verdadero como se afirmaba en una de sus obras más importantes, llamada In vino veritas. Comenzó a beber vino y a decir verdades como puños, por lo que todos pudieron comprobar cuán gran filósofo era Kierkegaard, que significa jardín de la iglesia. Pero como el vino de misa del paraíso es el que se toma en la iglesia, por eso el filósofo danés había ido al paraíso: para que así en las iglesias no faltara ni el vino ni las verdades eternas.
Todos querían beber vino que estaba en unas orzas repartidas por el jardín de la iglesia que había en el paraíso para que nuestros primeros padres pudieran oír misa los domingos y fiestas de guardar el vino en los odres. El párroco de aquella iglesia tan sencilla se llamaba don Francisco de Quevedo y Villegas y acababa de llegar buscando a un tipo que se había perdido y que se llamaba el Buscón, porque le gustaba buscar buenos pellejos del vino y tragárselos con queso manchego y tortas alpujarreñas. Quevedo también quería chuparle la oreja a Eva, por lo que le dijo:
—No he de callar por más que con el dedo/ Ya tocando la boca ya la frente/ Silencio avises o amenaces miedo.
Y Eva entonces se puso el dedo en la oreja y Quevedo, llevándose los monóculos hasta la nariz, olió los perfumes de aquella pelirroja y se quedó dormido de placer.
Kierkeggaard quería escribir en la espalda de Eva un tratado sobre seducción llamado Diario de un seductor, en el cual un tipo esmirriado quiere conquistar a Cordelia y para ello le regala un trozo de cordel de primera calidad, con lo que Cordelia se arma un lío y termina atada a un taburete de por vida. Pero Adán le dijo que a cambio de una de sus costillas estaba dispuesto a quedarse con ella y ayudarla con lo del cordel, por lo que Cordelia le entregó un trozo de costilla que llevaba siempre consigo para casos de necesidad y Adán se puso a intentar desembrollar el cordel, pero, como no sabía hacerlo, llamó a Ariadna, la cual sí era experta en hilos de Ariadna que Teseo se había llevado hasta la fin del mundo.
Ariadna se puso manos a la obra y comenzó a desenrollar el hilo, pero cada vez que estiraba y conseguía extraer un trozo del mismo el lio era más gordo, de manera que sacó hilo suficiente para establecer la ruta de la seda sin perder el hilo y desde entonces los camellos siguen dicha ruta cargados de dátiles y otros manjares que llevan hasta Asia central y china en busca de los placeres orientales y el opio que anula el oprobio.
Todo esto no hizo más que distraer los pensamientos de Eva, que estaba muy cariñosa con sus amigos por los favores recibidos y los invitó a todos a comer de la famosa manzana original, que era el pecado más importante, pero como era imposible pecar con ella, llamaron a dios y le preguntaron que cómo se pecaba con manzanas golden.
—Es que no tenéis que pecar con el golden, sino con la reineta, que no tenéis ni idea de manzanas.
—Ya, pero ¿qué hay que hacer para pecar con ella?
—Eso preguntádselo a Newton, que entiende más que yo de manzanas.
Entonces Adán fue hasta Oxford y se entrevistó con Russell, el cual le aconsejó que vistiera la toga y entonces podría entablar una conversación intelectual con el príncipe de los ingenios, que estaba jugando al billar con Bacon y Hume en la corte de Dinamarca. Este último empujó la bola hasta que golpeó la otra bola y entonces dijo:
—No confiéis en que siempre que una bola empuje a otra es un asunto puramente casual, sino que todo lo que ocurre es que estamos acostumbrados a perder al billar con el señor Bacon, por lo que sería un milagro que ganáramos a tres bandas a este energúmeno de la bossa nova.
Ahora Newton estaba echando una siesta cualquiera debajo de un almendro del Trinity College, y cuando llegó Adán hasta donde se hallaba y dio un traspiés debido al mucho respeto que le inspiraba el sabio y se le cayó la manzana de las manos y le fue a dar a Newton en toda la olla, aquel despertó hecho un basilisco y hablando en latín acerca de los graves.
—Enséñame a pecar con manzanas —le dijo Adán.
Pero Newton escribía ecuaciones y más ecuaciones sobre la piel de la manzana y al ver que esta había aparecido allí por arte de magia, concibió escribir un tratado de magia a partir de manzanas. Estudió alquimia profunda, donde se afirma que el Pentágono está lleno de fruta prohibida y cualquiera que inscriba un triángulo en un círculo tendrá los presagios diabólicos de toda la historia.
