Escuchar y no callar

Pensamiento trágico

Un artículo de Miguel de la Guardia sobre el carácter, a su decir trágico por naturaleza, del alma española, pero compatible con otra parte dada al disfrute del placer.

/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

Una parte del alma española es trágica por naturaleza. No sé si serán los siglos de catolicismo mal entendido como religión oficial o un cierto pesimismo endémico, pero la verdad es que muchos españoles tienden a ver el vaso de la vida medio vacío y la envidia enseñorea por nuestras calles con demasiada frecuencia. Lo anterior, aupado sobre las grupas de las nuevas tecnologías y la falsa realidad mostrada por los llamados youtoubers, contribuye a exacerbar el malestar de muchas personas que, añorando lo que ven en los medios y está fuera de su alcance, son incapaces de disfrutar todo lo que les rodea.

Afortunadamente, otra parte del alma de los españoles es un alma mediterránea, dada al disfrute del placer y de los días y es ese aspecto lo que nos salva de caer en el desánimo, de disfrutar del mar y la montaña, de la comida y la bebida en compañía de los amigos. Ahí, en ese carpe diem es donde reside el secreto de una felicidad que no tiene nada de consuelo de tontos y sí mucho de mirada inteligente sobre la realidad. A mí, en particular, me gusta decir que siempre veo el vaso abundantemente lleno, como no podría ser de otro modo si pensamos en la enorme suerte de vivir en un país democrático y desarrollado, aunque esté mal gobernado y aunque, para nuestro pesar, aumenten las desigualdades.

En cualquier caso, la mayor desventaja del pensamiento trágico es su derrota ante la adversidad y su aceptación del carácter irremediable de la misma, y es en eso en lo que nos equivocaríamos si atendiéramos al lado dramático de las cosas y no procurásemos analizar las posibilidades de mejorar las situaciones con una actitud decidida que se apoye en lo bueno de cada situación para aspirar a lo mejor, lejos de cualquier desánimo. Ahí, no en meros objetivos concretos de tipo sentimental o profesional, es donde reside el secreto de la felicidad que, como Jorge Bucay cuenta en su relato «El buscador» es el tiempo vivido de verdad.

Confío en que la lectura de estas líneas anime al lector a votar en favor de las opciones políticas que más le ilusionen y que, en su opinión, mejor puedan contribuir al desarrollo de políticas honestas que, asegurando el bienestar común, contribuyan a nuestra felicidad y seguridad, a la vez que les aconsejo que actúen siempre movidos por pensamientos positivos en favor de los demás y en defensa de sus propios intereses legítimos y, eso sí, no olviden acumular momentos de felicidad, sonrisas y buena fatiga del trabajo bien hecho. Si lo hacen, no necesitarán antidepresivos ni estimulantes, no se expondrán a la tristeza ni al malestar ni tendrán que buscar paraísos artificiales porque el de verdad está aquí, a nuestro alcance, en los pequeños gestos diarios, en la mirada de quienes nos aman y a quienes amamos, sin necesidad de pintar cocoteros al borde del atolón de coral.

Ya ven: el pensamiento trágico no tiene un seguidor en mí y por mucho que suban los precios, por falsas que suenen las promesas de los gobernantes y por equivocadas que estén las políticas que se apoyen en los asesinos y no en las víctimas y en los golpistas y no en los sufridos contribuyentes que sufragan los gastos suntuarios de sus representantes, las políticas discriminatorias y las subvenciones a sus acólitos, no estoy dispuesto a desanimarme y, aunque el panorama electoral sea desolador, pienso seguir argumentando para convencer a quien haya que convencer de que el bien común es también el suyo, que los tributos bien administrados con justicia y sin favoritismos a todos pueden alcanzar y que otros modos son posibles en un país que tiene todo lo que se necesita para garantizar el bienestar de los ciudadanos que trabajen con generosidad y responsabilidad. Lo otro, las castas y los parásitos, eran esos  a los que se trataba de desplazar del sillón y aquellos los que lo hicieron para disfrutar de los privilegios.


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Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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