Música y danza

Yo La Tengo

Sergio Fernández Salvador escribe sobre «una de esas bandas de sonido inequívocamente americano que, cada vez de una manera, acaba ganando a quien los escucha, que ya les tendrá siempre cerca del corazón».

/ Mitos y flautas / Sergio Fernández Salvador /

Hay música que apetece escuchar cuando llega el frío y volvemos a lo nuestro. Reconforta regresar a los Yo La Tengo más tranquilos (pocos grupos con un contraste tan marcado entre furia y estatismo, con registros aparentemente tan alejados como el shoegaze y la música melódica de los cincuenta). 38 años de carrera, una veintena larga de discos y decenas de joyas, entre las que traigo aquí Take care, tan especial para uno que la hizo sonar en su boda en lugar del preceptivo vals. Curiosamente, Ira Kaplan (guitarra y voz) y Georgia Hubley (voz y batería) son marido y mujer. Completa el trío el bajista y teclista James McNew. Los glisandos de la steel guitar que abren Take care arañan la piel, como la voz ronroneante de Georgia Hubley o el sencillo y precioso puente en 1:24. La balada, por cierto, es una versión mejorada de una canción de Big Star.

Quien haya estado en un concierto de Yo La Tengo no podrá explicarse cómo una banda puede sonar tanto y a la vez tan bien con solo tres componentes, ni cómo la Hubley, casi una abuelilla, puede dar esos zurriagazos a la caja. Pero después de una descarga como la de Sugarcube viene un suspiro como Tears are in your eyes. Yo los vi dos veces, en Benicàssim y en Vitoria. Era de ver cómo alargaban las introducciones de los temas melódicos hasta que los charlatanes se daban por aludidos o eran amonestados y por fin se callaban, y cómo se mantenían ahí de manera que uno casi ni respiraba por no cortar el hilo de la emoción.

Entre un extremo y otro, Yo la tengo siempre ha sido un grupo de lo más inquieto y variado, que tampoco ha desdeñado los discos de versiones ni el uso de programaciones, como en la progresiva y adictiva Autumn sweater.

Yo La Tengo, una de esas bandas de sonido inequívocamente americano que, cada vez de una manera, acaba ganando a quien los escucha, que ya les tendrá siempre cerca del corazón.


Sergio Fernández Salvador (León, 1975) es autor de los libros de poesía Quietud (2011), Lo breve eterno (2012) e Hilo de nada (2020), así como de la miscelánea Mitos y flautas (2013), selección de textos de su blog homónimo. Desde 1996 reside en Valladolid, de cuyo conservatorio de música es profesor.

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