—Para pecar con manzanas hace falta que la atracción gravitatoria hacia tu esposa de ambos cuerpos sea proporcional a la masa del pecado dividido por el cuadrado de la distancia que es el olvido.
—Yo deseo un pecado tan original que sea el origen del universo y que la manzana nos clasifique en personas humildes para poder salir del paraíso por una orilla.
—Toma la manzana, cuando llegues hasta tu Eva la tiras hacia lo alto y cuando caiga con una aceleración que está producida por la fuerza grave, entonces vuestro pecado consistirá en darle un mordisco antes de que caiga al suelo, y si al morderla notáis una atracción grave entre vuestros órganos bien temperados, entonces, como esto es un invento mío muy original, ya que nadie sabe nada, podréis pecar con mucha gravedad, y como será la primera vez que una manzana de dios sea mordisqueada por seres que se atraen en proporción al deseo de ser amorosos consigo mismos, y puesto que tenéis que morderla ambos a la vez antes de que una serpiente se os enrosque y os embolique con sus tonterías de poder de dios, entonces ya está.
—¿Ya está qué?
—Pues eso, que esa manzana es la de la discordia, porque tiene un gran futuro.
Adán regresó lleno de entusiasmo y encontró a Eva con Kierkegaard, leyendo muy acaramelados un tratado de Spinoza acerca de la geometría del pecado, y el danés le estaba dibujando en la barriga unos esquemas geométricos no euclidianos en los cuales no se cumplía el quinto postulado de Euclides de que por un ombligo u ómphalos exterior a una recta solo se puede trazar una paralela a dicha recta que atraviese el ómphalos y se dirija directamente al monte de Venus. Adán se cabreó mucho con el quinto postulado al afirmar que no era deducible de los demás y Soren le dijo:
—Sosiégate, amigo, porque la geometría de Euclides es la nuestra y no vamos a aceptar entelequias ni fantasías en lo que respecta al trazado de las angustiosas métricas que nos permiten ser culpables de no haber sabido pecar con sabiduría.
—Ya he hablado con sir Isaac y me ha dicho todo lo que tenemos que hacer para que el señor esté contento con sus criaturas pecadoras. Lo primero es mirar a ver si hay alguna serpiente o bicho viviente que nos sirva de referencia para calcular las coordenadas morales que nos separan de nuestros antepasados por agua Abraham, Isaac y Jacob y Moisés, cuya vara se convirtió en serpiente y se comió la del faraón. Por eso hacen falta dos serpientes y porque además la virgen la pisoteará y además porque en las copas se enrosca para el símbolo de las farmacias, luego una serpiente es muy útil para nosotros y lo haremos a nuestro modo my way de Sinatra y dos serpientes perpendiculares serán ejes cartesianos de simetría moral y mortal.
—Luego entonces la manzana tiene que estar bien puesta en el paraíso, ya que al árbol del bien y del mal y el árbol de la ciencia y el árbol de la vida son tres árboles de fruta jugosa y prohibida.
—En cuanto aparezca el bicho la arrojamos hacia el cielo con mucha fuerza de manera que la puedan coger desde allí y darle un buen mordisco que luego nos será atribuido, y esto significará la señal de partida para que dios vea que la gravedad de sus criaturas los ha llevado a atraerse hacia sí mismos, y total morder una manzana y ser de barro es echar un poco de polvo, son cosas parecidas, por lo que seremos por fin invitados a reunirnos con las estirpes y se nos abrirán de par en par las puertas del paraíso para que podamos permitirnos viajar a nuestro antojo por los caminos de la vida.
Luego de todo este lío, se largaron dejando allí tirados a los ofidios y otros saurios y dinosaurios que transitaban. Llegaron hasta Francia, donde fueron recibidos con gritos de viva España. Mallarmé les propuso ir a Babel, donde jugarían una partida de dados, ya que no siempre iban a tener tanta suerte como para salir ilesos del paraíso, y cuando llegaron a Babel estaban todos trabajando en varios idiomas al mismo tiempo, de manera que Mallarmé organizó un concurso para averiguar quiénes estaban trabajando en francés. Se presentaron Alejandro Magno, Atila, Jesucristo Euclides y Dalí, y Adán arrojó un dado rencoroso que comenzó a dar vueltas por la geografía española y se detuvo en Badajoz, adonde fueron todos; pero sus habitantes eran muy orgullosos, de manera que fabricaron un badajo enorme y tocaron todas las campanas. Esto les recordó que tenían que ir a misa a comulgar con ruedas de molino y Jesucristo dijo su famosa misa a cuatro manos para crucifixión y orquesta que dirigió un tal Furtwangler, con tan buenos resultados que la gente más seria quería escuchar serialismo atonal allí mismo. En un primer momento no hicieron caso de lo que estaba pasando, hasta que Adán dijo:
—¿Cómo se peca con una manzana?
Y el capital Akab que había ido a escuchar el sermón le ofreció sus servicios en el Pequod, donde Pequaron.
Adán y Eva se embarcaron con Acab y Jonás en busca de la famosa ballena que les iba a ayudar a pecar con un desliz de sus conciencias hacia olvidados paraísos de locura. Al divisar a la ballena, le preguntaron si conocía el secreto de la manzana, a lo que aquella asomó la cabeza por encima de las olas y les lanzó desde su nariz un pesado libro acerca del asunto que le dio a Jonás en el subconsciente y lo dejo un poco mareado. Por último, en un pueblo de la Mancha, dieron con Quisot y este les propuso salir a obligar al gigante metomentodo para que pecara él primero. Cuando vieron al gigante, Quisot le dijo:
—¡Alto ahí! ¿Quien va? Voto a bríos que habéis de pagar caro si no pecáis con esta pútrida manzana cristiana y reconocéis a Dulcinea como la más dulce y fermosa doncella que jamás hayan visto los siglos con vuestros ojos legañosos y cobardes.
Pero como Adán y Eva no aprendieron a pecar, fueron prendidos y llevados de nuevo al paraíso, donde se les encerró en la cámara de los nueve placeres y medio. Luego dios les dijo:
—Pedazo de inútiles, ¿es que no sabéis pecar como dios manda?
—Señor, lo hemos intentado pero no nos ha salido bien, te hemos fallado. ¿Qué hay que hacer para pecar con manzanas?
—Comérselas, idiotas.
—Pero nos dijiste que no las comiéramos.
—Por eso precisamente, para que las comierais y pecarais a gusto y poder echaros del paraíso.
—Nosotros pensamos que lo dijiste porque estaban amargas, pero si lo que querías era echarnos, ¿por qué no nos dijiste que nos fuéramos con total confianza? Ya sabes cuánto te queremos y que en el fondo estábamos deseando largarnos, ya que nos tienes hasta las narices con tanta leche desnatada y tanta miel de trescientas setenta flores. Además, mi hijo Caín quiere comprar unos terrenos que le han dicho que están baratos para no sé qué de hacer un espá.
—Será un espacio.
—No, solamente un espá, es que es un poco tímido.
Dios se tiraba de los pelos.
—Mira, Adán, eres un adán. Yo os hice con cierto parecido a mí creyendo que saldríais mejorados y con un saber estar, pero veo que como primeros padres sois una porquería. Como vuestros primeros hijos sean igual de tontos, me retiro a una residencia y que le vayan dando al mundo y a la Biblia.
—Bueno, tampoco es para ponerse así. Piensa en Abraham, en Moisés, en Jesucristo, esos no son tan tontos como crees y se les puede confiar encargos, que seguro que no se equivocan.
—Por cierto, si de una costilla se puede sacar una de treinta, ¿sería posible sacar de otra costilla dos de quince?
—¿Y para qué quieres tú dos de quince, mamarracho? ¿Acaso te crees un Casanova?

José Manuel Ferrández Verdú (Orihuela, 1953) es escritor y dibujante. Ha trabajado como escribiente durante treinta años y ha ganado un premio de cuentos cortísimos acerca de las costumbres secretas de los irlandeses, titulado O’Connor y publicado en esta misma revista. Así mismo, ha publicado relatos en las revistas La Lucerna y Empireuma, es colaborador habitual de la revista El Murmullo, que dirige Manuel Susarte, y ha escrito la novela La Torre de los Músicos, publicada en formato digital en Scribd, así como el libro Doce novelas imposibles, inédito, siguiendo el modelo de las novelas ejemplares de Cervantes, admirable poeta español de los siglos XVI-XVII.
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